Desde el octavo piso, por Don Faber Bedoya C
Solo por la gracia de Dios, la semana pasada, empecé a habitar el octavo piso de la existencia. Y también por su infinita misericordia, acompañada de la bondad de mis hijos y esposa, participé en un campamento vacacional, de renovación física, mental, emocional y espiritual. Y la verdad sea dicha, es muy agradable y significativo ser un ilustre octogenario, en estas épocas convulsionadas y revolucionarias, con lucidez mental, aceptable salud física, buena memoria, caminando buenos trayectos diarios, invictos en la pandemia, buen amigo, conversador, amante de la verdad, y practicante del amor en el servicio.
Y en ese interregno tan trascendental, tuvimos una compañera y amiga, me refiero a la luna, la semana pasada fue esplendorosa, era luna llena el 25 de enero bajo el signo de Leo, acompañada de lluvia de estrellas, eclipses. Mejor dicho, toda una ciencia alrededor de este satélite natural de la tierra. Ya no somos tan “lunáticos”, los que nos extasiamos contemplando esa belleza celestial.
Cuando nos asomamos a la ventana de las ocho décadas, percibimos el fresco de las zonas superadas, ya poco necesitamos la aprobación de los demás, ninguna necesidad de darle gusto a todos, en detrimento de mi persona. Nos sentimos atendidos por los nuestros, y complacemos a los allegados cercanos. Hay muchas veces que confundimos la patria, con nuestra familia básica.
El vestido que utilizamos la noche de año viejo, para recibir el año nuevo, el día de nuestro cumpleaños, fue hecho con telas sin temor al cambio. La confección tiene altísima resistencia a la frustración, con abertura mental, adornado con pliegues de reaprendizaje. Soporta infinitas lavadas, estrujones, manchas, se puede utilizar cualquier blanqueador, y planchar en frio o caliente.
Cuando cerramos la puerta de ese séptimo piso, le dijimos adiós a muchas actitudes y hábitos pasados. Veníamos preparándonos desde tiempo atrás, es verdad, sin ensayar nuevas sonrisas, caras serias o amables, seguimos siendo auténticos, autónomos. No tenemos ninguna necesidad de tomar posturas artificiales, entrenar discursos de bienvenida a la vida. No recordamos culpas, somos responsables de nuestra recuperación. Es solo por hoy, con la condición que, además de filosofía, es un estilo de vida.
Y lo que más nos llena de satisfacción es, superar las dependencias y los enredos emocionales. Podemos dar y recibir afecto superando los chantajes sentimentales. Ya no tenemos la tiranía de los fisiológico. Hacemos favores sin convertirse en obligación, porque la responsabilidad con los demás, no es una opción, es una decisión. Profesamos tanto respeto por el otro, que ayudarle es sinónimo de superación. Aprendimos a fuerza de golpes, que es mejor enseñarle a pescar.
Claro que hicimos propósitos para el año nuevo, físicos, mentales, emocionales y espirituales. Seguiremos caminando, Dios mediante, sin el podómetro, ahora con el cronometro. Una hora por la mañana y otra por la tarde, o las dos horas de una, cuando se pueda. Mantener la alimentación sana, buena higiene del sueño. Siempre soñé con ir al gimnasio, un cuñado me regaló un mes en un centro fitness, que nos van a enseñar, a estas horas de la vida, a respirar, a meditar, a descansar de la mente, y a darle algún tiempo libre a esa exigente amiga. Gimnasia pasiva, rumba terapia, quien lo creyera. Pero acepto términos y condiciones.
Desde hace tiempo dijimos adiós a las infidelidades económicas. A los compromisos tipo Upac, impagables, con intereses onerosos, esclavitudes y dependencias financieras, a las rutinas autodestructivas que conducían a un deterioro físico, emocional y espiritual. Este punto hay que mantenerlo en alto, porque cada día genera más tranquilidad y eleva el espíritu a las regiones del infinito.
Ciertamente, seguiremos leyendo ahora en audiolibros, porque un hermano me regaló una tableta Kindle, con una cantidad de libros modernos inscritos, ya pagos, o sea que todo lo que necesito es prender el dispositivo, puedo agrandar la letra, espaciarla, también subrayar. Vamos a ver. Pero no dejaré de escribir, es mi mejor amigo, compañero, en estas letras vuelco, en tercera persona, toda mi vida, completica. Tantas situaciones superadas, sublimadas, reemplazadas, gracias a estos párrafos existenciales.
Nuestro portafolio de emociones y sentimientos es muy surtido y variado. Mi corazón es un garaje, sin puertas, o con las puertas abiertas, como la perla del Ruiz. Me curé hace rato de la alexitima, o sea el analfabetismo, o la incapacidad para identificar, reconocer, las emociones propias y expresarlas. Supe, respeté, los limites. Podemos ponerle un ocho a esta característica, todavía falta aprender, a reconocerme en el otro y alcanzar la mejor versión de mí mismo. Es el propio amor, como dice la doctora Claudia. Y seguimos trabajando, vamos a asistir a otro gimnasio, pero de cultura emocional.
El soporte, base y fundamento de nuestra formación y trascendencia personal, ha sido la dimensión espiritual. Adquirida, enseñada, en el hogar y cimentada en la escuela y colegios. No sucumbí ante las veleidades de doctrinas y credos muy atractivos, permanezco fiel al padre nuestro y ave maría, al rosario de la aurora y los lunes del señor de la misericordia, como lo hacía doña Ayda, mi madre. Persisto y no desisto, en las lecturas sagradas, en la asistencia a misa, son mi respaldo y sustento en momentos felices y en los por superar. Estoy convencido que la fe es la moneda del cielo y el agradecer es la semilla que germinara en bondad y recompensas terrenales.
Sin lugar a dudas creo, que Dios me dará el valor para cambiar las cosas que si puedo cambiar y sabiduría para reconocer la diferencia.