Desde el séptimo piso, por don Faber Bedoya C
En el carriel de nuestros antepasados no faltaba un espejo, pequeño, finamente enmarcado en pasta, y por el revés una lámina del Sagrado Corazón de Jesús, la cual fuimos cambiando por figuras de damas, de las que aparecían en las paredes de las zapaterías o en las revisterías. Tenía su compañera sentimental que era la peinilla y entre los dos amansaron cabellos rebeldes, con remolinos, hirsutos, abundantes, escasos, o librar grandes batallas con los indeseables piojos, o tener decepciones con los calvos prematuros. Pero el espejo siguió muy campante y era el apetecido en especial por las damas, por los siglos de los siglos, amen. En las casas no podía faltar este artículo, lo tenían los baños, la sala, los dormitorios en un mueble que se hizo infaltable, el tocador, con un gran espejo redondo. Así ha sido desde aquella vez que un humano se miró en el agua y vio reflejado su rostro, tamaño susto debió de llevarse.
O cuando una niña vio reflejado su rostro en un pedazo de lata y corrió a mostrarle a su madre la linda imagen que tenía al frente, ella se miró y lo que vio reflejado fue a una mujer madura, pero muy hermosa, para ella, discutían cuál era la verdadera imagen, cuando apareció el abuelo, se miró, y sentenció, cuan equivocadas están ustedes, es un venerable anciano, quien aparece allí. Fin del comunicado.
Cuenta la historia patria que a nuestros indígenas los engañaron, no con títulos valores, sino con espejitos, y siguen los narradores contando, que fue mucho el oro que sustrajeron con ese cuento del preciado objeto mágico, el cual reflejaba el rostro de las personas. Y también cuenta la historia que los espejos existen, desde hace más de mil quinientos años antes de Cristo.
Además de la importancia física de este mueble, encierra una vida llena de metáforas, se personifica, cuando decimos, “los ojos son el espejo del alma”, significa comportamientos, modelos, paradigmas, “Usted es que no se ha mirado a un espejo”. Conocimos de una funcionaria, que todos los días llegaba a la zona social de la oficina y ante el espejo se decía a sí misma, quien es la secretaria más hermosa de esta empresa, repitiendo las frases célebres de un cuento de hadas, era la forma de darse animo cada día. El espejo es bien importante en la vida de las personas, lo muestra a uno tal como es, no miente, ni le quita ni le pone, es la presencia real, física, y si se observa con detenimiento la imagen reflejada, es mucho lo que nos dice. Y está metido por todos lados, es inevitable, es imposible no mirarse en un espejo donde lo halla. Hay hasta los palacios de los espejos, donde se puede mirar la persona, gorda, flaca, estirada, achatada, largirucho, atlético, chaparrito. Pero siempre para mirar de frente.
Como sería, qué imagen reflejaría, si Colombia enterita se mirara en un espejo, hoy, qué nos diría esa figura
En los años 1914, en los carros de carreras de las 500 millas de Indianapolis, se instalaron espejos que permitían mirar a los que venían detrás. En 1927, el modelo T de Ford los implementó y desde 1940, los espejos retrovisores, fueran internos o externos, son algo estándar e imprescindible en los automóviles. Entonces otra vez, además de la importancia física de esta pieza, conlleva una vida llena de metáforas, se personifica, cuando decimos, «sin mirar por el espejo retrovisor», para significar que lo hecho en el pasado, tiene importancia relativa ante la magnitud de la tarea que ese avecina. Porque, para muchas personas, no hay nada que engolosine y empalague más que andar en el pasado, con una persistencia enfermiza, que paraliza el presente y aleja el futuro.
En todas las filosofías y teorías del comportamiento humano se enfatiza en el valor incalculable del presente. Reaprendimos a ubicar en su justo sitio, a nuestro ayer y mañana, sin menospreciar el hoy. Es físicamente imposible conducir por la vida mirando solo por el espejo retrovisor. Tarde que temprano se va a estrellar. Generalmente ese mirar para atrás, tiene una compañera sentimental y es la culpa, siempre alguien tiene o tuvo la culpa, tanto que ya es famoso en el mundo entero, que al final del discurso, la “culpa fue de la vaca”. Otra vez, fin del comunicado.
No estaban muy lejos de la verdad, la niña, la mujer y el anciano que se miraron en la lata que reflejaba su rostro, pues si hoy, cada cual certifica y jura, es por lo que ve a través del espejo retrovisor, no vamos a llegar a ningún mañana. Nosotros los expertos en coleccionar ayeres, no miramos sino para adelante, bueno, en virtud del mal estado de los andenes de mi ciudad, tenemos que mirar para el suelo, por temor a caernos, pero les aseguro, el espejo retrovisor nos sirve para reversar, pero los carros modernos ya traen pantalla de reversa o sea que ni para eso lo utilizamos. Es mejor mirarnos en nuestro espejo tradicional y peinar nuestro ilustre y digno cabello cano, nada de mirar para atrás, ni cuando pasan las elegantes vecinas.