El autoengaño es una técnica favorable cuando lo que está en juego es nuestra comodidad.
Las “mentiras piadosas” que nos contamos a nosotros mismos hacen que realizar cambios drásticos y necesarios en nuestra vida pase a ser solo una opción, y que continuemos ajustándonos a las circunstancias que resultan más fáciles para nosotros, incluso si nos hacen daño o frenan nuestro desarrollo.
Para la psicóloga Andrea Bonior, autora del libro “Psicología: Pensadores Esenciales, Teorías Clásicas y Cómo Ambos Informan Tu Mundo”, las mentiras que nos decimos a nosotros mismos y que influyen en el reforzamiento de conductas disfuncionales que no contribuyen a nuestra felicidad, son siempre mentiras perjudiciales.
Estos engaños autoinducidos se convierten en parte fundamental de nuestro diario vivir de tal manera que pueden considerarse elementos egosintónicos, es decir que pasan a ser argumentos para justificar nuestras creencias y dar testimonio de quiénes somos.
El problema con las mentiras egosintónicas, explica Bonior, es que impiden crear cambios en nuestras vidas, y algunos de estos cambios son realmente necesarios para un mayor bienestar mental, físico y espiritual.
Caemos en estas mentiras porque nos ofrecen comodidad a corto plazo en el momento, pero pagamos esa comodidad momentánea con el crecimiento a largo plazo que nos perdemos la oportunidad de tener.
Para Bonior, algunos autoengaños distorsionan nuestra visión del mundo y nos impiden alcanzar el grado de felicidad que merecemos en la vida. Entre ellos, la psicóloga recomienda cuidarnos especialmente de convertirnos en víctimas de los siguientes:
1. Cuando suceda “esto” o cuando tenga “aquello”, entonces seré feliz
La famosa mentira de las situaciones condicionales de cuya ocurrencia depende estrictamente nuestra felicidad hace que vivamos en ascuas, esperando que una serie de eventos extraordinarios tenga lugar para que la consecuencia tan deseada se materialice.
Bonior denomina esta creencia como “el mito de la llegada” y es una forma de escapar a la responsabilidad por nuestros actos convenciéndonos de que no tenemos el poder de crear circunstancias positivas en nuestra vida, sino que dependemos del destino o de la suerte.
2. Él/ella cambiará por mí, porque me ama
La segunda mentira autoinducida es la creencia de que los demás modificarán sus conductas disfuncionales y se convertirán en una mejor versión de sí mismos porque su amor hacia nosotros es lo suficientemente grande para hacerlo.
No es que los sentimientos no influyan en la toma de decisiones de las personas, pero cuando alguien no quiere cambiar por sí mismo, la verdad es que tampoco lo hará por alguien más salvo que se trate de una metamorfosis temporal para ganar el visto bueno del ser amado.
Los cambios internos requieren un proceso de concientización del yo, y en esto solo puede ser protagonista el individuo en el cual se gestará el cambio.
3. Mañana empiezo
No solo aplica para las dietas, también para el abandono de adicciones y el aprendizaje de una nueva habilidad.
Ya sea por pereza o porque nos asusta salir de nuestra zona de confort, el “mañana empiezo” se transforma en el mantra de muchos para aliviar la culpa inmediata por no haber iniciado en el momento presente con lo que se supone que deberíamos estar haciendo.
Dejar las cosas para mañana nos permite seguir explayándonos en la comodidad de lo conocido. No es necesario esforzarse por hoy, ya que creemos haber tomado voluntariamente la decisión de comenzar a obtener progresos al día siguiente cuando, en realidad, podríamos obtener los mismos progresos si tuviéramos la voluntad de iniciar ya mismo.
4. Él/ella no quiso decir/hacer eso
Cuando creamos excusas para proteger a las personas que amamos de nuestro propio desamor, faltamos de cierta manera a nuestro amor propio.
Los hechos hablan con mayor claridad que las palabras, pero no siempre nos agrada lo que demuestran. Engañarnos en casos como estos para evitar adoptar una imagen desfavorable de nuestra pareja o de alguien importante en nuestras vidas es someternos a una ceguera voluntaria donde entra en juego nuestra dignidad.
Por mucho que amemos a alguien, si percibimos que verdaderamente nos genera daño de forma consciente e indiscriminada, nuestro bienestar mental y emocional debe ser siempre la prioridad número uno.
Esto no quiere decir que no debamos perdonar las fallas de nuestros seres queridos, significa que no debemos inventar engaños a propósito para minimizar las consecuencias de sus actos y ocultar nuestro dolor.
Mintiéndonos así, solo contribuímos a que los demás evadan su responsabilidad mientras nos dañamos a nosotros mismos faltando a nuestro respeto propio.
5. Solo necesito tener más fuerza de voluntad
La fuerza de voluntad no hará que alcances tus metas por arte de magia si no tienes disciplina.
La voluntad es algo que acompaña a todos al momento de tomar una decisión, sea favorable o desfavorable, pero la capacidad de ser disciplinado implica que hagamos lo que debemos hacer incluso cuando no deseamos hacerlo.
La disciplina crea una brecha entre los impulsos emocionales y los propósitos racionales; hacia donde se inclina nuestra autodisciplina, se inclinará nuestra voluntad.
“¿Quieres dejar de usar esa tarjeta de crédito? Congélala — literalmente — en un bloque de hielo”, dice Bonior.
Lo que necesitas para modificar esos hábitos que te perjudican es tomar acciones reales que te ayuden a crear las condiciones que deseas. Seguir mintiéndote solo prolonga la amargura por no sentirte la persona que quieres ser.