Desde el séptimo piso, por don Faber Bedoya
Para el encuentro de pensionados de fin de mes, Ruth la joven y dinámica coordinadora, propuso una maratón de historias, anécdotas, experiencias vividas, con final feliz y cada participante cuenta con cinco minutos, para hacer la narración. Y tuvo la gentileza de invitarme, para que le identificara los participantes a medida que fueran llegando, porque ella los conoce por referencia, de nombres, pero no personalmente.
Sabe que el promedio de edad es alto, que ya hemos aceptado que hay muchas cosas en la vida que queremos hacer y no podemos, otras que podemos hacer y no queremos, o nos olvidamos qué era lo que íbamos a hacer, o no tenemos con qué, o si tenemos, no podemos, mejor dicho, “del mismo modo y en sentido contrario”, como dijo la reina de Antioquia, en el reinado nacional de belleza del 2008.
La cita es a las tres de la tarde, pero desde las dos y media llegó un grupito de tres, dos celadores y uno de oficios varios que siempre fueron amigos, compañeros. El que ya no tiene pelo es don Rafael, muy famoso entre el personal, porque como le parece que, hace poco, tuvo un episodio gravísimo de hipertensión, hasta en la UCI lo tuvieron, le hicieron muchos exámenes de laboratorio. Todo salió normal, gracias a Dios. Al final resultó con una trombocitopenia, astenia crónica, deshidratación, y el sistema nervioso totalmente alterado. Pero lo más notorio fue su recuperación, contó con el apoyo de su familia, amigos, compañeros del grupo. Ese señor es un ejemplo de que cuando se quiere se hacen cosas grandes.
La señora elegante que viene con la de tenis, fue la enfermera toda la vida en el centro de salud, de nuestra institución. Ella tuvo dos hijos, que levantó sola, después del abandono de su esposo. Uno se graduó de médico y el otro, prefirió acompañar a la mamá, no resultó con nada. El médico ejercía en la Tebaida, muy bien y era candidato a una especialización en Medellín. Una noche, estaban viendo televisión, vinieron unos amigos y se lo llevaron a una fiesta en el club campestre de Armenia. A las tres de la mañana la llamaron los amigos, que se habían estrellado y que perecieron tres de los pasajeros del carro, entre ellos su hijo. Horrible, demoledor, parecía que no se recuperaría, pero mire como son las cosas de Dios, el otro hijo ya estaba trabajando, tenía buen sueldo, lo ascendieron y lo pusieron a viajar por todo el país, después de la pandemia. Trabaja con una empresa de ecoturismo y después de empacar la maleta, empaca a la mamá también, ha conocido todos los eco parques del país. No la desampara ni un minuto, cuando no está viajando trabaja desde la casa. Una mujer muy alegre, es como un ángel para nosotros, que alegría encontrase con esa ilustre dama.
El señor que viene a saludarnos, don Ramiro, ha salido victorioso de dos infartos cardiacos, y mírele, como está, es que son ejemplos de vida, de resiliencia. Es una invitación a vivir, a darle gracias a Dios por la existencia, es un cantante excelente y mejor compañero, organiza festivales culturales, ofrece conferencias, charlas, no puede ver un micrófono porque ahí está, a él lo conoce mucho usted, así como el que viene con él, Darío, quien fue operado de corazón abierto y por la aplicación de la anestesia, le afectaron las cuerdas vocales y tiene dificultades extremas para hablar, pero lo que son las cosas, Dios lo había dotado de gran facilidad para escribir, ha escrito dos libros, y tiene correspondencia virtual con la mitad del universo, sin exagerar.
La señora que viene ahí de bastón se llama Miriam, no lo necesita, se acostumbró a usarlo, porque tuvo hace muchos meses un esguince de tobillo, y le reporta muchos beneficios, en todas partes. Además, es una de las mayorcitas, pero si la viera, no se está quieta un minuto, vive sola, tiene apartamento propio, dos hijos, que se preocupan mucho por ella, es simpática, buena conversadora, camina, hace yoga, aeróbicos, danzas, rumba terapia, nunca está sola, va a cine, a teatro, a presentaciones de artistas, de conjuntos, a obras de teatro, conferencias, exposiciones, caminatas, se presta hasta para los entierros. Cómo le parece que se viene desde la Casa Museo de la Música en el parque Uribe, de noche, a pie, hasta su apartamento en el barrio la Nueva Celia, por el parque Fundadores.
El señor de abultado abdomen no es pensionado, tiene 69 años de edad y lleva trabajando en la institución 49, es decir entró a trabajar desde los 20 años, siendo menor de edad, y dice que trabajará hasta los 80 si Dios le da vida y salud. Hay otros dos, que ya tienen 78 y 79 años y no salen de la institución. Y se me olvidaba Gilberto, que el mes entrante cumple los 80 años y ese ya dijo que si se pensiona. Al que viene de bastón, algo le pasó en la vida porque el no era así, era muy activo, fue celador, vendía lotería, boletas de rifas, montaba en bicicleta, pero me ha dado pena preguntar qué le pasó, se llama Javier.
Se oyó la voz de Ariel, nuestro ilustre maestro de ceremonias y locutor de la emisora, iniciando el evento, leyendo el orden del día, la intervención del grupo de cuerdas del maestro Candamil, una tanda de historias, el grupo de danzas, otra tanda de anécdotas, aeróbicos y gimnasia para adultos mayores, otra tanda de experiencias, el refrigerio y marcha de despedida.
Vamos pues a oir las historias, todas con final feliz.