Desde el séptimo piso, por Faber Bedoya C
Espero releer esta nota desde algún lugar del mundo, pero en este mundo. Y mirándome en tus ojos claros, razón de vivir mi vida. El teclado es amplio undívago y confuso. Las letras saltan, se esconden, antes estaban prestas a unirse para formar palabras, frases, hoy están recónditas no quieren aparecer. No le obedecen a mi mente, porque ella está más confusa todavía. Solo hay un tema rondando por el entorno mental, mis deberes. No en el sentido de hacer, sino en el otro. Y cobra vida y se convierte en monstruo nocturno, como si la noche fuera aliada del no poder hacer nada, y menos a esas horas, así tuviera las soluciones, no hay nada abierto y tampoco las tengo. Son las 2:05 am, y no he dormido nada. Me levanto, doy vueltas a la solitaria sala, recorro el apartamento, ya lo recorrí, vuelvo y me acuesto, apenas son las 2:35.
No puedo leer, ni escribir, solo pensar, en que estoy pensando. Y en qué. Ya he oído Ondas Alfa que dicen es lo mejor, me acuesto otra vez. En el reloj, son las 3:45 a.m. bueno creo que algo dormí, está lloviendo, me asomo a la ventana, tiene mucho sentido y valor esta lluvia. El sonido del agua puede ser arrullador, me acuesto. Creo que dormí porque no pensé nada, no oraciones, meditaciones. Solo vivir dormido por un rato, siquiera. Y lo logré, las 5:15, me levanto ahora de verdad. Y cómo enfrento la vida, a estas alturas del partido. Sin recuerdos, ya para qué, con el presente atado al cuello, y sin salidas, preso de mis propias equivocaciones, a la espera del milagro. Me digo, es muy poco, para los que tienen mucho, y los plazos se agotaron, las reservas también, mis embalses se secaron, mi energía se debilita, mi fuerza se acabó. La lucha terminó y qué queda. Cómo me miro en tus ojos claros, razón de vivir mi vida.
Pero y cómo salgo por la puerta de atrás de la existencia, será que esta frase la quieren oír o leer mis antepasados, o mis hijos y nietos. No creo. Entonces vida, dime, dame otra oportunidad, mira que existo, que quiero permanecer en tu agenda. Me cuesta trabajo decir adiós, deambular. Que no llegue otra noche como las últimas, sin dormir, sin soluciones, cuando despunta el alba. Ahora salgo a encontrarme con la vida en soledad, todas las puertas están cerradas, agotadas, esperando mis respuestas, no evasivas, presentes, sin más después.
El día está triste, nublado, hecho a medida de mi desesperación. No, todavía no. Creo en Dios. Hay luces en el horizonte, faltan ocho días para el treinta. Para llegar a ese día tengo que vivir hoy. Salgo a la calle, tantos saludos, estoy bien presentado en cuerpo, mente y espíritu. Mi semblante no refleja nada los deberes. Me divierto caminando, me veo en los demás, devuelvo sonrisas, escucho historias, la mía no la cuento, nadie la cree. O será que todos se la saben y soy el último en enterarme, de esa realidad. No había pensado en eso. Otra carga más para la noche, me estoy quedando solo. Pero sí veo mucha gentileza en los saludos, y dicen mi nombre con amabilidad y con agradecimiento. Leo los resultados de los exámenes de laboratorio, todo normal, muy bien. Paciente adulto mayor sano. Solo cita de control en tres meses. La salud es mi tesoro muy preciado, y no la pueden minar problemas que se resuelven con plazos verdaderos. Tampoco la fortaleza emocional, menos la espiritual. Son perfecta espada y fuerte escudo.
Vuelvo a mirarme en tus ojos claros y me tiendes la mano. Soy sincero, todo es verdad, no exagero, ni miento. La situación obedece a desorden, nada extra o ajeno a mis dominios. Y me das otra oportunidad y vivo el día de hoy. Bien, muy bien, pasaré una buena noche, no importa la visita matutina del señor que un día fue amable, pero después hosco y tirano. Y que se repite por treinta días seguidos, pero me falta poco, muy poco. No tomo pastillas para dormir, solo aromáticas. Me basta el saber que tú estás bien, es el mejor somnífero. Se cerró el día, y mis números no coincidieron con los que aparecieron en el tablero de la operadora de sueños. Será dormir. No pensemos, siempre habrá un mañana y responderemos presente. Sin escondernos, porque creo que llegará el día, no lejano, en que pueda mirarme en tus ojos claros, razón de vivir mi vida, tranquilo, sin deberes, estrenando vida nueva, y solo para ti y cuando termine mi vejez, estés conmigo.
Te dejo teclado amigo porque la próxima vez solo escribo una palabra y la comparto contigo, Buenos y gloriosos días. Hasta pronto.