Y otras cosas
Libros de Autoayuda: lo bueno y lo malo de creer en uno mismo
Estando en primer año de bachillerato, (hace un largo, largo tiempo) en esas salidas con mi madre al supermercado, me empeciné en pedirle a ella que me comprara un libro de esos que vendían en un mostrador de libros giratorio, convencido con su título de que sería la solución a todos los problemas. Así ese día, mi madre gastó extrañamente tres bolívares y yo dejé de leer Batman, Supermán, Flash y Linterna Verde por unos días y comencé a leer “Piense y hágase Rico” de Napoleon Hill. Su lectura me emocionó muchísimo, al punto de escribir hojas y hojas de planes (uno más loco que otro) para tener una bóveda como la de Rico Mc Pato y así comprar todos los suplementos de Batman, Supermán, Flash y Linterna Verde que me faltaban por leer. Pasó el tiempo y terminé dedicado a otras cosas más importantes como ir al cine, mejorar mi técnica de yo-yo o “ruchar” metras.
Ha pasado el tiempo y aún no he dejado de leer libros de autoayuda, aunque quizás no con la intención mesiánica de entonces sino con la necesidad de encontrar palabras para describir mejor la forma y la manera en la cual los deseos que siento puedan figurarse con precisión, además de mejorar mi discurso. Los libros de autoayuda actualmente tienen un universo gigantesco de seguidores y aficionados, seguido muy de cerca por su grupo también considerable de detractores y escépticos. Investigando un poco sobre esto, logré dar con estudios serios sobre el tema en ambos lados de la discusión, no obstante y por mi forma de ser esencialmente positivista, leí sobre un experimento donde colocaron a personas a realizar lecturas sobre un capítulo de una novela y luego les hicieron leer una cantidad similar de un libro de autoayuda, consiguiendo resultados interesantes, como por ejemplo, que la lectura en ambos casos generó un aumento de la actividad cerebral y de la creatividad más o menos similares, pero en el primer evento los contenidos se olvidaron relativamente rápido mientras que en el segundo evento de lectura, los resultados correspondientes a la persistencia de los contenidos en la memoria de los lectores fue significativamente mayor, inclusive resultando en opiniones de algunos de los lectores manifestando cambios significativos en su forma de ver las cosas, en razón de lo cual se concluyó afirmativamente sobre la presencia de un efecto positivo en la lectura de este tipo de libros.
Humildemente coincido con este efecto benéfico, siempre y cuando venga acompañado de la voluntad de cambio por parte de la persona, manifiesta en acciones reales y concretas. No se adelgaza leyendo libros sobre dietas ni se sale de una decepción amorosa leyendo sobre seguir adelante: hay que alimentarse mejor y hay que llevar una vida en progresión gratificante.
No obstante, deslástrese de ese prejuicio que dice que leer libros de autoayuda es un signo de debilidad: al fin y al cabo, si usted los lee, es demostración de que confía en usted mismo para resolver la situación y simplemente está buscando herramientas como quien busca algo para clavar un clavo en la pared. Y eso, es inteligencia, potencia, crecimiento y deseo de estar bien.
Jorge Sánchez Rojas
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