Por Christian Muschallik
El jueves 14 de julio, murió mi amor. Con Heiller Torres se muere el filósofo loco de la medicina, el peor cuenta chistes de la humanidad y el hombre que, a pesar de tener como 500 años, nunca dejó de ser el niño curioso lleno de bondad que siempre fue.
Pero esa no fue su obra. Se levantó del cielo un Ángel que lo acompañó toda la vida, y luego de codearse con las élites intelectuales de su época, se aburrió y mejor montó una café-quirófano-escampadero-consultorio que adoptaba a tantos amigos y desencantados de la mercantilista profesión médica.
Organizaste la primera huelga de la facultad de medicina de Caldas, fuiste profesor de embriología en la del Quindío, panelista en Hamburgo, declamador pugilista en Múnich y agujero en Buenos Aires, cirujano de maletín en Caicedonia, Finlandia, Circasia y en los montes y llanos colombianos y al final poseedor de un orfelinato de desperados.
Todos llegábamos sin cita, el Ángel negrito nos abría la puerta y después del “que alegría que vengas”, tomábamos asiento en una de las bancas que creo Heiller le robó a un bus de escalera. Llegaba el tinto con azúcar, sin azúcar o como el Angelito sabía que nos gustaba. Inmediatamente después, “mira que me trajeron un quesito. Está delicioso, ¿quieres un poquito?” Todo se compartía, todo era amor y nadie le preguntaba a uno a qué había ido.
Famosos Neurocirujanos, artistas caminantes bipolares, finqueros agradecidos, ex-Carlo Magnistas no rehabilitados y, en fin, todos los Gómez Jattin de la familia quindiana íbamos a recargar es espíritu donde el amigo sabio bonachón y despistado con su Angelito.
Se murió Heiller, se murió mi amor y con él, el último consultorio-cafetín de COLOMBIA.
Qué falta nos vas a hacer viejo querido, gracias por ser maestro, niño, montañero y campesino. Como tu no habrá otro, te llevas un pedazo de la historia linda del viejo Caldas. Adiós mi amor, adiós amigo.