No hay nada que haga despegar la imaginación humana tanto como poder descubrir qué piensan los demás.
Poder entrar en la mente del otro es una fantasía a través del tiempo y de la historia. Los hombres queremos saber qué piensan las mujeres, y si pudiéramos llegar a ser capaces de controlar al interlocutor, la tarea sería más fácil.
Nuestro cerebro tiene la capacidad de percibir una serie de signos sutiles para adelantarnos a la motivación del otro. La madre, desde el nacimiento, percibe en la mirada, la actitud y las características del llanto lo que aqueja al nuevo ser.
Creemos que todos los niños lloran igual, pero para la madre y su cerebro, cada tonalidad, espacialidad y cambio en la intensidad del llanto le brinda información consciente e inconsciente que la moviliza para solucionar la queja de su recién nacido.
Los hombres, como padres somos incapaces de hacer lo mismo si no nos entrenamos en los cuidados de la puericultura para detectar el lenguaje secreto de los lactantes.
El cerebro percibe una serie de signos, que van desde la mirada, el tamaño de la pupila, el tono muscular, la resistencia al movimiento, el rechazo o variabilidad de la toma de alimentos, el olor de las heces, la orina y el sudor, porque a través de ellos se excretan las sustancias que genera el estrés y el cambio en el metabolismo, procesos químicos naturales que suceden en nuestro cuerpo cuando hay eventos importantes que sugieren peligro.
Aprendemos a mirar lo que mira el otro, y descubrimos que el otro se da cuenta de lo que miramos, que puede descifrar nuestra motivación. Hablamos de procesos de adelantamiento, no solo en la empatía, que nos permiten percibir sí hay o no aceptación mutua.
La Teoría de la Mente explora tanto la relación afectiva como el comportamiento social del individuo. Según refiere, llamamos la atención de otras personas para que perciban que estamos llamando su atención, es decir, para comunicarles que, si ponen a funcionar sus sentidos en consonancia con lo que hacemos, el resultado es una muestra inconsciente de atracción, o una respuesta.
El cerebro, entonces, por medio de las neuronas espejo que se activan a distancia entre dos o más personas, inicialmente mediante las señales motoras, detecta estados de ánimo de adherencia afectiva o de amistad, aversión o desinterés por el contacto.
Llegamos a un contexto en el cual sabemos que el otro sabe lo que le queremos decir, y su respuesta es igual a la nuestra.
Leer al otro bajo una intencionalidad es parte de la comunicación asertiva, y vincula no solo una actitud sino también una respuesta. La dinámica hace parte de sentir el dolor y el placer del otro, lo cual construye el camino hacia el enamoramiento y el trabajo en equipo.
El término “mentalización” no es más que estar de acuerdo sin hablar, evento que es posible mediante respuestas discretas de la mirada, la postura, la sonrisa o la actitud corporal. Permite adelantarse en el tiempo con respuestas de solución o de colaboración en una determinada tarea, y hace parte del cerebro inteligente del líder.
¿Nos pueden leer verdaderamente el pensamiento?
Posiblemente, en forma literal, no… pero es posible que otra persona pueda leer los signos inconscientes de nuestro lenguaje corporal, saber cuándo estamos aburridos en una conferencia, distraídos en una conversación, la motivación o desmotivación en el cierre de un negocio, las inflexiones del lenguaje con falta de elementos persuasivos para conectar lo que pensamos con la misma fuerza o debilidad con que lo expresamos.
¿Puedo aprender a adelantarme al pensamiento ajeno?
Para llegar a una etapa de metacognición, es decir, volver consciente lo inconsciente, debemos ser muy observadores de las sutilezas con las que nos habla el cerebro del otro. Se hace necesario, también, establecer un tiempo adecuado para conocer la personalidad de la otra persona, su ambiente familiar, social y cultural. Un individuo creyente difícilmente jurará en vano, pero otro sin esas cualidades lo hará con facilidad para certificar una mentira.
Los amantes alcanzan un punto tal que no necesitan de la comunicación verbal para establecer un diálogo, ya que existen las miradas, las posturas, las sonrisas, el tono de la voz o de la risa, la tranquilidad del rostro… casi se puede decir que están “conectados”, que no es más que la percepción consciente de las señas inconscientes, lo que para otra persona resulta “ilegible” es lo que ellos “conversan sin hablar”.
¿Cuándo falla la lectura del pensamiento del otro?
Al igual que cuando se habla un idioma extranjero, si no lo practicamos, cometemos errores o simplemente hacemos lentas las conversaciones. La distancia cambia los ambientes, y se van perdiendo percepciones de comunicación. A veces, se envían otras señales que no se entienden, lo que lleva a pensar que existe una desconexión afectiva, la cual puede ser real o simplemente adaptativa.
Las personas suelen notar un “no sé qué” que los alerta y se van dando cuenta que algo extraño pasa, lo que motiva a desconfiar en el nuevo código de señales, que se vuelven naturales para uno, pero extrañas para el otro. Esto ocurre porque existe la posibilidad de estar comunicándose afectivamente con otra persona y esto afectaría la relación sentimental, comercial o social en cuestión.
- Aprenda a detectar la postura natural de las personas.
- Interprete la actitud y la mirada de quienes lo rodean.
- Juegue a identificar cuándo se dicen mentiras o verdades con su pareja, y trate de conectar su pensamiento con el otro. El riesgo es que uno aprenda y el otro no.
- Haga una interiorización de lo que usted siente que puede interferir en la percepción de otra persona, en este caso, su pareja, para evitar que estas señales interfieran con la interpretación de los demás.
- Analice cuando esté en un parque y mire a las personas cuando caminan, cómo manejan su postura, la posición de su cabeza. Cuando se aproximen, observe sus miradas y compárelas con la expresión de su boca.
- Aprenda a enviar mensajes con actitudes impresas y analice si las personas notan cuando usted finge tristeza u otra emoción detectable a simple vista.
- Los niños son los mejores maestros, juegue con ellos e interprete sus gestos y sus palabras, mire los ojos y los tamaños de la pupila, y también la desviación de la mirada cuando dicen algo cierto o falso.