Desde el séptimo piso. Por Faber Bedoya Cadena
En todas las fincas junto a los machetes, palas, mediacañas, regatones, medialunas, había un buen surtido de varas de pescar, hechas con guadilla. entre más larga mejor, con un nylon y al final un anzuelo. Muchas veces, en las noches de luna, nos íbamos a pescar después de la jornada, porque “se podía pescar de noche” como lo dijo el Maestro Dario Echandia en 1958, a cualquier quebrada o río, de nuestro Quindío, bendecido hidrológicamente. Se pescaban sabaletas, cuchas y corronchos, que servían para hacer caldo. Las sabaletas nuestras tuvieron su apogeo, tanto que en un famoso restaurante de la ciudad se servían fritas, como plato de entrada. La mayoría de las fincas del departamento tienen quebrada, o nacimiento de agua, o están cerca de alguno de los ríos, que riegan nuestra tierra. Espejo, Roble, San Juan, Navarco, Rojo, Gris, rio Verde, que desembocan en el rio Quindío o Barragan, que nacen en las estribaciones del volcán del Quindio en Salento, y estos en el rio la Vieja, que sirve de límites a los departamentos del Quindío, Valle del Cauca y Risaralda y vierte sus aguas al rio Cauca. Un valor agregado de las fincas del departamento, es que tuviera agua.
Los primeros pinitos de la pesca los hicimos en las quebradas y ríos del Quindio, para después aventurarnos al rio la Vieja. Fuimos a pescar varias veces, paloma, dorado, sabaletas, sardinas, bagre sapo, con el difunto Hugo Jaramillo y otros pescadores más. Íbamos a pescar trucha a Salento y Cocora, y participamos en los concursos de pesca de trucha, que se celebraban allí, y en los cuales, el vigente, Guillermo Martinez de la Pava, era el gran campeón.
Ya mayores, con elegantes arreos de pesca, nos fuimos para Anaime Tolima a pescar trucha. Fuimos hasta el páramo del Chili, bajamos a Roncesvalles. Llegamos a salir a las dos de la mañana en caravana de carros, con Hernando Orozco, Jair, Atilano, Héctor Giraldo, fallecido en trágico accidente en Pijao. Jose Luis, Ubiel. Realmente eran grupos significativo de ciudadanos aficionados a la pesca. O los recordados Pedro Maria Gil, quien se fue a pescar al cielo, o los que todavía salen, Jacob, Antonio, Dagoberto, Asdrubal, quien no pesca, pero se encarga del mantener el buen humor. En cada empresa había grupo de pescadores.
El Magdalena Medio fue otro de nuestros destinos preferidos. Ocho horas de camino bien andadas. Fuimos a pescar a los ríos la Miel, Guarino, Cocorná, Samaná, Guare, a pescar bagre, nicuro, blanquillo, capaz, guabina, viringo, mueluda, picudo, tolondra, mojarra azul, biscaina. Acampando en esas extensas tierras, cocinábamos lo que pescábamos. Eran excursiones de varios días, grupos de amigos, algunos ya partieron, y otros ya muy ocupados no sacan tiempo para esas aventuras. El coordinador era, es porque está muy vivo, jubilado de los Estados Unidos el gran Mago, Hernando Cardona Marin y fueron muchas las excursiones a las cuales me pegué y algunas lángaras traía.
Los más expertos iban con frecuencia a los llanos orientales a los ríos Muco, y Caño Muco, el Tomo, Planas, Caño Gavilán, Vita, Manacacias, Puerto Payara, acompañados de don Segundo Augusto Buitrago (QEPD) o del vigente don Jesús Bolivar Cano. Y traían grandes provisiones de pescado. De estas excursiones solo tengo referencias porque nunca tuve ropa para ir.
Punto aparte merecen las anécdotas e historias que se contaban alrededor de la pesca y los pescadores. El pescador era una institución en el Quindio. En el café “el Destapao” los lunes se reunían a contar todas las hazañas del fin de semana de pesca. Algunos tenían callos en los brazos de señalar el tamaño de las sabaletas pescadas. O para oír las historias del señor Augusto Ceballos Restrepo, más conocido por su apodo.
Es encantador e inmensamente sanador, hablar de la pesca, y de todas las aventuras que vivimos. Cerremos los ojos y volvamos a vernos sentados en un barranco o en medio de una quebrada o rio, con el agua a las rodillas, pegados a una vara de pescar, esperando sentir ese placer de que un pez pique el anzuelo, esperar un tantico, sentirlo, nos da pelea, le soltamos cuerda, lo vamos trayendo, y después sacarlo, como chapolea, quitarle del anzuelo, toda una operación delicada. Ese fue nuestro primer método de meditación trascendental, cuando no se necesitaba ansiolíticos, ni antidepresivos.
Pescar es un placer indescriptible. En la actualidad, curtidos de tantas pescas, nos vamos para los lagos del Quindio, o del Valle, a seguir viviendo el poder sanador de la pesca. Sigue siendo un hobby, un deporte, un oficio, terapia, escape, programa familiar dominical. Esto si no lo voy a dejar de hacer, Dios mediante.