Por Alberto Ray – AlbertoRay.com
Creo que muchos hemos escuchado la frase: “Si no lo puedes medir, no lo puedes controlar”. Es incuestionable que una parte de la seguridad se trata, precisamente, de controlar, por lo que pareciera una conclusión directa que en esta profesión necesitamos cuantificar lo que hacemos.
En todo caso, generar seguridad va mucho más allá, y no podemos reducir una función clave a llevar registros numéricos exclusivamente. Sin embargo, me gusta pensar que existe una categoría superior a medir para controlar; y es que la gestión de riesgos se trata de lograr.
Pero ¿cómo medimos los logros? Más aún, ¿Cómo podemos definir un logro en seguridad?
Para lograr algo debemos comenzar por fijar objetivos. En el pasado he señalado que en seguridad existen algunos objetivos estratégicos, tales como:
- Construir conciencia del riesgo
- Reducir vulnerabilidades
- Identificar amenazas
Ahora bien, estos objetivos siempre estarán presentes porque de alguna manera no son alcanzables en su totalidad, aunque les dediquemos mucho trabajo. La consciencia de riesgo es inagotable, las vulnerabilidades surgen por encima de nuestros esfuerzos por reducirlas y las amenazas aparecen y reaparecen más allá de nuestras capacidades de identificarlas, pues sencillamente no están bajo nuestro control. Siendo así, todos parecen objetivos inalcanzables.
Es aquí donde nuestra experiencia entra en acción, ya que para medir un objetivo que puede resultar inasible necesitamos construir un marco de referencia sobre el cual podamos definir el punto de partida o la condición inicial. Si nos fijamos como objetivo construir conciencia de seguridad en nuestra organización, tenemos que saber dónde estamos hoy en relación con el nivel de “conciencia”. Esto puede no resultar en una tarea sencilla y se van a requerir instrumentos cualitativos de medición, entre los cuales las encuestas son muy importantes. Pero también hay formas un poco menos elaboradas y que pueden resultar muy efectivas.
En una oportunidad participé en un proyecto dentro de una empresa industrial muy grande, en el cual hicimos una lista de conductas inseguras y nos dedicamos durante tres días a la semana, en varias semanas, a observar en un área de trabajo el comportamiento de la gente; desde el uso inadecuado o descuidado de equipos de protección personal, hasta bajar y subir escaleras sin sujetarse al pasamanos, pasando por áreas de trabajo con información sensible no resguardada o el envío de mensajes de texto en lugares de producción.
Con ese inventario de comportamientos inseguros trazamos nuestra línea base, o condición inicial, luego diseñamos dos programas para generar cultura de prevención y conciencia de riesgos, cada uno con una prueba que la gente debía aprobar con más del 75% de respuestas correctas. Como complemento se establecieron unas charlas de 15 minutos los viernes al inicio de la jornada con el propósito de repasar los conocimientos, revisar ejemplos, observar algunos videos con conductas inseguras y realizar discusiones sobre cómo mejorarlas. En seis meses se había reducido en 65% el número de comportamientos inseguros con respecto al punto de partida y el proyecto ya estaba en proceso de generar sus primeras jornadas sobre conciencia del riesgo.
Visto así, para gerenciar lo que directamente no se puede medir necesitamos construir un marco de referencia, y a partir de una condición inicial establecer las metas a alcanzar. Cada meta alcanzada, es un logro que se suma al portafolio de reconocimientos del gerente del área y su equipo.
En la gestión de la seguridad, como en otras áreas que son transversales y además se mueven desde lo estratégico hasta los detalles de lo táctico, en ocasiones no resulta sencillo construir indicadores. Además, nos acostumbramos a que siempre la función de prevenir y proteger está “de guardia” lo que hace que perdamos las perspectivas de los logros.
Un amigo con el que compartía estas preocupaciones en una oportunidad me comentó: “la seguridad es como la electricidad, una vez inventada y hecha confiable, basta con pasar un interruptor para que encienda y apague lámparas.” Desafortunadamente, la presencia permanente y el cumplimiento continuo nos termina haciendo invisibles a los ojos de la organización, al menos hasta el momento en que algo falla, donde se nos señala de no haber cumplido.
Una solución frente a la invisibilidad, producto de la garantía de continuidad, es la posibilidad de realizar proyectos que pongan de manifiesto, no sólo la importancia de la gestión de riesgos, sino la mejora de los procesos. Es aquí donde, una vez más, la experiencia y la creatividad tienen un papel clave. Inventar proyectos para que ascendamos en lo que ya hacemos bien es una ruta para medir y reconocer los logros, además de generar satisfacción en los equipos y contribuir en la creación de conciencia del riesgo y otros objetivos estratégicos de la seguridad.
La próxima vez que les pregunten cómo medir los logros en seguridad, tengan a mano un proyecto para mejorar un aspecto de la seguridad, asócienle un marco de referencia y generen resultados. Verán cómo cambian las perspectivas.