Por Manuel Gómez S
La vida da muchas vueltas. El tiempo pasa demasiado rápido y no nos damos cuenta sino cuando ya estamos en la “zona de despegue”.
Las oportunidades llegan y deben aprovecharse. Después de escribirnos muchas veces, visitarlos en Calarcá y otros sitios donde han estado, después de saber que Guillermo García “niño débil” había sido operado a corazón abierto en Europa, pues tuvo un infarto recién llegado a visitar a su hija y a tener reunión familiar, lo envió al quirófano y salió muy bien. Días después, pudo asistir al matrimonio de su hija.
Ahora, está más calmado, corre poco, toma pastas casi todo el día, se cuida al máximo y se prepara para otro viaje.
En esta ocasión, Guille y Lucía se radicarán en el Valle del Cauca, cerca de su otra hija, próxima a darles otro nieto. El jueves 6 de febrero, ya estarán en su nueva residencia.
Esa información del nuevo “trasteo” me dio tristeza, pues se volvían a ir nuevamente y estuvimos como “vecinos” durante muchos años.
Pues es que Guillermo García tiene muchas historias y vivencias para contar. Aunque fue un gran docente y ha sido un excelente profesional, la mímica en sus años mozos (es un decir, porque siempre fue serio), fue una de sus pasiones. Además de los chispazos de siempre. Ha sido un gran amigo desde la juventud. Solo que ahora tenemos mucha juventud acumulada y por eso, somos así. Duros de matar, pues todavía hacemos locuras, molestamos, fregamos la vida y seguimos siendo los mismos de aquella época.
Sus compañeros lo estimamos, porque ha sido un tipo buena gente, de esas personas que uno conoce y no quisiera dejar de ver para charlar o abrazar.
El viernes 31 de enero o 62 de diciembre, nos encontramos en su casa. Allá estaba Lucía, quien lucía como siempre, radiante, alegre, agradable y simpática. Guille salió a recibirme y pasamos por entre un sinnúmero de cajas llenas de diferentes elementos y listas para ser subidas al camión.
Mejor dicho, la casa estaba siendo desnudada y poco quedaba ya, porque casi todo estaba en cajas. Excepto por las materas que había afuera, además del jardín que Lucía ha cuidado tanto, durante estos años.
Afortunadamente, todavía estaba la sala completica. Pude sentarme a charlar con Guille y después de un buen rato, salió como alma que lleva el viento a traer café calientico, recién hecho. Era lo que faltaba para que la reunión fuese completa.
Mientras tanto, Lucía continuaba en sus ocupaciones, es decir, como siempre, burlándose de cada chiste que hacíamos o de cada recuerdo que teníamos. Calladita nos escuchaba mientras hacía sus labores como dama jubilada. Así mismo, charlando con la señora que estaba con ella. Pero poniendo un cuidado…
Guillermo ya ni cerveza puede tomar y eso que le ofrecí la última que llegó al mercado nacional. Total, que charlamos al calor de un café. Fue una tarde genial y el tiempo transcurrió demasiado rápido.
Nos despedimos como quienes no quieren despedirse, pero una frase que me dejó Guille en WhatsApp, la tendré siempre conmigo:
“Cierto, fue un rato muy agradable. Para los buenos amigos siempre hay tiempo. Un gran abrazo. Guille y Lucía”.