Por Manuel Gómez Sabogal
Vuelvo a escribir sobre uno de los “valores perdidos”, como yo llamo. Para mí, “valores perdidos” son aquellos que vemos, pero no reconocemos. Vemos las personas, pero muchas veces, ni nos importan. Estamos ocupados en otras cosas y no prestamos atención.
Muchas personas dicen “se perdieron los valores”, “ya no hay valores”, “definitivamente, los valores están perdidos”. Pero no, no están perdidos ni embolatados o escondidos.
Entiendo que cuando se habla de ellos, estamos pensando en bondad, sinceridad, empatía, afecto, paciencia, gratitud, perdón, humildad, responsabilidad, solidaridad y otros más…
Pero es que estos valores no andan solos. Están en las personas. Y muchas veces, están cerca, pero no nos damos cuenta. Existen en esas personas, los valores. Por eso, escribo sobre los “valores perdidos” cuando encuentro a alguien con muchos de esos valores en su corazón.
Aprendí hace rato que, a todas las personas, por sencillas que sean y sin importar su trabajo se deben respetar y ojalá, conocer sus nombres.
Sus expresiones, atención, el amor por lo que hace y forma de ser, la vuelven especial. Ella es especial.
Es muy joven y bonita. Tulueña. Tiene pocos años y muchos sueños, anhelos, deseos. Vive con su pareja y quiere verla siempre feliz. Su pareja también trabaja. Sabe que está ahí y que no importa lo que pase, Silvia Fernanda atrapa a su pareja con cariño y mucho afecto. Porque ella es una mujer maravillosa en todo sentido.
Tiene un hermano, Luis. Es su familia y ellos dos son demasiado importantes para ella. Quiere mucho a su hermano.
Él también estudia Química, como ella. Silvia Fernanda está en V semestre. Lectora incansable de artículos científicos y libros sobre química, pues es la carrera que estudia en la Universidad del Quindío. Desea terminar su carrera y luego especializarse en Biomédicas. Son sus sueños a nivel académico.
Así como le gusta leer, también escucha música, especialmente Techno, con la cual se concentra a hacer sus trabajos universitarios, organizar la casa y se relaja. Así mismo, a su corta edad, también escucha a Julio Iglesias, Camilo Sesto, Roberto Carlos…
Son muchas las veces que bajo a almorzar “Donde Alfredo”, un poco más allá de Barcelona…Allí, labora Silvia Fernanda. Desde cuando la vi, me di cuenta que es una niña interesante.
No se amilana ante nada. Se ve siempre feliz. Atenta con los clientes que van, piden, requieren, afanan. Su trabajo le ayuda un poco para adquirir sus materiales y pagar los semestres. Es casi independiente.
Su concentración es total. Quiere terminar muy bien su carrera. Su juventud le ayuda para no estresarse. Sabe que los clientes son así. Los conoce, los identifica, sabe sus gustos. Su don de gentes le ayuda demasiado. Es agradable, conversa poco, porque su concentración en el trabajo es lo importante. Así es siempre. Incluso cuando estudia.
Reside en el corregimiento de Barcelona y gracias a un amigo que tiene moto, va a la Universidad o al restaurante. Dependiendo de dónde vaya. Cuando este no puede, ella toma el bus. Es consciente de que no todas las veces, se puede ir en moto.
Para Silvia Fernanda, una de sus frases preferidas es
“La vida es un riesgo y lo afrontaré, porque soy la mejor”