Por Manuel Gómez Sabogal
Así los vi ese jueves 20 de abril de 2018. Enamorados de su carrera, sus sueños, sus anhelos. La invitación del docente Carlos Andrés García de la Universidad del Quindío, me llegó con mucha anticipación, exactamente el 5 de abril:
“Hola Manuel, saludos cordiales. Me gustaría mucho invitarte a que compartas tu mensaje de vida con unos chicos de primer semestre de la UQ que tengo en una asignatura de fundamentos de economía, de la Facultad de Administración. No sé cómo estés de tiempo, pero me parecería muy importante que los muchachos puedan escuchar tu discurso, sobre todo por tu gran vocación humana. Quedo atento para saber si podemos programar tu charlar para luego de Semana Santa. Un abrazo, ¡Carlos Andrés!”
Mi respuesta, no se hizo esperar:
“Claro. No hay inconveniente. Aula, Día y hora y listo”
Así, concretamos todo. Listo para el jueves 20 a las 11 de la mañana. Ese día llovía intensamente en la ciudad. Eran las 10 y 30 de la mañana y no sabía cómo llegar a la Universidad del Quindío, pues no había facilidades de taxi.
Comencé a caminar y la lluvia inclemente caía sobre la ciudad. A pesar del paraguas, el agua me mojaba el pantalón y los carros pasaban raudos, sin detenerse, acabando de empaparme.
Un vecino compasivo se detuvo y me preguntó que a dónde me dirigía. Le dije que tenía una cita a las 11 en la Universidad del Quindío. Hasta allí me llevó. Agradecí el favor y me dirigí al salón, pero antes, arrimé a la cafetería por un café para calmar el frío
Luego, entre al salón, luego de saludar a Carlos Andrés. Observé a los estudiantes y estos, atentos a la presentación que hacía el profesor. Saludé y empecé mi charla.
Para mi sorpresa, los casi 40 estudiantes estaban situados en mesa redonda, muy juiciosos, cómodos y expectantes. Yo no quería ser conferencista, sino charlar con ellos. Mi primera pregunta fue sobre los abrazos. Pude darme cuenta de que algunos no recibían afecto, no tenían abrazos y eran tímidos al respecto. Para lograr que sucediera algo especial, jugamos “paquetes”. Ahí, se abrazan como por obligación, pero jugando. Al final, una niña que me había dicho que no le gustaba que la abrazaran o abrazar, fue la más feliz haciéndolo.
Después, un corto test sobre “Seguir instrucciones”, examen en el cual les fue mal a todos. Pero se trataba de eso. Ahí empezó mi charla. Me animé, hablé, moví mis manos, recurrí a ejemplos reales y luego de una hora y media, terminó la charla.
Fue muy agradable compartir con esos muchachos. Gracias a esos muchachos por escuchar mi perorata, mis frases deshilvanadas y prestar atención a todo lo que surgía. Jóvenes con ganas de vivir, soñar en grande, pensar que pueden ser mejores cada día.
Estuvieron atentos a cada frase llena de sinceridad, emoción interior y gratitud a la vida. Fue genial.
Sigo aprendiendo con los jóvenes, así sea en una charla, en un programa de radio, en la vida.
Si a los jóvenes se les proporcionan las herramientas, se van a lograr cambios en el mundo. Depende de nosotros….
Si escuchamos a los jóvenes, si los dejamos expresar sus ideas, si los entendemos…
Lindo… esa experiencia de vida que se tiene de compartir y departir con la juventud llena y renueva la cotidianidad de la presente.
Y la tuya si que esta repleta de esa maravillosa vivencia.
Gracias mil por tus palabras.