Hace unos días, una amiga radicada en Venezuela, Luz Aleyda Gurarumo (QEPD), me envió un mensaje y escribió lo siguiente:
“Observé con mucho cuidado todos tus artículos publicados, dedicados a los niños, a la juventud, a la naturaleza, a tus hijos, a tu padre, entre otros, y no encontré alguno dedicado a tu mamá. Es por ello, desearía que para el día de la madre, escribas un segmento completo referente a ella. Sus enseñanzas, todo lo que recuerdas y lo que significa para ti. Hacer un homenaje en su honor. Seria bonito ¿no crees? Espero tu respuesta, ¿estás de acuerdo?”
Inmediatamente, le contesté:
“Sí. A ella le hice un artículo lleno de amor. Lo hice en mi habitación, mirando hacia la suya. Mientras lo escribía, mis lágrimas hacían que mis ojos se nublaran todo el tiempo. Lloré y lloré escribiendo.
Yo viajaría para Inglaterra una semana después. Ella quedaría ahí, en casa. Ese artículo lo guardé en un sobre y se lo entregué a una compañera de trabajo. Le dije que lo leyera en el momento oportuno. En su funeral”
Aprovechando que se acerca el Día de la Madre, busqué en el baúl de mis recuerdos el artículo mencionado y lo transcribo aquí
Adiós a una madre
Madre,
He sido el más loco de tus hijos. Desgraciadamente, hoy, soy tu hijo ausente. Ese que tuvo que partir y al que le diste una bendición y un beso que jamás se borrarán de mí.
Hoy, estoy de nuevo aquí. Dios quiso separarnos físicamente, pero mi espíritu está aquí. Lo sé. No te he dejado sola.
Como toda madre buena que siempre desea lo mejor para sus hijos, me diste el permiso para partir a tierras lejanas. Hoy, recuerdo una canción y al instante, miro las estrellas. No necesito de muchas palabras para explicar qué se siente.
Estoy alegre, porque Dios y los ángeles te han recibido y ya tienes tu parte en ese lugar que llaman cielo. Estoy alegre, porque siempre fuiste una mujer que se entregó a sus hijos y nos enseñaste el buen camino. Siempre nos supiste guiar. Estoy feliz, porque eres mi ángel guardián.
Estoy triste, porque sé que ya no volveré a ver tu sonrisa. Esa sonrisa de madre que todo lo alegra. No volveré a escuchar tus dulces palabras y tus consejos sinceros y plenos de ternura. Estoy triste, porque a mi retorno, no habrá el abrazo y el beso de una madre, de mi madre.
Pero, Dios sabe cómo haces sus cosas y es, por esa razón, por la cual pienso en muchas cosas hoy. Recurren a mi mente todos los juguetes y paseos. Los besos y las caricias. Los regaños y los consejos. Todo eso hizo que en mí hubieras formado un hombre pleno de alegría, amistades y simpatía.
Gracias madre. Son las dos palabras que puedo decir hoy. Gracias madre, porque madre hay una y no volveré a tener otra mujer a mi lado que pueda decirme: hijo, como lo hacías siempre.
Madre, hoy te rindo homenaje. Cristo nos pide fortaleza y eso tendré. Cristo nos pide fe y sé cuánto la necesito.
Madre, quiero arrepentirme hoy por todos esos detalles malos que tuve para contigo y por lo mal que pude comportarme. Sé que me oyes y eso me da confianza.
Estamos aquí todos tus hijos. Nadie se ha ido. Todos formamos una familia y aquí nos tienes. Madre, Dios es amor. Viva el amor. Te amo, madre querida.
Manuel Gómez Sabogal