Por Manuel Gómez Sabogal
Definitivamente, las redes sociales se tragan a las personas. Enteritas. Sin chistar. Hay algunos que están en casi todas las que se han encontrado o les han dicho que esas son buenas, excelentes y con mucha magia.
Otros, jamás han estado en Facebook o en las que aparecen con diversos nombres en el mundo de la tecnología. A esos, los felicito porque no han caído en las garras de las redes.
Hace unos años, empecé a interesarme por las redes. Terminé enganchado a Facebook, Linkedin, Twitter, Instagram y Whatsapp.
Mis textos van en esas redes. Por eso, las utilizo, pero no me dejo usar por ellas. No soy afiebrado o estoy “enganchado” permanentemente. No son para mi algo obligatorio. Ni me imagino enredado todo el día como si fuera un “Community Manager”.
Desde hace unos meses, decidí descansar los fines de semana de Whatsapp. Y lo hago. Escribo algo al final del viernes y les digo a mis contactos que regreso el lunes o si es festivo, el martes.
Me dedico más a la lectura, a escuchar música y a ver películas recomendadas y muy buenas. Ese es un gran logro.
Escucho música y leo. Siento que el mundo es mejor sin noticias, sin Whatsapp. Porque creo que, de todas, Whatsapp pega demasiado y engolosina mucho.
Invito a quienes deseen, que hagan lo mismo. Descansen un poco y vean cómo vuelven casi que a la normalidad.
Si antes no teníamos redes sociales, ¿por qué creer que es necesario estar ahí todo el tiempo?
Y para completar, el teléfono celular al lado, en el bolsillo, en la mano, en la mesa, ¿cómo para qué? “De pronto entra una llamada importante” me responden algunos.
Y la otra actitud totalmente negativa. El uso del celular. Celular en los restaurantes y quienes están a la mesa, chateando, hablando, llamando. Celular en las reuniones. Celular en las iglesias. Celular en las conferencias. Es decir, una necesidad innecesaria. En eso se convirtió el celular.
Es lamentable que en cualquier reunión siempre se tenga el celular como algo dependiente y como si fuese obligatorio.
Las necesidades se convierten en obsesiones cuando a alguien se le queda el celular en casa y debe regresar a rescatarlo, porque lo “necesita”. O cuando en cualquier charla o conversación, debe “contestar obligatoriamente”.
Tengamos momentos diferentes. Cambiemos rutinas. Aprovechemos que, esta pandemia nos aisló y no permitamos que las redes sociales y los celulares nos aíslen más.
Entendamos que podemos ser mejores personas, individuos, seres humanos. Menos redes sociales y menos celular para vivir mejor.
Es una oportunidad grande para leer, disfrutar y conocer. Vibremos con la música y saquemos pretextos para charlar al calor de un café…