Por Manuel Gómez Sabogal
Desde comienzos del 2020, año bisiesto, atacó una pandemia. El mundo ya lleva más de 35.000.000 de infectados, gracias a este virus que se expandió poco a poco y nada que desaparece.
Al contrario, cada día toma más fuerza y en el Quindío, los infectados aumentan, debido a la irresponsabilidad y a que muchos todavía creen que es un juego y que una mentira nos ha tenido encerrados.
Creo que debía infectarse el presidente del país más poderoso del mundo para que muchos entendieran que sí es grave el tema, le dieran importancia y empezaran a cuidarse más de lo debido.
En el Quindío, más de 4.500 infectados, 2.800 recuperados y lastimosamente, más de 100 personas han fallecido debido al virus. No sé cuántos de ellos amigos o conocidos han tenido que lidiar con esta enfermedad que poco a poco diezma habitantes en el mundo.
Esta pandemia también ha acabado con pequeños negocios, empresas, almacenes, tiendas, restaurantes y mucho más.
En estos días, recorrí varios lugares y vi cómo de un maravilloso lugar, que había sido inaugurado en agosto del año anterior con carretas de comidas, ya no quedaba sino el lote baldío. Y así, algunos sitios de reconocidos locales, ya estaba el “cerrado” permanente.
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Muchas personas han escrito, han hecho canciones o se han revivido otras de años atrás que hablan de amor, reencuentro, vida mejor, cambio, brindis, abrazos, ternura. Y también se ha dicho que, gracias a esta pandemia, el mundo va a ser mejor, diferente, lleno de amor, ternura y bondad.
Mejor dicho, hasta yo creí el cuento, porque las letras son hermosas y llenas de romanticismo:
“Cuando nos volvamos a encontrar ya no habrá tiempo para tristes despedidas…” “Resistiré para seguir viviendo. Soportaré los golpes y jamás me rendiré. Y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré, resistiré”
Y así, muchas más, llenas de esperanza, cambio, renovación.
Pero, no, las pandemias, las otras pandemias no nos han dejado. Siguen ahí, corrupción, asesinatos, robos, crímenes, masacres, odio, violencia intrafamiliar, violencia en las calles y lo que más duele, la violencia contra los niños. Porque en este país, parece que, para algunos miserables, los niños no importaran.
La infaltable guerra, también es una pandemia. Armenia contra Azerbaiyán.
No hay día en el cual no se hable, escriba o diga sobre corrupción y crímenes por todo lado. Violaciones, maltratos. En todo el mundo, por todas partes, estas pandemias siguen sin que quienes agreden, matan, violan, se enteren que hay una pandemia llamada COVID 19. Eso no importa, no interesa y a nadie conmueve. Lo que les importa a los malos es hacer el mal.
Quienes son corruptos y quienes asesinan, lo seguirán haciendo, porque no entienden que la vida es cada día y que cada ser humano tiene derecho a vivir. Pero no, ellos son así y están enrazados en el mal.
Algunos se arrepienten y piden a las familias perdón por lo que hicieron. Sienten que, después de algún tiempo, se duelen de lo que hicieron y dan muestras de sentimiento de culpa.
Pandemias porque sí y pandemias por falta de amor.
“Si la gente dejara sus odios, sus falsos orgullos y el miedo de amar, qué bonito sería este mundo rodeados de amor, de ternura y bondad”.