La culpa es como el monstruo bajo la cama que nos asustaba de niños y que solo nosotros podíamos ver. Aunque otras personas tengan conocimiento de nuestras experiencias de vida, nadie puede palpar el sentimiento de culpa con la misma intensidad que quien lo siente, y el gran problema es que, en ocasiones, ¡ni siquiera sabemos cómo dejar de sentirnos mal!
El Dr. Walter Riso, nos brinda consejos prácticos para vencer el sentimiento de culpa y ser más felices. Liberarnos de la angustia y pesadez que derivan de un estado mental ansioso puede marcar una gran diferencia en nuestra forma de ver el mundo y en nuestra calidad de vida.
Presta atención a los siguientes consejos para deshacerte de la culpa y alcanzar tu máximo estado de paz mental. Después de todo, ¿qué queda de la vida si no la disfrutamos?
La culpa es una cadena que me ata al pasado, ¡y decido cortarla!
Toda nuestra concepción del mundo, y por ende, todo lo que nos ocurre, guarda relación con nuestras creencias. La culpa no es la excepción; de hecho, el sentimiento de culpa se asocia con aquella voz en nuestro interior que nos dice que estamos obligados a “hacer lo correcto” y que, si no lo hacemos, debemos ser castigados por ello.
Esto hace parte del masoquismo moral que, muchas veces, heredamos de una crianza religiosa o demasiado estricta. Por desgracia, no es una buena receta para ser libre y feliz, ya que perdemos el derecho a cometer errores o a “no encajar en el molde”.
Cuando reestructuramos estas barreras cognitivas y tomamos la decisión de sentirnos bien por encima de nuestro contexto, crianza o cultura, comenzamos a modificar esquemas de pensamiento rígidos e inflexibles por una forma más empática y positiva de ver el mundo. Comenzamos a reconocer que tenemos derecho a equivocarnos, a no estar de acuerdo con los demás, a defender aquello en lo que creemos, a amar y reír con locura…
Entonces, sentirse culpable deja de ser una característica de las “buenas personas”. En lugar de eso, preferimos sentirnos bien con nosotros mismos, plenos y libres, y ser personas alegres sin importar lo que ocurra en nuestro entorno.
Parte del proceso es reconocer que la culpa forma parte de un pasado que, aunque podemos recordar, ya no existe. Las personas que se sienten culpables recuerdan constantemente un hecho o acción que desearían poder cambiar, y es la imposibilidad de modificar el pasado lo que intensifica la culpa.
Si asimilamos que no es posible intervenir en la realidad desde el ayer, y que la única vía posible está en el presente, podremos cortar las cadenas de la culpa con más facilidad y dedicarnos a construir o realizar cambios en nuestra situación actual.
No me obsesiono con el futuro, me ocupo de él sin dejar que me arrastre
La culpa es ansiosa, y pretende hacer que veamos todo de forma negativa, con pesimismo, preocupación catastrófica y tendencia a tratarnos a nosotros mismos como “víctimas de las circunstancias” o autores del mal.
Nada de esto sirve para construir una vida feliz, y mucho menos una personalidad sana. Es importante comprender y reconocer una gran verdad para combatir la culpa: nadie tiene el futuro comprado. Nadie puede garantizar el éxito eterno, e incluso los grandes genios cometieron errores de los que se arrepintieron después.
Esto es parte de ser humano, de estar vivo, y no debemos permitir que la culpa nos condene a un caparazón de inmovilidad.
En lugar de repetirnos una y otra vez que hemos hecho algo mal, que lo hemos arruinado todo o que nada puede salir bien, comencemos por reconocer que la perfección no existe, ¡nadie lo es, ni siquiera nuestros padres, amigos o famosos! Todos cometemos errores y lo único que realmente importa es cómo transformamos esos errores en aprendizajes.
Pedir disculpas a las personas que sentimos haber herido, o reflexionar y prometernos pensar mejor antes de hablar la próxima vez, son lecciones de madurez y sabiduría para sentirnos orgullosos, no avergonzados. Finalmente, si no es posible hacer nada para enmendar un error, aceptar que nos equivocamos y seguir adelante es la mejor decisión, por nuestra salud mental y desarrollo humano.