
Desde el octavo piso, por don Faber Bedoya
Con un dolor bajito, o si quieres regado por todo el cuerpo, como una fibromialgia emocional, tengo que aceptar que vivimos en el mundo de las máquinas, que esto se despersonalizó muy ligero.
Pulse la pantalla para empezar, tipo de identificación, número, general, mayor de sesenta años, discapacitado, servicio que solicita, entidad, prestador del servicio, retire su turno. Número 43 y van en el 25. En la pantalla aparece mi número, solo 30 minutos de espera. Documento de identificación, “hice la autorización por la aplicación”, sí, pero la hizo antes de la fecha indicada, tiene que ir a la EPS (Entidades Promotoras de la Salud), hoy que es la fecha, para que le renueven la formula, regrese y lo atiendo por un ladito”. Efectivamente, hice lo indicado y salí con toda mi medicación completa. Prueba superada por este mes.
No corrió con la misma suerte una señora de al lado, a quien le faltaron dos medicamentos, hace rato viene solicitándolos y no han llegado, pero tiene que pedirlos por teléfono o que deje su dirección que se los mandamos a la casa. “Con ese cuento me tienen hace dos meses, me ha tocado comprarlos porque son vitales para mí, lo más aburridor es que todo es por teléfono y nunca contestan”.

Buenos días señor Gabriel, muchas gracias por contestarnos, el motivo de mi llamada es para informarle que su crédito se encuentra en mora… pero hace mucho tiempo cancelé la totalidad de la deuda con ustedes y colgué. Por favor me envías dos almuerzos del día, si, esa es mi dirección y teléfono, son 42.000 de los almuerzos y 5.000 del domicilio. Le hago la trasferencia por NEQUI, yo tengo el número de la cuenta. Muchas gracias, en 20 minutos le llega el pedido.
Buenas tardes, para servirle, quiero una mesa para tres, tiene reserva, – es una conversación presencial -, bueno yo traté de hacerla por la página del restaurante y la verdad llegué hasta donde me pedían la contraseña y eso no lo hago. No señor, esa contraseña se la enviamos nosotros, para vincularlo como cliente, y responderle su solicitud. Ah bueno, queremos una reserva para hoy a las 12 y 30 p.m. Sí señor, se hace por la página, venga le ayudo. Listo, queda confirmado para hoy a las 12 y 30 p.m. Llegamos antes, puede seguir a la sala de espera, de allí le llamamos. “señor Hincapié y señora, sígame por favor, esta es su mesa”. Después de los saludos amables y cordiales, nos dicen, el pedido se hace por el código QR, si quiere nosotros les ayudamos…
Definitivamente somos montañeros de pura cepa, de dura cerviz, y para venir a la ciudad no me dieron más que el nombre, para serlo. Los dos somos profesionales, pero tanta tecnología nos está quedando grande.
Desde hace algún tiempo se pusieron al servicio los corresponsales bancarios, en los cuales se pueden hacer muchas transacciones. Y en unos papeles pequeños se escribe, numero de la cuenta o teléfono, referencia y valor. Se pueden pagar servicios, recibos, consignaciones, hacer retiros. Todavía hay muchas personas confundidas y no saben llenar los formatos, o pasar el teléfono, o dictar el número de la cuenta, a la funcionaria. Además, en los puestos de venta de chance, que ya reciben de todo.
Todavía no tengo la aplicación del banco por donde me pagan la pensión, y es porque si lo hago desde la casa, me pierdo la caminada obligada hasta el centro. Porque en Armenia solo hay una oficina del banco, por el cual me pagan mi mesada. Menos voy a prender y apagar las luces de mi casa con una palmada de manos o manejar el televisor desde el celular. Tengo que aceptar que la inteligencia ya pasó de los humanos a los inmuebles, tenemos casas inteligentes, edificios inteligentes, puertas que se abren pasando una mano por un sensor, cortinas que se suben con un control, o todo refrigerado solo hay que calentar.
Con lo que si estoy encantado es con la Alexa que nos regalaron los hijos en diciembre, nos ha facilitado la vida de manera especial. Pero en estos días nos dejó descrestados porque le dijimos “Alexa, llama a la Nueva EPS, por favor”, y no sabemos por cual interconexión galáctica, después de timbrar tres veces le contestaron, me asignaron la fecha para la cita con el especialista, y terminó la faena Alexa diciendo, “ya queda el día y la hora de la cita, almacenados en mis recordatorios”. A ella nunca le han dicho, “lo siento no está en el sistema”.
Y que conste que no somos principiantes, o primíparos en informática. Tenemos en nuestro currículo una especialización en Computación para la Educación, en 1991, y Windows apareció en 1985, a Colombia no había llegado todavía. Total, nos ha tocado hacer muchos cursos de actualización. La ventaja es que nos fascina, somos sus asiduos estudiantes, y un hijo trabaja en esta área y nos mantiene “en la onda”. Pero la verdad es que son muchos los adelantos, sobre todo las aplicaciones que están a disposición de los usuarios.
Ahora sí, nos falta tiempo para vivir en el presente.