Por Manuel Gómez Sabogal
Todavía enclaustrado, vale la pena pensar, aunque no me gusta, en todo lo que sucede alrededor de la pandemia.
A hoy, sabemos que hay más de 2000 millones de personas enjauladas, encerradas, guardadas, todo debido al coronavirus. Así mismo, más de 20 millones de contagiados y 3 millones de personas han fallecido hasta el día de hoy.
En un mundo egoísta como este no debemos esperar mucho, pues ahora, vemos cómo algunas redes sociales se atiborran de mensajes llenos de amor, afecto, ternura, paz, tranquilidad.
Otras, con mensajes llenos de odio, resquemor y vídeos en los cuales se muestra lo peor. Así mismo, a pesar del gran problema mundial, países en guerra y otros, buscando crearla.
Este pobre mundo no mejora. La pandemia no se va y todo sigue de mal en peor.
Y será peor, pues aún ahora, no se ve la presencia de Dios por lado alguno. Nada tiene que ver Dios con lo que sucede, pues siempre he dicho que es un mensaje para que entendamos, pero como somos sordos, ciegos y mudos, nada sabemos sobre lo que puede seguir.
Sin embargo, pasará lo que sucede en muchas partes después de una calamidad de la naturaleza. Hay abrazos, llanto, llamadas a Dios, plegarias, oraciones, misas, cultos, lágrimas, después de reencuentros entre los sobrevivientes. Luego de unos meses, todo vuelve a la normalidad. Es decir, el egoísmo, el odio, la maldad se vuelven a hacer presentes.
Es una comparación válida, pues después de un terremoto, tsunami, huracán, inundaciones, se vive algo peor y todos lo sabemos: corrupción. Es decir, los cambios en algunas personas y empresas de los diferentes estados, duran poco tiempo.
Si hoy hay problemas, después de la pandemia no todo será color de rosa. Si en el mundo ha habido grandes dificultades, estos no se solucionarán después, sino que, al contrario, se acrecentarán.
Y vemos cómo se intensifican los contagios en todas partes. Fallecen amigos y personas muy queridas. Ya van más de muchos fallecidos y aumentará la cifra.
El desempleo se acrecentó, muchas empresas pequeñas han sido cerradas, la intolerancia se sumó a la inseguridad. Hay más contratiempos, pues la situación política de cualquier territorio no permite mejoras. No soy pesimista. Es lo que veo.
Quisiera que todo fuese diferente, pero no lo veo así. Quisiera mirar el futuro con más alegría y lleno de puntos muy positivos, pero algo me dice que no será así, que todo volverá a la normalidad en el mundo.
No se piensa en solucionar problemas, salvar vidas, sino en incrementar el turismo, abrir grandes almacenes. Mientras tanto, la gente se derrumba y muchos van de rumba.
Hay quienes salen porque son tercos y otros por necesidad, porque deben buscar el sustento. Hay muchas familias que no tienen comida, no se alcanzan a alimentar. Sus ahorros acabaron.
Ojalá todos cambiásemos, pensáramos en los demás y nos volviésemos solidarios, pero lo que siempre sucede es que habrá más egoísmo y la soledad de cada ser será más irracional
Quién más que yo quisiera que en el mundo no hubiese incertidumbre. Quién más que yo quisiera un cambio en todos y cada uno de los seres que poblamos el mundo. Pero es difícil. La situación no ayuda y todo está casi que imposible.
Estamos viviendo momentos angustiosos y anormales. Sin embargo, después de este obligado encierro, saldrá a relucir lo que nadie quisiera…