Desde el séptimo piso, por Don Faber Bedoya
Esta semana de receso que ya pasó, nos dejó grandes enseñanzas. La vivimos intensamente. Tuvimos visitas de parientes allegados y nos gozamos de todos los sitios turísticos del departamento. Aprendimos que el Quindío tiene 10 parques temáticos, siendo el departamento de Colombia que tiene el mayor número de atractivos en este aspecto. Y salimos a recorrer nuestro departamento vestidos emocional y espiritualmente de turistas. Nos extasiamos con las despejadas montañas, el agua clara y abundante de los ríos, metimos los pies en el rio Quindío, en el sector de Boquía, y jugamos con sus aguas como cuando hacíamos paseos de olla a los Quindos. Transitamos por las carreteras de la geografía quindiana pavimentadas en su totalidad, nos paramos en los sitios altos a divisar, sin prisa, nuestro paisaje, y apreciamos todo el valle del Quindío. Fueron más los días de verano que los lluviosos, pero esto no fue óbice para salir a pasear, la lluvia nos cogió en Finlandia y no pudimos subir al mirador, pero disfrutamos de la excelente comida que ofrece el pueblo.
Y nos gozamos la hospitalidad y amabilidad de nuestras gentes.
Y por esta vez, vimos más niños, niñas, jóvenes, que adultos. Se engalanó nuestro centro comercial vecino, con la algarabía, la alegría, el bullicio, gritos, llantos y carreras de los infantes, con los mayores detrás de ellos. Pero esos niños de hoy si son muy diferentes, son sencillamente admirables. Es un deleite verlos comer solos con manejo acertado de los cubiertos, caminar, no quieren que los lleven de la mano, solos, y para adelante. Saben escuchar, no interrumpen, muy pocos berrinches, moderados, tranquilos, y entablan conversación entre ellos con una facilidad increíble, pareciera que se conocieran desde siempre, y se acaban de ver. Poco prevenidos, menos aprehensivos, con mucha empatía, sociables, nada retraídos.
Y nos gozamos la alegría de esos niños que nos visitaron.
Y cuál es la respuesta de nosotros los armenios veteranos, frente a esta generación tan avispada que nos está respirando en la espalda. “Téngase de la crin mijo que va ladiado”, decía mi abuelo cuando la situación se ponía difícil. Y es que de verdad la estamos viendo muy gris, con esos nietos de hoy. Es que no preguntan, comparten respuestas. Todo lo verifican con el celular, para eso está google. Para ellos no existen los secretos, todo es posible de saberse o al menos de consultarse. Un niño de primaria habla de proyectos, estudia ciencias naturales, donde ven nociones de química, inglés, las matemáticas son intimas con la lógica, español, creatividad, educación física, artes, manualidades, ética. Pocos cuadernos, menos libros. Los morrales son para la lonchera, la Tablet, el celular. – ya hay colegios que están prohibiendo el celular en primaria-. uno que otro cuaderno o libro. Conocimos en la vereda Marmato, del corregimiento del Caimo, municipio de Armenia, un aula con tablero electrónico, conectado a Internet, y a una red educativa, en el cual el maestro escribía el título del tema y los niños leían lo que debían aprender. Se podía enviar al correo o al WhatsApp, de los estudiantes. Y faltan datos de otros municipios. Cómo será en las grandes ciudades y en los gigantes colegios, oficiales o privados el proceso enseñanza aprendizaje de los infantes de hoy, y eso que nosotros fuimos maestros. “Apague y vámonos”, compañero Roberto.
Y nos gozamos los niños estudiando, asistimos a una clase, con un familiar de ocho años, de padre colombiano, madre francesa, que habla muy bien español y nacido en Paris.
Así que los abuelos de la generación del 45 no podemos quedarnos rezagados. A nosotros que nos alimentaron con el pan de la sensatez y con agua de prudencia, que nos enseñaron de todo, tanto que se llegó a decir que el bachillerato era “un mar de conocimientos con un milímetro de profundidad”, nos tocó aprender, con mucho gusto, de los niños de hoy. Y son felices instruyéndonos, “muestre abuelito yo le hago eso, es muy fácil”, y con ese cuento nos tienen tramados. Claro primero, nos dicen, dulcemente, ignorantes, y después ponen a funcionar el bendito celular. Ya manejan el Waze, y todas las aplicaciones de juegos, nada de noticias. Los niños de hoy, son educados en la virtualidad, se convocan por las redes sociales, amigo, novio o novia por Facebook, tiene cuenta en Instagram, Tik Tok, y de verdad que no sé, en cuantas aplicaciones más. Hacen transacciones exitosas por celular. Y nos miran con una carita de “yo no fui”. Los padres, nuestros hijos tan queridos de antaño, manejan todo desde el celular, la alarma de la calle está conectada al móvil.
Sin embargo, estoy de acuerdo con nuestro primo Cardenio, cuando sostiene que hay falencias en esa información informática, como redactar textos, y en matemáticas, cuando todas las operaciones se las dejan a la máquina, y precisamente ahí, es donde actuamos nosotros, seguimos vigentes, los abuelitos de antes.
Aun así con todos esos adelantos, con esa brecha generacional, actitudinal y motivacional tan grande, nos gozamos nuestros nietos, los del vecino, la bisnieta de mi hermana que muy tranquila le decía a su abuelo, “relájate tito, que a tu edad esa preocupación no te conviene”, o cuando su papá le dio una orden, muy horonda le respondió “eso lo negociamos, papi, o hagamos un trato”, como la ve, usted que tiene gafas, doña Margarita.