Merodeando desde la Arquitectura
Ciudad Resiliente
Las ciudades revisten quizá los lugares donde son mejor percibidas las posibles diferencias de cualquier sociedad. Son como vitrinas donde, si bien no siempre convergen absolutamente todos los actores que pertenecen al elenco cultural de un país, en buena parte exhiben sus aciertos y contradicciones, sus verdades y engaños, sus posibilidades e imaginario. En resumidas cuentas son, día con día, complejos retratos, de varias capas de información, de grupos humanos que, en torno a condiciones más o menos concertadas, logran dar forma a una manera de vivir en un contexto espacial-temporal. Así las cosas, circunstancias desatendidas bien sea por haber sido explícitamente des-priorizadas o bien por haber pasado por mucho tiempo como inadvertidas hasta lograr una presencia importante logran imponerse producto de una especie de desarrollo biológico o “natural” que una vez alcanzado cierta magnitud, termina imponiéndose como realidad; como modelo de desarrollo y sobre el cual parece muy difícil, si no imposible, restaurar cualquier concepción previa o plan que se tuviese sobre la materia de desarrollo.
Sin haber entendido tales circunstancias y contraviniendo la lógica, el sentido común, así como desaprovechando lecciones históricas sobre precedentes con características similares, cualquier política improvisada que busque solucionar cualquiera de los problemas que dentro de ella de suscitan, terminan casi con seguridad agravando el o los problemas a los que pretendió dar respuesta. Casi siempre con el tema habitacional (que es uno de los principales motivos de la agrupación eficiente en torno centros urbanos) se especula en tal sentido y los resultados terminan siendo pavorosos, debido a la escala de intervención. Afectando no solo desde el punto de vista estético o técnico la viabilidad futura de la ciudad, si no con efectos a largo plazo aún más perniciosos que terminan por sentenciar su destino, al fomentar la destrucción de su equilibrio variable y su indeterminación como posibilidad de lugar para vivir. Al precisamente contribuir a desdibujar su identidad, sus posibilidades de establecer y desarrollar naturalmente sus condiciones e “identidad”. Afortunadamente parte de la fuerza de la ciudad radica en la capacidad para cambiar, para evolucionar, en su resiliencia… Quizá son como las de “Maurilia” que describe Calvino:
“Hay que cuidarse de decirles que a veces ciudades diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí. En ocasiones hasta los nombres de los habitantes permanecen iguales, y el acento de las voces, e incluso las facciones; pero los dioses que habitan bajo esos nombres y en esos lugares se han ido sin decir nada y en su sitio han anidado dioses extranjeros”
Las Ciudades Invisibles, Las ciudades y la memoria 5. Italo Calvino. 1972
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