Por Manuel Gómez Sabogal
La vida nos muestra seres humanos de toda clase. Los hay oportunistas, débiles, mediocres, maravillosos, buenos, luchadores.
Mis amigos pertenecen al grupo de los seres maravillosos, buenos, luchadores y que no renuncian a sus sueños a pesar de las dificultades y de todo lo que se presente.
En noviembre del año anterior, tuve la oportunidad de conocer un restaurante agradable y con comida exquisita, situado al occidente de Armenia. Su propietario, el hijo de un amigo, quien empezó a hacerle promoción por Facebook y mucho ruido por todas partes.
Pues fui a degustar uno de sus platos y me encontré al amigo, su hijo y su sobrino. Estaban todos trabajando para salir adelante con algo diferente, maravilloso y que ocupaba un espacio entre varios locales situados en un container parecido a uno que está ubicado al norte de la ciudad.
Alegres, dicharacheros, con ganas de triunfar. Estuve allí muy buen rato. Comí, disfruté y sentí que la amistad vale demasiado.
Quise volver luego y lo hice. De pronto, llovió torrencialmente y tuve que partir de allí, porque no había forma de entrar. Quedé en regresar.
No se dio. No pude hacerlo luego. Sin embargo, continué mi labor de promotor del sitio y envié la información a amigos para que fuesen a tan agradable lugar.
Arrancaron enero de 2020 con mucha fuerza y dispuestos a ser los mejores en su género, con platos diferentes y llenos de amor, antes que nada. Eso hacía maravilloso el lugar.
Llegó la pandemia. Llegó el virus. Llegó el cierre de todo. Cerraron, porque todos creímos que solamente sería por unos días. Pero no, no dieron más.
El dueño del local hizo un arreglo con ellos para no perjudicarlos. Les hizo una rebaja. Tuvo paciencia con ellos y fue justo con mis amigos. La pandemia acabó con ese sueño, por ahora.
Nada me duele más que escribir esta nota. Recordar esos momentos increíbles, charla genial y hoy, saber que ya no abrirán, porque no tienen cómo, con qué, ni dónde.
Pregunté que, si volverían a abrir y la respuesta fue un simple no, por ahora. Ellos le pidieron al propietario del local que les dejara entregar, porque día a día aumentaba la deuda con él y no querían sentir que quedaban más alcanzados. El ánimo por el suelo, la pandemia alborotada.
Los sueños se derrumbaron ante una circunstancia adversa, pero no por eso dejarán de inventar, rehacer, seguir de frente…
No puedo sino sentir que mis amigos deben hacer algo diferente, nuevo, distinto. Rehacer sus ideas y no desperdiciar momento alguno. Empezar de cero para lograr lo que desean. No claudicar, ni rendirse. Seguir adelante, aunque todo haya sido negativo.
Sé que son capaces de continuar. Saben que están jóvenes y que tienen ideas, sueños que no pueden quedarse en solamente sueños. Esos sueños se pueden hacer realidad. Son capaces, porque son grandes…