Miguel Fernando Caro Gamboa (un tejedor de palabras)
Las estrellas desde el cielo se deleitan con el canto de las criaturas nocturnas que se posan sobre las ramas dormidas de los árboles nobles. Desde la quietud de mi pequeño espacio, pienso en ti, mientras tu voz se convierte en delicada sucesión de arpegios mágicos que juguetean con los finos aromas orientales; conjugándose lentamente, hasta flotar en espirales casi imperceptibles.
Las luces se apagan, el escenario queda vacío y abres los brazos para atrapar, aunque sea un pedacito de aplauso, que acompañe tu retorno al íntimo recinto donde ríes o lloras en silencio y lejos de las miradas asediantes, que nunca entenderán el significado de una senda adornada con mariposas multicolores, que danzan la música derramada en los bosques mágicos, por los manantiales azulbellos que humedecen el entorno con su delicado canto.
¿Y qué desean de ti? ¿Y qué entienden de ti? ¿Y qué desean escuchar cuando el silencio llega en medio del acelere que no permite un instante para dejar florecer una caricia tierna?
Tomas la guitarra y, con la pequeña lágrima que ilumina tu mejilla, logras los primeros arpegios para comunicarte con las montañas, valles y llanuras, donde las criaturas te invitan a ser uno con ellas y la calma retorna a tu frágil entorno de colores diáfanos.
Solo en la paz que otorgan el silencio y la quietud, te reconstruyes para dar, nuevamente, el primer paso ante la multitud que pide una, otra y mil más y, allí estás tú, como una abeja frente a un campo de azahares, dispuesta a darlo todo hasta el instante en que las luces se apagan…
El sándalo se escapó, dejando una estela moranja por el pedacito de luz que aprovechó el gato para fugarse a través de la ventana.
Es mi momento para volver a la calma, soñar contigo y escuchar el jadeo de las cuerdas que tiemblan al sentir el delicado roce de tus dedos, mientras tu voz se convierte nuevamente, en una mágica cascada de arpegios multicolores alados.
Tomado de mi libro Alucinante (1997) hace parte de la correspondencia que decidimos hacer pública y de la cual compartiré los bellos detalles que ella tuvo conmigo…
Los días sin ti…
Y fuiste mía y yo fui tuyo
de la manera más sutil y sempiterna,
aquella que solamente pueden percibir las estrellas.
Tú me convertiste en arpegios
y yo te convertí en versos
y entre versos y arpegios
por un instante fuimos uno en el universo
que estalló de alegría
en el firmamento de aquella noche y aquel día,
que el tiempo se encargará de convertir
en un diminuto esquife
en el naufragio de las palabras y los recuerdos.
Tú serás más que una estrella,
tal vez una constelación y yo,
un humilde caminante que gozará de tu canto,
cuando la tarde cae y las criaturas del bosque
danzan las rimas que entonan las hadas.
Los días sin ti, nunca serán iguales
y aunque pasado el tiempo
no recuerdes al autor de estas palabras
yo nunca te olvidaré
y siempre serás mi más bella metáfora
cuando mi soledad regrese
y tú, seas una estrella lejana.
Cuando Shakira y yo fuimos amantes o el final de la historia. Elogio de la verosimilitud
Cuando Shakira y yo fuimos amantes y lo seguimos siendo, hicimos un pacto sagrado y sempiterno. Sin importar lo que pasara y «toda el agua que corriera bajo nuestros puentes», no renunciar a lo nuestro.
Existimos, por esta pasarela fantástica, ilusos, tal vez locos, ¿O no Manuel Gómez Sabogal? Que no perdemos el entusiasmo al compartir nuestras pasiones, en mi caso, leer y escribir, e intentamos, a través de nuestros «muros», llamar la atención para que ese selecto grupo de personas que resuenan con lo nuestro, encuentren motivos para querer continuar en la búsqueda de algo que vaya más allá de la superficialidad que caracteriza estos lugares.
Ya sabemos que la regla, irrefutable, por cierto, es que una abrumadora mayoría de personas no pasan del tercer renglón de cada texto, es decir, que muy pocas leen o leemos hasta el final antes de decidir expresar, por medio de un comentario o emoticón, nuestra opinión.
El juego, en general, es aparecer y jugar a que existimos por aquí.
La verosimilitud es el arte de convertir una ficción en algo creíble por más fantástico que sea y solamente cito un maestro. Julio Verne y una de sus obras. Veinte mil leguas de viaje submarino.
Shakira y yo somos amantes desde siempre, ella, de expresar en canciones sus emociones, alegrías, tristezas, decepciones… Y yo, en poemas, prosas y cuentos.
¿Será posible, que Miguel, a quien conozco, haya sido amante de Shakira?
He resuelto la pregunta y tal vez escasas personas, entre ellas mi selecta minoría de lectores, descubra, comprenda, disfrute y hasta se divierta con la respuesta, porque leyeron hasta el final la historia. Leer hasta el final la historia y comprenderla, dos cosas exóticas en esta época y por estos lares, donde el baño sagrado es en «un mar de cinco centímetros de profundidad».
Shakira seguirá feliz componiendo, dando de qué hablar y facturando y yo, gozando de mi anonimato, casi total, que comparto con mis diez «fieles» lectores, a quienes mis tejidos de palabras les divierten y nos permiten tener la fantasía de acompañarnos en medio de esta realidad inexistente.