Desde el séptimo piso, por don Faber Bedoya Cadena
Cuando vinimos a vivir a este condominio “altos de Laureles”, don Arnulfo vivía aquí, con su señora, doña Albita, enfermera profesional, dos hijas pequeñas, que estudiaban en un colegio privado. Trabajó indirectamente con don Domingo, que, se comentaba en todos los mentideros de la ciudad, era el hombre que más fincas tenía en la región, con muchas excentricidades, entre ellas, la más notable, era que no consignaba la plata en los bancos, la guardaba en una pieza blindada a manera de caja fuerte. Con la ayuda de don Arturo, su padre, quien, si trabajaba directamente con el hacendado, montó una compraventa de jeeps, que el primer cliente era el patrón del papá.
La compraventa de jeeps de Arnulfo amplió su oferta, incluyó automóviles nuevos y usados, camionetas Luv que hacían su entrada en el mercado automotriz. Llegó a ser su distribuidor exclusivo para el occidente colombiano. También importó camperos Lada y en su negocio se fraguó una gran estafa, a prestantes ciudadanos de la región, sin que él tuviera nada que ver. Eran prósperos momentos en su vida. La plata no la consignaba toda, en los bancos, se lo aprendió al patrón de su papá y decían que la mantenía encaletada en maletas o en maletines, pero no se sabía dónde, a la mejor la enterraba. Su hombre de confianza era don Manuel, un ilustre tinterillo de la ciudad, conocedor como el mas de los intríngulis del derecho, los registros notariales y todos los vericuetos legales.
Don Manuel, además de ilustre tinterillo, tenía dos hijas en edad de merecer. Y ni corto ni perezoso a una de las dos, la señorita Bertha, quien además se desempeñaba como secretaria de la empresa, se la metió por ojos, nariz y boca a Arnulfo, porque era bien bonita la china. Y la señorita, resultó embarazada, del dueño de la firma, nació otra niña, se hizo responsable de todo, le dio el apellido. Doña Albita y sus hijas nunca se enteraron de este suceso y la secretaria a pesar de este percance, nunca dejó de ser la señorita Bertha. Era una mujer preocupada por Arnulfo, por sus bienes, sus negocios, sabia toda la vida de su jefe, también se preocupaba por doña Albita, y sus dos hijas, nada le podía faltar a ellas, eran lo primero en la vida del padre de su hija.
Pero había en remojo una tal “monita Gladys” y esta sí se encargó de hacerle la vida a cuadritos a todos los relacionados con Arnulfo. También resultó embarazada, otra niña, había muchas dudas, porque la monita era muy avispada y traviesa. Y ésta le alcanzó a sacar algunos bienes materiales, primero se hizo cirugía plástica de senos y glúteos, quedó espectacular, si antes era bella la china, ahora quedó de parar el tráfico. Después se apoderó de un apartamento que había rematado Arnulfo y un carro último modelo. No pudo sacarle más porque don Manuel, el ilustre tinterillo de la ciudad, conocedor como el mas de los intríngulis del derecho, los registros notariales y todos los vericuetos legales. y la señorita Bertha, estuvieron alerta a las transacciones y las que pudieron atajar las impedían. Algunas se les escaparon y le sacó plata en efectivo y mucha. Además, sabían de primera mano de las andanzas de la monita con el mayor distribuidor de whisky de San Andresito, y con Mario M. dueño del más grande almacén de venta de electrodomésticos de la ciudad, con los caballos de paso fino más reconocidos de la región y yerno de don José Jesús, cafetero que vendía miles de arrobas de café, y buena parte de eso iba a parar donde la monita. Se sabía que el último en la vida de Gladys, era nuestro querido Arnulfo, menos él, que estaba cieguito por esa hermosa, pero pérfida mujer.
Don Manuel no le perdía pisada a la monita Gladys. Sabía de las fantásticas tiestas que hacía en la discoteca de un argentino jugador del Quindío, que quedaba en la carrera 16 con calle 21, en un sótano. No sobra decir que el argentino también disfrutaba de los encantos de la china bonita. Unos días con Arnulfo, otras con el vendedor de Whisky y los otros días con Mario M, que era el más rico de todos. Y quien llegó a acapararla de tal manera que desató la ira, sobre todo del vendedor de whisky, que estaba muy mal relacionado y una noche que ella estaba con Mario M. se formó una trifulca en el local y unos señores sacaron a la Monita del local, que para protegerla y hasta el sol de hoy, no se volvió a saber de esta hermosa pero pérfida mujer.
La tristeza fue muy grande para Arnulfo, y para muchos, más para Mario M. pero por obra del Espíritu Santo y por las oraciones de doña Albita y de la señorita Berta, un día floreció la vida en el hogar del Bloque 3 apartamento 303 del condominio del “Alto de Laureles” renació la armonía, la alegría, el padre volvió a la vida hogareña. Hubo otra vez calor familiar. Se fueron de vacaciones, primero por tierra y después para San Andrés, duró casi un mes.
En el condominio los celadores conocían muy bien a don Manuel como empleado de confianza de don Arnulfo, y él fue con dos trabajadores, que el patrón había ordenado levantar ese piso que estaba muy feo. Se demoraban tres días haciéndolo, aprovechando que él estaba de paseo y el apartamento desocupado. Claro bien pueda, le dijeron los amables celadores. Toda la tierra que sacaban ellos mismos la botaban. Un día sin explicaciones, no volvieron más.
Cuando regresó la familia encontraron el apartamento con todo el piso levantado sin arreglar nada, muy desorganizado, mucha basura. Arnulfo entró en llanto y desesperación, la caleta que tanto cuidaba ya no estaba, solo don Manuel sabia donde la escondía.