“Los vecinos sintieron un fuerte olor, por esto llamaron a la patrulla policial del cuadrante Fundadores, …” La Crónica del Quindío.
Varias notas han aparecido en dicho periódico y en otros de regiones diferentes o a nivel nacional, sobre muertes de personas que viven solas, aisladas, aunque tengan un apartamento en un condominio o una casa entre vecinos.
Hay quienes se separan, sus hijos ya son adultos y prefieren adquirir un apartamento o casa en otra ciudad o pueblo con el fin de distanciarse de familia y amistades. Invierten sus ahorros o sus hijos les compran lo que desean en el sitio que elijan.
De pronto, algunos prefieren más distancia y se quedan, otra forma de partir, cuando los hijos se van a vivir a otro país.
Una casa en condominio cerrado, un portero que a fuerza de verlo pasar a pie o en el carro, lo reconoce y sabe que vive en la casa 4 al lado del doctor fulano.
Él vive tan alejado de todos y con vecinos tan cerca, que ni los nombre sabe, ni cuántos habitan la casa de la derecha o la izquierda. Le importa que lo dejen dormir tranquilo. Y si le sucede algo, ni grita pidiendo auxilio, porque no lo conocen, ni le saben su nombre.
Su casa la conocen dos o tres personas que se dicen amigos o conocidos y muy de vez en cuando, van a visitarlo.
Prefiere la soledad, la “tranquilidad” como le llama a compartir con vecinos que de pronto, se quieren meter en su vida.
Otros, elijen apartamentos en edificios de clase alta, porque tienen una profesión o el dinero suficiente para vivir allí. Pero, viven solos, aislados. Al frente tienen otro apartamento, pero ni el saludo con quienes entran o salen. Son huraños, silenciosos
Es curioso que quienes han fallecido en esa soledad en un condominio donde hay porteros, vigilantes que rondan por el condominio, aseadoras, jardineros, sientan olores fuertes, después de cuatro o cinco días. Nadie supo algo del señor o la señora.
¿Por qué un portero no se da cuenta que el señor que vive solo no aparece en dos días? ¿Por qué no lo echa de menos?
La soledad no es pasajera. Esta en muchas personas que viven aisladas y quieren alejarse de todo lo que les rodea, incluyendo familia. La depresión les puede y prefieren sentirse solos a que todos sientan pena por ellos.
Sigo sin comprender, incluso, la actitud de los hijos o familiares quienes a pesar el distanciamiento de esa persona, no lo llaman, lo ubican, lo saludan.
Muchas veces, quienes así actúan, han buscado afecto en su vida, pero jamás lo tuvieron y si lo hubo, lo desperdiciaron.
Qué bueno que los vecinos, en un condominio, tuvieran algunas precauciones con quienes viven solos.
Manuel Gómez Sabogal