Por Manuel Gómez Sabogal
Todavía enclaustrado, vale la pena soñar y seguir tejiendo ideas, fantasías, en ese futuro que espera al mundo después de la pandemia.
Soñé que más de 2000 millones de personas enjauladas, encerradas, guardadas, todo debido al coronavirus, salían de sus cárceles privadas, llenas de alegría, diferentes, animadas.
Soñé que las redes sociales se atiborraban de mensajes llenos de amor, afecto, ternura, paz, tranquilidad como para animar a cada persona, a cada amigo. No había frases de odio, amargura. Todo era felicidad.
Soñé que había abrazos, llanto, llamadas a Dios, plegarias, oraciones, misas, cultos, lágrimas. Y que, después de unos meses, en el Quindío todo era felicidad. Es decir, el egoísmo, el odio, la maldad desaparecían como por encanto.
Los cambios, en todas las personas, llegaron en poco tiempo, como por arte de magia.
Soñé que así iría a pasar. Y todo sería mejor, pues, veía la presencia de Dios por todas partes. Nada tiene que ver Dios con lo que sucedió, pues siempre dije que la pandemia era un mensaje para que entendiéramos, que éramos sordos, ciegos, mudos y que nada sabíamos sobre lo que podría seguir.
Soñé que, si hoy hay problemas, después de la pandemia todo sería color de rosa. Si en el Quindío ha habido grandes dificultades, estas se solucionarían después, todo sería distinto.
El desempleo bajaría, porque muchas empresas pequeñas abrirían y sus propietarios o emprendedores tendrían ánimo, ganas de empezar nuevamente. Las grandes empresas empezarían a producir nuevamente y los empleados regraban con mucha fe a realizar lo suyo.
Soñé que niños y jóvenes dejarían de usar tanto el celular y disfrutarían grandes momentos en familia. Que aprendieron a ser mejores durante su estancia en el hogar, a pesar de haber sido un encierro obligado. Leyeron, jugaron, se divirtieron, vieron películas, aprendieron a cocinar, arreglaron sus cosas.
Soñé que colegios y universidades eliminaban los encierros en salones de clase y utilizaban el campo y áreas abiertas para las sesiones y no clases como se llamarían de ahora en adelante.
La tolerancia se sumaría a la seguridad. No habría más contratiempos, pues la situación política de nuestro territorio permitiría mejoras. Es lo que vislumbré en mi sueño.
Soñé que los políticos cambiarían su estilo de hacer política y que todos estarían pensando en el pueblo, en la región en el país, en el mundo.
Soñé que en cada municipio, concejales y alcaldes trabajarían por su pueblo. Que darían todo para que los ciudadanos tuviesen lo mejor y gozaran la vida.
Ojalá todos cambiásemos, pensáramos en los demás y nos volviésemos solidarios, que dejemos el egoísmo y la palabra solidaridad sea la reina después de la pandemia.
Quién más que yo quisiera que todo fuese diferente y lo vi así. En mi sueño, el futuro vi un mundo diferente, lleno de alegría y lleno de puntos muy positivos. Algo me dijo que sería así, que todo sería mejor aquí y en el mundo.
Quién más que yo, quisiera que ya no hubiese guerrillas en el mundo, ni masacres en pueblos, asesinatos en ciudades.
Quién más que yo quisiera que en nuestro departamento no hubiese incertidumbre. Quién más que yo quisiera un cambio en todos y cada uno de los seres que poblamos el Quindío.
Soñé que el mundo sería totalmente diferente…Quisiera que este sueño fuese realidad…
Anoche, yo tuve un sueño…
Los sueños son anhelos profundos que salen de la fuerza del espíritu. Asi deberíamos vivir dominados por la fuerza del amor y dejar entrar la luz para que brilla se en cada ser.
Así es, María Victoria. Gracias por tu visita y por tu comentario.
Por cierto, me encanta como escribes. Gracias por permitirme dar a conocerlo.