Por Alberto Ray – AlbertoRay.com
A finales de los años 80 del siglo pasado, cuando inicié mi carrera, la utilización de tecnología en seguridad apenas significaba un agregado para la protección de activos. Si bien existía, y las empresas invertían en ella, la posibilidad de integrarla a los procesos aún era lejana. La esencia de la seguridad seguía basada en el ser humano, que, de una manera u otra, se mantenía detrás o al lado de los gadgets tecnológicos.
No cabe duda de la evolución acelerada de los últimos 30 años y las posibilidades que se han abierto con el desarrollo tecnológico y la conectividad, de todo y todos, a múltiples redes en las que interactuamos humanos y máquinas, sin que ya medie alguna diferencia entre unos y otros. En esta nube global a la que hoy estamos vinculados, la seguridad ocupa un espacio muy importante, no sólo por la protección misma de los sistemas y la información, sino porque cada vez más procesos se automatizan y menos humanos estamos detrás, lo que representa un cambio sustancial frente a lo que ocurría años atrás.
Ya la era de integración humano – máquina ha quedado de alguna manera desplazada, ahora estamos en algo distinto. Se trata del poder y la autonomía de una tecnología que vigila, protege y da respuesta a una cantidad de procesos de la seguridad en los que las personas ya no intervenimos. Hace poco estaba en una estación de tren en una ciudad de los Estados Unidos y observé cómo un pequeño robot se dirigía al andén, recogía un backpack que estaba en una esquina y lo colocaba en un container blindado, para luego llevarlo a un sitio retirado y fuera del alcance los pasajeros que esperábamos el tren. Esto ocurrió sin demasiado sobresalto del público, en lo que parecía un trabajo de rutina bastante normal.
Este incidente me hizo imaginar toda la tecnología que podía haber por detrás; video analítica, Deep learning, algoritmos de identificación de conductas sospechosas, detección de posibles explosivos, despacho de unidades robóticas programadas para el manejo de paquetes peligrosos y respuestas de alerta temprana frente a amenazas. Para que todo esto suceda y luzca como normal, mucha historia, inversión, fracasos, análisis y desarrollos han tenido que ocurrir. Me refiero a que hemos llegado a una era en la que la tecnología está brindando unos niveles tan altos de autonomía a los procesos de seguridad, que los seres humanos podemos comenzar a ocuparnos de otros temas e ir dejando a las máquinas muchos procesos tediosos o riesgosos. Esto representa un salto cualitativo, y a la vez un gran desafío a la seguridad.
Observo que, junto a este salto, se está aproximando el momento para que la seguridad se transforme en dirección a un nuevo paradigma, pues todo el proceso de protección, al ser cada vez más delegado a la tecnología, se hará más predecible y permitirá que nos ocupemos de los aspectos más blandos de la gestión y que se resumen en el primer objetivo de la seguridad: crear consciencia del riesgo.
Hasta ahora, en el esquema tradicional hemos entendido que la persona es el eslabón débil en la cadena y que necesitamos construir en torno a ella, anillos concéntricos para protegerla. Al hacer de la protección un proceso delegado en la tecnología, el individuo es resignificado y se convierte, ya no en el objeto, sino en el sujeto, a partir de quien se irradia un halo de seguridad.
Es importante explicar que generar consciencia del riesgo es un objetivo que puede ser medido a través del clima organizacional de las empresas y que no está exento del uso de la tecnología. Con el desarrollo de la Inteligencia Artificial se abre un terreno extenso para la formación de cultura en prevención de riesgos y la formación del carácter de seguridad que se acuerde construir en la organización.
Conozco casos de corporaciones trasnacionales con presupuestos elevados de seguridad e inversiones significativas en tecnología, que siguen vulnerables, pues la causa raíz de las debilidades está en la gente y no en los múltiples sistemas y que la rodean.
Lo interesante de estos procesos de evolución es que, así como se terminan algunos ciclos, se abren otros nuevos. En este punto me atrevería a decir que estamos entrando en la era de la conciencia superior de la seguridad, en la cual el ser humano tendrá el poder de generar y propagar tranquilidad y certezas en su entorno, mientras que la tecnología se encargará de hacer su parte.
Dicen que cuando una tecnología se hace tan confiable y se entrama en el tejido de la sociedad, se termina invisibilizando y la consideramos parte de nuestra existencia. Pienso que algo así terminará pasando en la seguridad. ¡¡Ya veremos!!