Tomado de publicación en «Clarín«
Según la ciencia, cuando un niño aprende otro idioma, estos conocimientos se alojan en la misma zona que la lengua materna: el hemisferio izquierdo, indican en el sitio de la Universidad Isabel I, de Burgos, España. Sin embargo, durante la adultez, pasan a otras regiones del cerebro.
En otras palabras, el cerebro despliega una asombrosa flexibilidad conocida como plasticidad neuronal. Cuando alguien se sumerge en la gramática y en el vocabulario de una lengua diferente, las neuronas entran en acción para establecer nuevas conexiones y fortalecer las ya existentes, según explican en el portal de la Fundación F.A.S.S., entidad española orientada al cuidado de personas mayores.
El hipocampo, una región de gran importancia para la memoria, se ilumina como una constelación durante este mecanismo, según revelan distintos estudios. Pero la plasticidad cerebral no es la única protagonista en este proceso cognitivo.
La corteza prefrontal, responsable de las funciones ejecutivas, actúa como un director meticuloso que supervisa la planificación, la toma de decisiones y la atención sostenida. Al conjugar verbos y construir oraciones, esta región muestra una gran actividad. Además, la amígdala, guardiana de las emociones, también tiene su papel, ya que las experiencias afectivas ligadas al lenguaje dejan huellas profundas para facilitar o complicar el estudio.
En un artículo del sitio de la Universidad Internacional de La Rioja (España) destacan algunos cambios beneficios que el estudio de otro idioma produce en el cerebro.
“Los cerebros bilingües generan más sustancia gris, el componente del cerebro que influye de manera determinante en el proceso de la información, y que trabaja en conjunto con la materia blanca”, asegura su autora.
Y agrega que, cuando se habla más de un idioma, “la materia blanca se conserva mejor en la vejez por la acción de la mielina, componente que asegura la transmisión de información entre las neuronas que, en el caso de estos cerebros bilingües, realiza mejor su función”.
Pero eso no es todo. Siempre según esta universidad española, el manejo de dos idiomas mejora las capacidades cognitivas de los alumnos; incrementa su atención y la capacidad de ejecutar tareas de manera eficiente; retarda la aparición de la demencia; potencia la memoria y facilita la ejecución de tareas diversas al mismo tiempo.
En este sentido, aprender otro idioma no solo implica una traducción de palabras, sino una inmersión en una realidad cognitiva distinta. Las personas bilingües no solo tienen acceso a diferentes palabras, sino a diferentes modos de pensar, lo que amplía su perspectiva y su capacidad de abstracción.
Por último, la investigación sugiere que la lengua materna reside en las palabras que elegimos, pero también, y mucho, en la forma en que percibimos el mundo. Al aprender un nuevo idioma, nos aventuramos en una danza entre la familiaridad y la extranjería, explorando nuevos matices de nuestra propia identidad.