Por Manuel Gómez Sabogal
Estaba buscando un texto para poner en Facebook o escribir algo nuevo y bastó con hablar con mi hija y su hija para darme cuenta que ya podía preparar una nueva nota.
Este sábado en la mañana, entré a Skype, porque mi hija me estaba diciendo que deseaba conversar conmigo. Estaba casi lista para salir a natación, pues cerca al condominio donde viven hay piscina y cada sábado sus clases van sin falta. El sábado anterior mi hija la grabó cuando empezaba a nadar y de pronto, faltando poco para llegar al otro lado, Isabella se detuvo. Hasta ahí llegó el vídeo. Llamé a mi hija y le pregunté que qué había pasado y me contó que la niña había olvidado ponerse las aletas y las gafas de natación. Se detuvo porque quería descansar, pero que llegó al otro lado.
Cuando por fin pude hacerlo, empezamos a charlar, a reírnos e Isabella a hablar en francés o inglés, pero conmigo, no. No quería saber nada de otro idioma. “Con mi familia no quiero hablar sino en español” fue la orden que me dio. Nada de inglés o francés.
La charla se hizo interesante, porque Isabella empieza sus clases de piano este lunes, me contó mi hija. Todo, porque alguien le dijo que sus manos eran tan suaves como las de un pianista. Eso le quedó sonando y entonces tenía a la mamá “azotada” con las clases de piano.
Se fue tornando en un sueño, su sueño y como tiene tíos y primos que son músicos, pues ni modo. No le quedó a mi hija más remedio que matricularla en clases de piano. Ahora resultará una estrella en el piano y me sentiré orgulloso de mi futura pianista.
La charla prosiguió con historias sobre su vida en Canadá y las locuras de Isabella en todas partes.
De pronto, como por encanto, la pantalla del computador se opacó y casi no se veían. Revisé mi computador, pero estaba bien y le dije a mi hija que revisara el computador de ella. Después, le dije: “hija, te veo opaca. Está todo opaco”. Mi hija entendió y al fondo, allá en su habitación, Isabella gritó: “Mami, ¿qué es opaco?”
Inmediatamente mi hija le explicó que opaco era oscuro, casi negro. Isabella, con el candor, la ternura y la simpleza de siempre, replicó:
“¡Mami, tú eres opaca!”