Por Andrés Macías Samboni
Colombia ha sido testigo de décadas de conflicto armado que han dejado un rastro de sangre y dolor en sus caminos. Las historias de sufrimiento y pérdida son innumerables, y entre esas voces silenciadas, se encuentra la de mi hermano mayor, un soldado que luchó en medio de esta guerra interminable y cuya voz nunca pudo alzarse en busca de justicia. Hoy, al escribir estas palabras, me encuentro con la firme convicción de que Colombia merece un futuro en el que la paz prevalezca sobre la violencia y donde la justicia sea un faro guía para todos.
Mi hermano, un valiente soldado, dedicó su vida a servir a su país, enfrentando situaciones de peligro y sacrificando su bienestar personal en nombre de la paz y la seguridad. Sin embargo, su historia es solo una entre miles de relatos similares que se han perdido en la maraña del conflicto colombiano. La guerra ha desgarrado a familias enteras, desplazado comunidades y dejado cicatrices profundas en el tejido social del país.
Pero lo que hace que estas heridas sean aún más dolorosas es la sensación de que la justicia es esquiva en Colombia. Se nos dice que debemos mirar hacia adelante y perdonar, pero ¿cómo podemos perdonar cuando la impunidad sigue siendo moneda corriente? Mi hermano, como muchos otros, enfrentó situaciones en las que los responsables de atrocidades quedaron impunes, mientras las víctimas y sus familias continuaban sufriendo.
La guerra en Colombia ha evolucionado con el tiempo, pero no ha desaparecido. A pesar de los esfuerzos por alcanzar acuerdos de paz, las tensiones persisten y las comunidades continúan atrapadas en medio de la violencia. Los jóvenes crecen en un entorno donde la guerra se ha normalizad0, y es imperativo romper este ciclo de violencia para construir un futuro más promisorio.
Para lograrlo, es esencial que se haga justicia. La justicia no solo significa castigar a los culpables, sino también proporcionar apoyo a las víctimas y sus familias. Significa crear un sistema en el que todos los ciudadanos puedan confiar y en el que se respeten los derechos humanos fundamentales. La impunidad no puede ser tolerada si queremos sanar como sociedad.
Además, es fundamental abordar las causas subyacentes del conflicto. Esto implica enfrentar temas como la desigualdad, la pobreza y la falta de oportunidades que a menudo alimentan la violencia. Es necesario invertir en educación, desarrollo económico y programas de reconciliación para construir una Colombia en la que las armas sean reemplazadas por el diálogo y la cooperación.
La paz y la justicia son derechos fundamentales que todos los colombianos merecemos. Mi hermano dio su vida por esta causa, y su memoria y la de muchos otros soldados y civiles no deben ser olvidadas. Colombia tiene el potencial de transformarse en un faro de esperanza en América Latina, pero esto solo será posible si se enfrenta de manera decidida a las injusticias que persisten en su sociedad y se trabaja incansablemente por un futuro de paz y reconciliación.
En memoria de mi hermano y de todas las víctimas de la guerra en Colombia, insto a todos los colombianos a unirse en la lucha por la justicia y la paz duradera. No podemos permitir que la guerra siga siendo el legado que dejamos a las generaciones futuras. Es hora de que Colombia escriba un nuevo capítulo en su historia, uno en el que la justicia y la paz finalmente prevalezcan sobre la violencia.
Como es posible que un pais como Colombia que lleva tantos anos de guerras civiles no pueda salir de ese precario?!Es posible que el pueblo tenga algol de culpa al no saber elejir bien a sus gobernantes