La adolescencia está comprendida entre las edades de 12 a 18 años y se le conoce comúnmente por ser “la etapa de los cambios”: La evolución física, fisiológica, psicológica y demás tiene inicio en la pubertad y finaliza, parcialmente, al llegar la adultez del individuo. Así como el cuerpo cambia, lo hace también la mente al reaccionar y razonar frente a las vivencias. Con esto vienen las inseguridades, el desconocimiento y fortalecimiento del carácter personal. Su imagen personal, sus transformaciones físicas, sus ideologías y demás, van de la mano con un factor: la autoestima.
En este punto es trascendental el acompañamiento de la familia, ya que serán determinantes a la hora de fortalecerla en el hijo. En esta etapa no se puede atacar sino, por el contrario, apoyar constantemente evaluando sus intereses. Menospreciar el comportamiento del adolescente, dará un resultado totalmente opuesto a una conducta fortalecida. Este es el momento ideal para establecer límites, pero no cohibir en absoluto, ya que el joven perderá confianza en los padres y en sí mismo.
¿Qué factores son los más importantes a tener en cuenta en esta etapa?
Para padres e hijos existen factores determinantes que deben considerarse, protegerse y fortalecerse. Desde la infancia, el niño recibe estímulos claves que surcarán su futuro y la forma en que concibe la vida. En primer lugar, podemos considerar que el aspecto físico guiará la visión psicológica de sí y de los demás. Además de esto, va muy ligado el factor fisiológico, que se une con el aspecto físico convirtiéndolos en características principales. Entonces, el joven busca aceptación por parte de su entorno, pero en primer lugar va involucrada la opinión de su familia.
El amor es importante, ¡SIEMPRE!
Además, es vital partir de brindar amor por parte de los padres, demostrado con claridad y sinceridad. Más que expresarlo con palabras, es brindar seguridad a partir del reconocimiento de lo que él espera y apoyarlo con franqueza. Evite compararlo y, por el contrario, potencie a que mejore o transforme sus acciones en alguien mejor para sí mismo, más no para los demás. El ideal lo encontrará en la medida que se sienta seguro de continuar actuando, y no al verse cohibido. Ahora, permita que él mismo se dé cuenta de lo que está mal y, si continúa, tarde o temprano saldrá afectado; por lo tanto, entre a apoyar.
Tiempo en familia
Dedíquele tiempo a su opinión, sin forzar la creación de una conversación (que tal vez no sea correspondida), sino comenzar por un comentario acertado. Al invadir su espacio personal, además de tildarlo como negativo, generará desconfianza de él hacia usted como padre. Entonces, dé inicio de forma emotiva a que continúe haciendo “eso” como lo viene haciendo y hasta mucho mejor. Recuerde que así como usted establece espacios para su trabajo, quehaceres personales y demás, también lo esperan en el hogar. Delimite espacios diarios suficientes para aportar contenido que apoye a su hijo y también le permita enterarse en qué se encuentra.
Antes que todo, recuerde que usted también fue adolescente y también esperó apoyo por parte sus padres. Póngase en el lugar de sus hijos, motive, acompañe, disfrute a su lado y encamínelo a ser él, sin cohibir ni maltratar. Si exige, habiendo obrado en su juventud completamente al contrario, obtendrá lo mismo por parte de su hijo. Recuerde: mucho amor y comprensión.