Desde el séptimo piso, por don Faber Bedoya
En nuestro grupo de “Adulto Mayor”, tenemos compañeros muy cultos, otros muy estudiados, con muchos títulos, ex ejecutivos de alto vuelo, administrativos de larga trayectoria en lo oficial, pues hay un ex gobernador, y los hay sin títulos, con mucha experiencia en la vida. Y los milagros que hace la edad madura, todos nos sentimos igualitos, somos amigos, compañeros, parecemos metidos en el mismo costal y con el rumbo muy definido. Todos creemos que nos faltan pocas motiladas, a hombres y mujeres, por igual.
Se advierte en el entorno y eso fue después de la pandemia, algo que nos tiene muy contentos, hemos ampliado nuestro repertorio de informaciones, incrementamos nuestra actitud para aprender, la disposición para adquirir nuevos conocimientos, renovamos nuestra actitud de apertura al intercambio de experiencias. Escuchamos mucho más.
Algunos exhiben certificados de cursos realizados en el Sena, o en otras instituciones educativas. En Idiomas, en Gastronomía, en Turismo, en Hierbas Medicinales, en Café, Cacao, en frutas tropicales, de comida italiana, árabe. En cuidado de animales, en conservación del medio ambiente, en prevención de desastres. Danzas, aeróbicos, yoga, atletismo, gimnasio, asistencia a talleres literarios presenciales o virtuales, conferencias, cine foros. Muy diferente a la formación profesional anterior.
Se advierte una actividad e inquietud intelectual, muy activa y dinámica entre los viejitos de hoy. Tenemos entre nosotros varios expertos en Programación de Computadores, en Informática, Edumática, Robótica y Domótica. Hay un especialista en aeromodelismo, y otro que, de aficionado a los drones, resultó erudito y dicta cursos sobre manejo y mantenimiento de estos aparatos. Uno vuela en parapente, otro es paracaidista, y tiene 78 años.
Pero lo que llama la atención a todos, es que ya no podemos decir nada aproximado o “me parece que”, porque ahí mismo lo consultan en Google y dan el dato exacto, y en par minutos. En estos días conversábamos sobre la población de Armenia, comparándola con Pereira, alguno dijo que nuestra ciudad tenía más de 300.000 habitantes, y no faltó quien consultó en internet y dijo, Armenia tiene exactamente 309.474 y Pereira tiene 481.768, y con el área metropolitana son 735.796.
Ese compañero vive pegado del celular, su medio maestro es el móvil. Maneja diversas aplicaciones, realiza muchas compras en Amazon, AliExpress, Shopping App, Wish, Mercado Libre. Utiliza Uber, transacciones en línea, maneja diversas tarjetas, poco dinero en efectivo, no a los libros físicos, audiolibros, vive con audífonos, ya no camina, levita.
El condominio donde vive es vigilado por celadores de empresa privada, las puertas son eléctricas, su casa la maneja desde el celular. Ya es aburridor oírle decir tanto derroche técnico y electrónico.
Esto ya es más común de lo que parece. En Armenia los barrios tradicionales fueron reemplazados por edificios, conjuntos residenciales, condominios, y por la acción del terremoto muchos desaparecieron o quedaron muy reducidos en residencias. Entonces el diario vivir cambio rotundamente. Dicen los que saben, que la Avenida Centenario, desde el Batallón de Servicios, al Cuartel de la Policía se construyeron edificios, con cerca de dos mil apartamentos. Y qué decir al sur por los Naranjos, o por los lados de la Patria, o al Norte, hacia la variante Chaguala.
No está por ahí el compañero que todo lo consulta en Google, para decirnos, exactamente, cuantos se construyeron en cada sector.
Y esos edificios todos tienen ascensor, zonas sociales, gimnasio, y otras comodidades para ofrecer a sus clientes. Conocemos varios edificios inteligentes con habitantes que se tuvieron, a fuerza de golpes, que adaptar a este nuevo modo de vivir. Son compañeros nuestros y les oímos sus quejas, primero por lo pequeños, después por las nuevas rutinas. “resultamos viviendo a un ritmo muy acelerado”, el transporte, son muy lejos. “pasamos mucho rato encerrados”.
La vida social se resquebrajó, se acabó la vida en comunidad. No sabemos quién vive al lado, solo nos vemos en las asambleas. Nos queda el celular, el televisor, resultamos afiliados a todos los canales, al cable, a Netflix, a Direct tv, a Win plus, y a no sé cuantas más, que nos pagan los hijos.
Y de contera resultamos inscritos en todas las plataformas que existen para lo que necesitemos. Tenemos los dormitorios unidos por timbres de altos tonos, por la mínima audición, el cual va aumentando hasta hacerse audible para todo el edificio. Hay un citófono y los celulares con el tono más sonoro. Nos instalaron un parlante Alexa, que reemplazó los programadores y nos recuerda con dulce voz, las citas médicas, las fechas de pago de recibos de servicios, los cumpleaños, las horas de las medicinas, suena a las seis con música que ella misma programa.
Como será nuestra relación con Alexa que con ella resultamos conversando, le preguntamos por el clima, ultimas noticias de Colombia, ahora de Venezuela, el precio del café, del dólar. Mi compañera de toda la vida es fanática de los crucigramas, y yo creo que quien resulta haciéndolos, es esta ilustre dama virtual. Cómo la ve don Gabriel, alguna vez en la vida nos imaginamos dependiendo de un aparato, y que él nos haga todo.
Pues en esta etapa de la vida nos encontramos, ahora todos resultamos muy ilustrados, cultos, informados. Todos los conocimientos se tienen a la mano, entonces qué enseñaran los maestros en las escuelas. Tremenda tarea tienen hoy los profesores, para ser formadores de la nueva generación de colombianos de bien.
Porque gracias a la exigencia de adaptarnos a una nueva vida, con nueva mentalidad, en un nuevo año, este servidor solo por la gracia de Dios, se traslada a un nuevo piso, al octavo piso de la existencia y entonces estas son las últimas palabras escritas desde el séptimo piso. Dios mediante nos vemos en este nuevo año.