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Por Faber Bedoya Cadena
Los veteranos de tantos calendarios, expertos en años viejos, abiertos a las renovaciones, tenemos muchas razones para ser realistas con cada año nuevo. Nos entusiasma, nos motiva, nada de nervios. Aprendimos hace rato que es solo un día a la vez, que es solo por hoy y con ese mantra llevamos varias décadas de alegre abstención. Y esto nos da la responsabilidad de seguir siendo testimonio de la presencia de un Ser Superior en nuestras vidas. Cada año son menos los propósitos, las promesas, las lentejas, el baño en champaña, los huevos escondidos, las doce uvas, la vuelta a la manzana con una maleta. Las reuniones más discretas, moderadas, se advierten las diferencias de edades, La cena se sirve temprano, se respetan las exigencias dietéticas. La ubicación en la sala es selectiva, los mayores lejos de la música, ahora por bluetooh y controlada desde el celular. Los años empiezan a presentar su cuenta de cobro, y las limitaciones cobran factura. Resulta que en muchas casas nosotros somos los mayores de la manada.
Tanto en las festividades navideñas como en las de fin de año, hay un denominador común y son los deseos porque haya salud y bienestar, para los miembros de la familia, y en especial para los abuelitos, o sea para nosotros, démonos por aludidos. Cada día nos damos cuenta de ese don preciado de ser un paciente sano, controlado, dado de alta de enfermedades leves, graves, muy graves. Y seguimos dando lata, caminando erguido, conversando sin parar, asistiendo a tertulias, viajando, pródigos en el servicio, una sonrisa a flor de piel, amor y humor sin fronteras. Asistiendo a los controles, venciendo obstáculos, conscientes, facturando días alegres, oyendo música, leyendo, constantes en la fe que nos da la fortaleza espiritual para enfrentar las vicisitudes, ascender, y trascender en el amor y el servicio.
La salud física ya no viene sola, viene en un paquete con la salud mental y la espiritual. Es una perfecta ecuación. En la actualidad han aparecido sinnúmero de trastornos mentales que se convierten en pandemia. Ansiedades, angustias, manías, fobias, neurosis, depresiones, obsesiones, compulsiones, histerias, esquizofrenia, paranoias, miedos, ataques de pánico, vacíos existenciales, duelos, rutinas autodestructivas, adicciones. Proliferación de sustancias sicoactivas, ausencia de normas, falta de presencia paternal o maternal. Familias disfuncionales. Libertinaje. Adicciones sin sustancias químicas, ludopatía, vigorexia, a las compras, al trabajo, al sexo, a las maquinitas, al celular. La falta de sueño, la inapetencia o los comedores compulsivos. Deserción temprana del estudio. Incapacidad para pedir y aceptar ayuda. Vejez prematura. De seguro nos quedan faltando, y la alarmante de estos días, la muerte auto infligida. Súmele la propia determinación de la inclinación sexual. Nosotros los años viejos, ya no tenemos tiempo sino para extrañarnos ante tantas cosas que nos tocan ver, calladitos, porque de seguro en la familia algo de eso hay, pero lo que es muy serio, es como ha proliferado la depresión entre nosotros, o la falta de sueño, la mayoría toma pastillas para dormir, o para estar bien.
Lo que también es denominador común es la fortaleza espiritual que nos ha caracterizado. Seguimos siendo fieles a nuestra fe aprendida desde niño. Nuestras creencias no sufren mutación, ni las afecta el cambio climático, ni las variaciones políticas. Menos las veleidades retoricas. Tenemos alto entendimiento espiritual, como lo presenta San Pablo en la carta a los Colosenses. Y si algo hemos aprendido es a valorar el sentido que tienen las palabras, ya no decimos palabras necias, ni mentiras piadosas, ni verdades a medias, todo lo que decimos tiene que estar respaldado con la práctica. No ve que se puede verificar en Google. Es fe con obras, vida espiritual, testimonial, somos referentes de los descendientes, y eso solo lo pueden dar los espíritus fuertes, constantes, firmes, trascendentes, ejemplares. Son caminos por andar dejando huella. Muchas cosas buenas tienen que salir de tantos hechos nuevos, cambio extremo, de paradigmas, rutinas, estereotipos. Tantas oraciones juntas y en la misma dirección, producen milagros. Se lo aseguro.
Más ahora que solo por la gracia de Dios, nos adentramos en el último peldaño del séptimo piso, empezamos la vida con el año, pues en Enero es nuestro cumpleaños número 79, y olé.