La rabieta es un tema difícil de manejar para los padres. La mayoría de las veces la preocupación no es lo que le pasa al niño, lo que siente y provoca la pataleta, sino el juicio de los otros.
Las rabietas no son situaciones en las que el niño manipula, simplemente son la manera que tiene de autoafirmarse, diferenciarse de mamá y papá y, en ocasiones cuando no dispone de más recursos, para expresar su frustración. Se manifiestan con llantos, gritos, patadas o cuando se quedan “privados” como si les faltara el aire, situaciones que resultan preocupantes para los padres.
¿Por qué se dan las rabietas?
Según Rosa Jové, en su libro La crianza feliz, a los dos años de edad los niños han ido madurando según su ritmo y se desplazan solos, pueden comer casi de todo y con sus propias manos, y son autónomos en sus actos más vitales. Si bien en estos primeros años son muy apegados a sus padres, luego de esa edad se preparan para una independencia naciente y rudimentaria.
Como el lenguaje aún no se ha desarrollado completamente, el pensamiento crea más de lo que el niño puede expresar frustrándolo y enfureciéndolo. Aquí es donde aparece la rabieta como forma de expresión de sus emociones y sentimientos.
De acuerdo a esta autora, ¿cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues, dada su edad, lo hace negando al otro. Su palabra más utilizada es el “no” y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él “no es” aunque todavía no sepa quién es. Lo que sí sabe es que puede hacer cosas diferentes a sus padres. ¡Llevarles la contraria!
Si los padres no entienden lo que pasa se molestan y responden con los patrones de crianza aprendidos, castigo y represión. Para la autora, esa ofuscación entre querer una cosa, no entender lo que pasa y el rechazo paterno es la fuente de la mayoría de las rabietas.
Los padres viven esta etapa con mucha ansiedad porque piensan que sus hijos los manipulan o los retan. Eso está alejado de la realidad. Simplemente les están diciendo ¡Yo no soy tú! ¡Puedo querer, desear y hacer cosas que tú no quieres!
En una crianza respetuosa los padres necesitan manejar la rabieta para que se convierta en una situación de aprendizaje para el niño.
¿Qué hacer frente a la rabieta?
La base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar altibajos y adversidades se cimienta en hacerle saber al niño que “siempre” estaremos con él, que “siempre” le querremos y le cuidaremos, aunque a veces no nos guste lo que hace.
Podemos distraer al niño, ofrecerle alternativas, buscar soluciones creativas, proponer tratos o intervenir físicamente tratando de cambiar el equilibrio energético de la situación mediante un abrazo cariñoso, si al niño le apetece, o bien sentándonos o acostándonos en el suelo. Debemos darle libertad a nuestros hijos de expresarse obviamente dentro de lo sensato, ser flexibles, empáticos, comprenderlos, ponernos en su lugar y ser creativos.
Recuerda que una rabieta tiene más posibilidades de aparecer cuando una gran carga de frustración, a menudo acompañada de miedo o ansiedad, se empieza a crear dentro del niño hasta que este se llena de tal tensión que sólo la puede liberar con una explosión.
¿Cómo afrontar las rabietas?
La Lic. Jové, lo resume en cinco puntos:
1. Comprender que el niño no pretende manipularnos.
De esta forma seremos más flexibles con él y evitaremos muchos conflictos, él solamente pretende mostrarnos su identidad diferenciada.
2. Dejar que pueda hacer aquello que quiere, dentro de lo razonable.
Casi nunca solicitan cosas imposibles, podemos ser flexibles, dejarles ver que estamos atendiendo su solicitud y que si les dedicamos tiempo podemos negociar. Sí hay cosas en las que podemos ceder: escoger su ropa, comer solos, darle un dulce. Según la autora, si usted es un padre/madre que vigila que el entorno de su hijo sea seguro es difícil que pueda pedir o tocar algo nocivo para él.
¿Cuándo no ceder? Cuando la petición no es razonable. Por ejemplo, si tenemos que ir al trabajo y él no quiere dejarnos, debemos dedicar unos minutos a explicarle que vamos a volver, expresar afecto e irnos. En la medida que se cumple el ritual crece la confianza.
3. Evitar las tentaciones.
Intente evitar esos momentos (no se lo lleve de compras a una juguetería o cuando vaya a pagar en el supermercado intente buscar una caja que no tenga exposición de juguetes ni dulces) o pacte con él una solución. i se empeña en un dulce, negocie entre dos alternativas manejables para usted, por ejemplo, dos tipos de galletas.
4. No juzgar a tus hijos.
Su comportamiento no es algo personal contra sus padres. Podemos expresar nuestra disconformidad, pero no atacando la personalidad del niño o valorando negativamente su conducta.
5. Saber que las rabietas se pasan con la edad.
Esto se da cuando el niño adquiere un lenguaje que le permite explicarse ya no a través del llanto y las pataletas. También llega un día en que sabe lo que “es” y “quiere” y lo pide sin llevar la contraria. Si no hemos impedido sus manifestaciones autónomas y de autoafirmación, tendremos un hijo autónomo que sabe pedir adecuadamente lo que quiere porque ha aprendido que no le hace falta pedirlo de forma inadecuada si su petición es razonable.