Desde el séptimo piso, por Faber Bedoya
En días pasados un compañero nuestro arribó a la gloriosa meta de los ochenta años. Sabemos por invitaciones que nos hacen, que llegar a esta edad, es algo espectacular, y con salud, en condiciones aceptables, superando varias intervenciones, con hijos presentes, o, aunque lejos, pendientes del viejito, y nietos que le escuchan. Sus tres hijos se propusieron celebrarle por lo alto tan destacado acontecimiento y como fue maestro toda la vida, y se reúne mensualmente con sus compañeros de trabajo, aprovecharon esta circunstancia para hacerle la fiesta, con un toque temático, hacer de su reunión, un día de clases. Y para el efecto le pidieron el favor a don Aníbal, quien era el experto en organizar los horarios en los dos colegios en los cuales laboraba, que programara, como sesiones docentes, desde las once de la mañana hasta las cinco de la tarde, con horas precisas, las actividades que tenían pensadas, saludo, recepción con una copa de vino, ubicación y encuentro de compañeros, palabras de bienvenida por el animador del evento, el almuerzo, solo tres platos, salmón, pollo y churrasco. Durante el almuerzo presentación de una cantante, con música suave, después del almuerzo, un brindis por el cumpleañero, repartida de la torta, palabras, artistas espontáneos, fotos, y preparados para, más o menos a las tres de la tarde, presentación estelar de un mago hipnotizador, que los pondrá a hacer cosas inimaginables para todos. Entonces, la misión de don Aníbal, que aceptó realizarla, era repartir todas esas actividades con la precisión que siempre lo hizo, en las horas destinadas. El compromiso era que a la cinco tenían que entregar el salón.
El compañero que cumplía años tenía sus peculiaridades. Siempre se había desempeñado como docente, en todos los niveles de la educación. Primaria, secundaria, y terminó como docente universitario, allí se pensionó. Desempeñó cargos administrativos, un solo matrimonio, muy deportista, practicó ciclismo, hasta que un día sin saberse porque, le dio un desmayo, afortunadamente fue en terreno plano, perdió el conocimiento, se cayó estrepitosamente, y le diagnosticaron un problema cardiaco, se fue de operación de corazón abierto, eso hace diez años, y está muy bien. Recién pensionado. Se dedicó a hacer lo que tanto le gustaba que era leer y un día lo invitaron a participar en un taller literario, y desde ese día colabora con escritos en un periódico local, y con relatos para un taller de lectura y escritura creativa. Ya dejó el ciclismo, pero asiste puntual a la pista de atletismo de la universidad a caminar todos los días, y con frecuencia se le ve por las calles de Armenia, caminando, largos recorridos. El otro ejercicio que practica con especial destreza es conversar con todo quien se encuentra, fueron muchos años de docencia en los cuales cosechó infinidad de alumnos, amigos y compañeros de faena. En su onomástico, solo reúne una muestra de 80 amigos, que le darán regalos para repartirlos en ochenta familias pobres de un barrio cercano a su casa.
Y llegó el día de la reunión. Don Aníbal apareció con un elegante y bien diagramado horario de actividades, para el lunes 6 de mayo del 2024. Solo faltó que fuera en el formato que nos regalaban en las papelerías. Y los invitados, ochenta en total, llegaron antes de las once, a las once en punto se inició el acto con la lectura del horario de actividades por parte de don Aníbal, mucha alegría, camaradería. A las once y 15 llegó María Elena, que siempre llegó tarde.
Se desarrolló todo con una precisión matemática, como lo enseñó don Iván. Cada cambio de actividad, lo indicaba un timbre, como en el colegio nocturno donde trabajaron la mayoría. Hasta las dos y cincuenta, cuando se iniciaron los preliminares para la presentación del mago hipnotizador que haría las delicias de todos los presentes. Se trataba de nadie menos que, Tony Kamo, el famoso hipnotizador, con programas en la televisión colombiana. El animador explicó cómo se desarrollará la sesión, que sería una representación en vivo, la actuación será tan real, como que estamos aquí presentes, y veremos a voluntarios, colaboradores, escépticos, público en general, realizar actividades nunca imaginadas por ellos ni por ustedes. este es un espectáculo apto hasta para cardiacos, añadió el animador. Y apareció Tony Kamo, y sin preámbulos de ninguna clase, empezó la función y en par de minutos ya estaban dormidos los de las mesas de la derecha. Y unos gritaban, otros cantaban, declamaban, se reían a carcajadas, bailaban, intentaban hacer streap tease, uno impuso silencio porque tenía algo muy importante que decir, “toda mi vida fui humillado por ese rector que me tocó, me traicionó, cuando pudo me vendió, y a una seña, todos quedaron dormidos otra vez. Otra seña y los dormidos fueron los de las mesas del centro. Había muchas mujeres, se hicieron reclamos entre ellas, se dijeron palabras irrepetibles, una respetable dama quiso agarrar por los cabellos a otra respetable dama, un caballero lloró mucho, otro hizo declaraciones de amor. Una dama impuso silencio para decir, “fueron inolvidables las noches que pasé con ustedes, no falté a fiesta, me los bailé a todos y con otros mucho más que eso, y es la ocasión para contarles…”, y a una seña todos quedaron dormidos otra vez y a otra seña se quedaron dormidos los de las mesas de la derecha. Increíble alboroto, bailes, música de despecho, mucho licor, cigarrillos, bohemia de alto nivel, una dama mostraba las piernas por una copa de aguardiente, y fue ella quien narró que una noche, y a una seña todo el auditorio estaba dormido. En ese momento sonó el timbre del administrador del restaurante, porque don Aníbal también estaba preso de profundo sueño. A una seña todos despertaron, se miraban, y lo más serio, no sabían que había pasado, nada, no recordaban nada.
Oyeron la voz del cumpleañero dando las gracias por la asistencia, despidiéndonos, pero en la cara de todos había una sonrisa de satisfacción, grande, sincera, como si nos hubiéramos quitado un peso muy grande de encima como si en ese día hubiéramos soltado las cargas que llevamos durante muchos años. Quedamos listos para otro día de clases como este.