Por Alberto Ray – AlbertoRay.com
La confianza, un valor intrínsecamente ligado a la seguridad, desempeña un papel clave en la dinámica de las relaciones humanas. Este valor no solo fortalece los lazos entre amigos, familias y comunidades, sino que también contribuye a una convivencia más armoniosa y niveles más elevados de cohesión social.
En su esencia, la confianza se manifiesta como un conductor de interacciones positivas, operando como un puente que conecta a las personas en un tejido sólido de relaciones. Al existir confianza, se generan vínculos más fuertes que perduran en el tiempo, proporcionando una base sólida para el crecimiento y la estabilidad de las comunidades.
La definición misma de confianza implica una seguridad o esperanza firme en algo o alguien, lo que se traduce en una reducción de la incertidumbre hacia el futuro. Este elemento de certeza se convierte en un cimiento sobre el cual se construyen relaciones sólidas y duraderas. La confianza, por ende, no solo actúa como un indicador de seguridad en el presente, sino que también establece una base para un futuro más predecible y estable.
Es relevante destacar que, al igual que otros valores, la confianza es frágil y puede perderse fácilmente. Sin embargo, la capacidad de reconocer cuándo se tiene y cuándo se pierde es fundamental. Este autoconocimiento fortalece la capacidad de reconstruir la confianza perdida, permitiendo que las relaciones se recuperen y evolucionen hacia formas más sólidas y resilientes.
En el análisis del problema de la inseguridad, la confianza o su antónimo, la desconfianza, se presentan de formas e intensidades distintas y pueden operar como indicadores de alineación de políticas públicas orientadas a la reducción de la violencia en una sociedad.
Un primer aspecto que señalar es que la confianza es una piedra angular en la construcción de sociedades libres y democráticas, se manifiesta de manera particular en el grado de fe que depositamos en nuestros líderes y en las instituciones que dan forma al entramado social. Desde el momento de elegir a nuestros representantes hasta la materialización de sus promesas, la confianza emerge como el activo más valioso en el ámbito político.
En el contexto político, la confianza se erige como el fundamento del éxito en el liderazgo. Proteger y cultivar este activo se convierte en una tarea esencial para aquellos que buscan prosperar en el debate público. Las instituciones, por su parte, construyen su reputación sobre el cimiento de la confianza ciudadana. Cuando, por ejemplo, la impunidad impera en el sistema judicial, se desvanece la expectativa de que la policía, el Ministerio Público y los jueces sean dignos depositarios de la fe del pueblo.
La calidad y fortaleza del tejido social de un país encuentra es una medida de confianza en los actores estatales. La pérdida de esta relación de confianza, una de las perversiones de las democracias convertidas en populismo, engendra un quiebre entre gobernantes y gobernados. Este deslizamiento hacia el egocentrismo político socava la confianza como indicador de calidad social, dando paso al miedo y la represión como nuevos códigos de interacción.
El segundo componente vinculado con la confianza es su contribución en el aumento o disminución del clima de incertidumbre hacia el futuro. La generación de certezas es una vía rápida y directa para la construcción de seguridad. Una ciudad será más segura cuando sus ciudadanos sepan a qué atenerse. Desde el manejo transparente de los presupuestos hasta la publicación de los horarios y las rutas del transporte público, son elementos que impactan en las percepciones de seguridad, certeza y confianza. Los gobernantes deben entender que buena parte de sus responsabilidades pasan por la reducción de incertidumbres. En este punto, la claridad y precisión de las leyes y la minimización de la discrecionalidad de los funcionarios ayudan en el ensamblaje de relaciones positivas y seguras. Este proceso dinámico y complejo que entrelaza las certezas con la confianza es completamente subjetivo y se basa en las percepciones ciudadanas alrededor de la vida pública. Lo significativo aquí es que, en el terreno de la seguridad, son precisamente las percepciones las que dibujan la realidad.
Como último elemento a señalar, la confianza es una fuerza activa que desempeña una función esencial en la construcción del capital social, un tejido relacional que impulsa oportunidades de crecimiento enmarcadas en normas consensuadas de acción. Medido en sociabilidad y colaboración, el capital social se revela como una herramienta esencial para el desarrollo colectivo. Es imposible concebir, sostener y fomentar el capital social sin la confianza como ingrediente activo y catalizador.
La formación de relaciones colaborativas, basadas en la confianza mutua, genera una red de interacciones en la cual los individuos se apoyan y colaboran para alcanzar metas comunes. Este entramado relacional, rico en confianza, no solo fortalece los lazos entre los miembros de una comunidad, sino que también crea un ambiente propicio para el crecimiento conjunto. En este contexto, la confianza actúa como el pegamento que une a los individuos en una red de interacciones positivas, donde el compromiso y la cooperación son valores fundamentales.
La sociabilidad y colaboración, medidas como capital social, se convierten en pilares que sostienen la convivencia en una comunidad. La viabilidad de la coexistencia pacífica está intrínsecamente ligada a los niveles de sociabilidad que existan en su seno. La confianza emerge como una condición indispensable para la seguridad y la armonía, ya que establece un terreno fértil para relaciones estables y colaborativas. Sin embargo, la quiebra del capital social implica la pérdida de confianza y el aumento de la incertidumbre. En Estados fallidos, este desmoronamiento del tejido social se presenta como la falta de confianza de los ciudadanos hacia sus líderes e instituciones. El panorama hacia el futuro se tiñe de oscuridad y desesperanza, y la inseguridad impera en las relaciones cotidianas. La descomposición del capital social, en gran medida, se traduce en la desarticulación de la confianza, un valor clave para una sociedad que aspira su desarrollo bajo las reglas de la libertad y la democracia.
Cuando veo la realidad que nos rodea y el tamaño de las dificultades que tenemos frente a nuestro camino hacia la construcción de sociedades libres, pienso en las palabras de Jack Welch, uno de mis empresarios y escritores predilectos, quién solía decir: “la confianza nos da coraje y amplía nuestros horizontes, permite asumir mayores riesgos y llegar mucho más lejos de lo que imaginamos”