Por Andrés Macías Samboni
En la vida muchas veces nos sentimos aburridos, tristes, bloqueados, abatidos. En situaciones como estas, la conversación con alguien “nos puede salvar la vida”. No obstante, en ocasiones, dejamos pendiente alguna conversación, olvidando que el efecto de la misma no solo nos ayuda a liberar el espíritu, sino también que podemos aprender del punto de vista de nuestro interlocutor.
El mundo hoy en día está más roto que nunca. Las relaciones están deterioradas, no comprendemos las intenciones comunicativas y no sabemos escuchar, pues estamos a la defensiva para responder de cualquier manera, menos con argumentos bien fundamentados. En una buena conversación hay que permitir que el otro hable a su modo, que exprese su perspectiva porque se trata de un nosotros, no de un monólogo o de un yo narrativo insipiente.
La economía del lenguaje en las redes sociales ocurre también en la vida real de muchos interlocutores. Nos expresamos con monosílabos, interjecciones o gestos que no les dan cabida a las ideas justificadas. El argumento nos parece difícil porque requiere de un esfuerzo intelectual al que no estamos acostumbrados, evitarlo a toda costa equivale a mirar una de las tentaciones de tener una fácil relación interhumana, de las que habla Dostoievski, el escritor ruso, en “El elogio de la dificultad” de Estanislao Zuleta, nuestro escritor colombiano.
Así entonces, acorde con el autor Álvaro González (2013), conversar involucra dos dimensiones: la capacidad de la argumentación y la capacidad de la empatía. La primera, tiene que ver con la creación de un mensaje claro, simple, estructurado y convincente. La segunda, es la capacidad de sintonizar con la otra persona que está del otro lado, ponerse en sus zapatos, escuchar con atención y opinar si es necesario.
González también plantea un sabio pensamiento: “La calidad de tu liderazgo, depende de la calidad de tus conversaciones”. Teniendo en cuenta los citados factores que involucra una conversación, es claro que un líder, el cual puede ser tú, debes aplicarlos y convertirte en un prototipo inspirador de una buena conversación. a propósito, te has preguntado ¿cómo son tus conversaciones?
Con frecuencia, asumimos que el otro entiende lo que se comunica, pero se deja de lado el uso efectivo de todos los elementos de la comunicación (haciendo énfasis en el código, el canal, el mensaje, el receptor y el contexto o situación comunicativa). En este sentido, se ha descuidado el escenario de la empatía, así como la preparación de una argumentación sólida. El llamado es claro: diseñemos conversaciones inspiradoras que “llenen el depósito de gasolina de la otra persona”, creando escenarios de empatía, apoyados en argumentos cara a cara.
Apreciado lector, por último y para cerrar esta reflexión, ¡arriésgate a tener esa conversación que tengas pendiente!, a lo mejor, puedes transformarla en una inspiradora.