Por Manuel Gómez Sabogal
Una pareja salió de paseo, en busca de un lote. Aunque el comienzo fue demasiado complicado. La señora tenía varias cosas para hacer, como por ejemplo, cita a las 2.30 para ella y cita a las 3.15 para la hija. Sin embargo, me dijo que la hija le había puesto una tarea. Temprano le había dicho al esposo que iban y que no había inconveniente.
El viaje comenzó a las 10 de la mañana. Debían estar en un pueblito del Valle del Cauca a las 10:30, pero ya era demasiado tarde para lograrlo. Además, tenían pico y placa en la ciudad, por lo cual debían ser demasiado cuidadosos para no caer en la trampa.
Así, bordeando todos los obstáculos, tomaron la Avenida 14 de Octubre hasta dar con la estación y continuar a tomar la salida a Montenegro, actualmente en reparación para hacer la doble calzada Armenia – Montenegro.
Antes de llegar a Montenegro, retén de policía de carreteras, pero lo pasaron con tranquilidad. Siguieron por la vía a Quimbaya y ya empezaba a hacer un calor inclemente. Llegaron a Quimbaya y continuaron el rumbo a Alcalá para llegar a Ulloa.
Llegaron como a las 11:10 al Hotel Villa Bernal, lugar de la primera parada o cita. La idea, ver algunos lotes para posible compra. Los recibió Javier David muy amable, se pusieron a charlar con él al calor de un café y les dio algunas indicaciones al respecto.
Allí, la señora le preguntó al esposo que si aplazaba las citas y este le respondió que era lo mejor, porque no alcanzaban a llegar a tiempo.
Lo primero, fue revisar algunos lotes en el sector, pero tenían algunos inconvenientes. Después de hablar al respecto, se dieron cuenta que había otros lotes adelante de Ulloa. Como esa era la tarea, se fueron detrás de Javier, quien en su moto, los guiaba.
Más adelante, encontraron una entraba con una pequeña bajada y luego se extendía en subida casi interminable. Llegaron y empezaron a divisar varios lotes. Cada uno tenía su número.
El insoportable calor continuaba y la temperatura en aumento, aunque decidieron ir por la vía a Cartago, aunque quemaba.
Sin embargo, saliendo de Alcalá, había un trancón debido a que estaban reparando la vía. La espera fue de unos 20 minutos, mientras daban paso. Continuaron y a casi 100 metros, otra parada y más arreglos.
A 15 kilómetros de Cartago, se desviaron a la izquierda y entraron a ver otros lotes. Se tomaron las fotos y regresaron, pero Juan David les dijo que antes de Quimbaya había más terrenos para ver.
Así que lo siguieron. Otra vez el trancón y antes de Quimbaya se desviaron por una pequeña vía que los llevó a una casa en un alto. Allí, miraron hacia abajo y el piso era de grava. No muy firme. Bajaron en el carro y había que subir otra loma. El carro cedió, pues empezó a patinar y la señora le dijo que no siguiera. Entonces, el señor regresó y volvió a tomar la falda de entrada. Sin embargo, el carro volvió a patinar, pero la señora se bajó para indicarle. El problema es que la vía estaba muy estrecha y el carro se iba de un lado a otro. Tanto así que se encunetó. El señor trató de salir en reversa, pero el retrovisor dio contra un palo y se cayó.
El carro quedó a centímetros del barranco. Para no golpearlo, prefirió quedarse quieto. Se bajó como pudo por el lado del copiloto y el estrés lo tenía estresado. Una señora que estaba observando todo, llegó con jugo.
Al rato, mucho rato después, aparecieron unas personas en un jeep. Uno de ellos se bajó y dijo que había sido mulero. Así que les dio confianza. De inmediato, decidieron, o mejor, decidió la señora que subieran a pie a la casa. El señor la tomó de la mano y se apoyó, pues casi no podía subir por lo empinada de la falda.
Mientras tanto, ellos hacían diferentes maniobras para subir el carro sin problema. Al final, lo hicieron. Lograron llegar al plan. Un aplauso y las presentaciones de rigor, pues no sabían quiénes eran.
Integrantes del equipo del Hotel Villa Bernal. Eran ellos, quienes estaban por esos lados. Eran Jonathan y Laura. Les contaron sobre el recorrido y el calor que había durante el viaje. Tanto así que la señora tenía la cara roja (pero no de la ira), sino de la quemazón del sol solecito.
Se despidieron y fueron a Quimbaya a que colocaran el retrovisor nuevamente. Llegaron al taller de “Pitillo”. Les dijo que estaba muy ocupado, pero que en una hora estaría listo y sin problema.
Mientras tanto, recorrieron el pueblo y fueron a almorzar. Como era una corta falda para subir, el señor se apoyó todo el tiempo en la señora, pues no podía casi moverse. Llegaron a la plaza y encontraron un restaurante.
Almorzaron, descansaron un rato y regresaron donde “Pitillo”, hora y media después. El carro estaba listo. Muy agradecidos, tomaron la vía a Montenegro y de allí a Circasia para llegar a la casa a las 5 de la tarde.
Se acostaron temprano, pues el cansancio del día los agotó demasiado. El aplauso para la señora que le dio fuerzas al viejito para que todo terminara bien.