Por Manuel Gómez Sabogal
Hace unos años, leí una noticia en la prensa. Me causó pánico y terror, pues no podía entender cómo un padre hacía eso a sus hijos.
El niño de 7 años se ilusionó con el viaje. Iba a conocer Disneyworld. Iba a estar cerca de los muñecos favoritos y que había visto tantas veces en cine. Podría tomarse fotos y luego, al regreso, mostrar a sus compañeros y amigos todo lo que se decía de Disney. El hermano mayor, de 17 años, había contado a sus amigos que iría a pasar las mejores vacaciones de su vida.
Sus padres los habían animado y era el viaje que sentía, se había ganado por haber sido el mejor en su curso. Tenían visas vigentes y nada mejor que aprovechar las vacaciones.
Cuántos sueños, fantasías, ideas. Todo, imagino, corrías por las mentes de estos dos muchachos y no dormían pensando en el día de partida a Disney. Irían al mejor de sus viajes. La familia unida en un sueño irrepetible.
Pero, cuando leí lo que realmente ocurrió, cuando vi en televisión la noticia, no supe qué pensar.
Todo se había derrumbado para esos dos jóvenes, allá en el aeropuerto, antes de viajar. Cuando se hallaban a punto de cruzar la salida, el viaje terminó.
Les hallaron droga en sus maletas. Su padre la había puesto allí, pensando que no les revisarían el equipaje a ellos. Todo se había descubierto antes de subir al avión.
Esa alegría, ansiedad, felicidad, se truncó en dolor y tristeza. Los muchachos se aferraron a sus padres, pues no querían que fuesen apresados, porque, además, no sabían que tenían droga en sus maletas. No entendían qué había pasado y por qué ellos.
Cuando el padre confesó que había puesto la droga en las maletas de sus hijos, cuando se dio cuenta de su gran error, ya era muy tarde. Había involucrado a sus hijos. Los había engañado, les había mentido. Acabó con los sueños de sus muchachos, la alegría de su viaje. No había nada qué hacer. Todo estaba consumado…
Ninguna disculpa es válida. Ni las presiones por deudas, ni los problemas económicos. No puede haber derrota si hay vida. No puede haber excusas si se pueden solucionar los problemas de otra forma.
En esta pandemia, son muchas las personas que han perdido su empleo, su trabajo, han cerrado sus empresas pequeñas o grandes.
Otros se han tenido que dedicar al cuidado de sus hijos en casa. Nada es sencillo ni simple. Todo está complicado y, además, la situación da para pensar muchas cosas, entre ellas, buscar salidas sencillas.
Sin embargo, la vida continúa y debemos afrontar todo con mucha fortaleza. Tener fe en que todo puede cambiar. Ese ejemplo debe servir para entender que la vida no es fácil y que nos pone obstáculos y que los podemos sortear.
Nada de rendirse. Seguir adelante, luchar, intentar, crear, innovar. Pero nada de buscar salidas non sanctas.
Por ello, comparto el poema de Rudyard Kipling:
NO DESISTAS
Cuando vayan mal las cosas
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino
solo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie
y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes
¡pero nunca desistir!
Tras las sombras de la duda
ya plateadas, ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia
figurarte cuán cercano
pueda estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano.
Lucha, pues por más que tengas
en la brega que sufrir,
cuando todo esté peor,
más debemos insistir.
*Joseph Rudyard Kipling (Bombay, 30 de diciembre de 1865–Londres, 18 de enero de 1936). Escritor y poeta británico nacido en la India.