Eli Bravo. Vía El Nacional
En los últimos años el mindfulness se ha convertido en un comodín que hace juego con prácticamente cualquier cosa. Basta revisar Amazon para encontrar libros que aplican el mindfulness al golf, al entrenamiento canino, la sexualidad o la jardinería. Incluso hay un Mindfulness for dummies, que, por cierto, se ha vendido bastante bien. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de mindfulness?
Una traducción literal sería «plenitud mental», pero esto no dice mucho. La traducción más común es «atención plena», que si bien es un tanto más precisa, resulta limitada porque la atención es una de las cualidades del mindfulness, pero todavía hay mucha tela que cortar. Diana Winston, directora del Mindful Awareness Research Center de UCLA, dice que «es prestar atención a nuestras experiencias en el momento presente con apertura y curiosidad, junto a una disposición a estar con aquello que es». El Instituto Mexicano de Mindfulness lo pone así: «Es la capacidad de estar en el momento presente de una manera equilibrada, con una actitud de aceptación y apertura».
OK, suficiente teoría, vamos a la práctica.
Imagina que sales de casa con retraso para llegar a una reunión y, mientras te quejas del tráfico, vas pensando en las cosas que debes hacer o las que te sucedieron hace unas horas, semanas o años. Cuando llegas a tu reunión entras en la sala sin haber prestado atención a lo que se te cruzó en el camino. Al sentarte notas que te duele la espalda, pero lo ignoras de inmediato. Tampoco le prestas atención al mal humor que arrastras. Tú simplemente te sientas y comienzas a reaccionar a todo lo que te lanzan en la mesa. Al cabo de una hora sales con un estrés que te retuerce el estómago, pero no te detienes. Sigues y no paras hasta derrumbarte en la cama cerca de la media noche. Quizás duermes o quizás te asalta el insomnio. Y todo comienza otra vez al día siguiente.
¿Conoces la película?
El mindfulness no hará que se desvanezca el trafico citadino, que el jefe amargado se esfume o que tu carga de trabajo desaparezca. Lo que te ofrece es la posibilidad de ver las cosas con claridad y de conocer como funciona tu mente. Eso te permitirá manejar tus emociones y sentir más relajación. ¿Cómo? Ayudándote a reflexionar, entender y elegir las mejores formas de relacionarte contigo mismo y con el mundo.
O, volviendo al ejemplo, mientras se encuentra atrapada en el tráfico, una persona que practica mindfulness siente su cuerpo y observa el torrente de pensamientos en su mente. Entonces, en lugar de dejarse arrastrar por la corriente, se enfoca en su respiración, en las sensaciones corporales y lo que sucede a su alrededor. También se da cuenta del tren de pensamientos que se mueve y procura desengancharse. Antes de entrar en la sala de reuniones es consciente del dolor de espalda, y posiblemente, respira un instante para reducir el malestar y reconocer su estado de ánimo; sin juzgarlo, simplemente aceptando que se siente así.
Con esta actitud, la persona que practica mindfulness quizás pueda regular mejor las emociones cuando salten los inconvenientes en la conversación. Finalmente, al volver a su puesto de trabajo, nota en la respiración entrecortada y la opresión en el estómago que el estrés está llegando a un pico, entonces hace una pausa para enfocar la atención en el presente y bajar el ritmo. Luego sigue adelante, pero en lugar de hacerlo como caballo desbocado, lo hace desde un espacio de mayor amplitud y relajación.
¿Suena imposible? Cada día aparecen nuevos estudios científicos que demuestran la efectividad del mindfulness para elevar los niveles de bienestar.