
Llevo tiempo dándole vueltas a la idea de la alegría diaria. Todos buscamos un poco de satisfacción en nuestra vida diaria, pero es fácil asumir que las personas verdaderamente felices tienen un secreto que el resto no tenemos.
Sin embargo, a medida que envejezco —y créanme, he pasado mucho tiempo buscando la satisfacción—, he llegado a creer que la felicidad no es solo una casualidad. Es una habilidad, incluso un arte, que practican día tras día quienes toman decisiones intencionales.
Hoy, me gustaría compartir siete prácticas diarias que he observado en personas que irradian alegría genuina. No son cambios drásticos que te conviertan en una máquina de sonreír de la noche a la mañana. Son…
Profundicemos.
1) Recuerdan sus bendiciones
No puedo hablar de la alegría diaria sin mencionar la gratitud.
En mi experiencia, las personas que irradian felicidad tienden a centrarse en lo que tienen en lugar de en lo que les falta. Quizás los hayas visto: esos amigos que pueden recitar una lista de las cosas buenas que les sucedieron en el día, incluso si es algo tan pequeño como que un desconocido les abra la puerta.
Los beneficios de la gratitud también están bien respaldados por los expertos. Como señala el equipo de Harvard Health: «En las investigaciones de psicología positiva, la gratitud se asocia fuerte y consistentemente con una mayor felicidad. La gratitud ayuda a las personas a sentir emociones más positivas, disfrutar de las buenas experiencias, mejorar su salud, afrontar la adversidad y construir relaciones sólidas».
Me identifico con esto porque he notado cómo el simple hecho de contar mis bendiciones, como la cálida compañía de mis nietos o la compañía de mi perra Lottie, le da a mi día un tono más brillante.
¿Te animas a intentarlo? Conviértelo en un ritual rápido por la mañana o por la noche. Anota tres cosas por las que estés agradecido. No tienen que ser profundas. ¡Incluso tu cereal favorito cuenta si eso es lo que te hizo sonreír!
Con el tiempo, notarás que tu perspectiva cambia y te resultará más natural disfrutar de lo bueno en lugar de obsesionarte con lo malo.
2) Salen
Cada vez que mis nietos me dan un empujoncito para ir al parque, suelo darme cuenta (tras un momento de duda) de lo refrescante que es estar al aire libre. Veo la alegría en sus ojos mientras corren de un lado a otro y, sin duda, yo también siento cierta ligereza en el pecho.
Hay algo en estar en la naturaleza que nos libera del peso de las preocupaciones diarias, ¿verdad?
La ciencia también parece respaldarlo. Las investigaciones sugieren que 120 minutos de naturaleza a la semana se asocian con un mayor bienestar.
Si estás encerrado en la oficina todo el día o lidiando con las responsabilidades en casa, puede que sientas que no tienes tiempo para disfrutar de la naturaleza. Pero podría ser tan simple como tomarte tu descanso para comer en el balcón, regar las macetas o pasear al perro por la manzana.
Tan solo unos minutos al aire libre pueden mejorar tu estado de ánimo y darte una nueva perspectiva.
3) Se mueven
Ahora bien, soy la primera en admitir que no lo sé todo, pero definitivamente he visto una correlación entre mover el cuerpo y sentirse más feliz. Solía ser bastante sedentaria en mi época de oficina, pero la jubilación me animó a probar las caminatas matutinas y trotar de vez en cuando cuando mis rodillas me lo permiten.
“Cuando realizas actividad física, tu cuerpo libera endorfinas, sustancias químicas que actúan como estimulantes naturales del estado de ánimo. Estas endorfinas promueven sentimientos de felicidad y relajación, haciéndote sentir mucho mejor”, dice el equipo de Change Mental Health.
Estas palabras son muy ciertas en mi vida. Incluso una rutina suave —estiramiento ligero, un baile rápido en la sala o una partida de buscar la pelota con Lottie— puede hacer maravillas con mi perspectiva.
No te preocupes, no te estoy diciendo que te conviertas en corredor de maratón si no es lo tuyo. Algunas de las personas más felices que conozco simplemente incorporan pequeñas dosis de movimiento a su día: un paseo rápido al supermercado en lugar de conducir, diez minutos de estiramiento antes de acostarse o un paseo con un amigo por el barrio.
Todo cuenta, y tu cuerpo (y tu mente) te lo agradecerán.
4) Cuidan las relaciones importantes
Si hay una lección de vida que me impactó profundamente al hacerme mayor, es esta: las personas importan más que las posesiones.
Hace años, leí sobre el famoso Estudio de Harvard sobre el Desarrollo de Adultos, que descubrió que las relaciones cercanas son un gran predictor tanto de la felicidad como de la salud física. Y pensé: «Tiene mucho sentido».
He visto a personas de mi entorno que tienen una situación económica bastante buena, pero parecen agotadas y solas. También he conocido a jubilados que no tienen estilos de vida extravagantes, pero están rodeados de amigos y familiares que los quieren de verdad. ¿Adivina qué grupo parece más realizado?
Las personas excepcionalmente felices invierten tiempo y energía en sus relaciones. Llaman a viejos amigos, planean cenas familiares los domingos y no dejan que los rencores se acumulen.
5) Mantienen la perspectiva
La vida es caótica, complicada y rara vez es como la planeamos.
Las personas excepcionalmente felices parecen aguantar los golpes mejor que la mayoría.
Les he preguntado a algunos de ellos cómo mantienen su optimismo, y la respuesta a menudo se reduce a la perspectiva. No niegan los problemas del mundo; Simplemente eligen activamente dónde enfocar su atención.
Me recuerda algo que dijo el Dalai Lama XIV: «La felicidad no es algo prefabricado. Proviene de tus propias acciones».
Es un profundo recordatorio de que mantener una actitud positiva es una decisión activa, no un estado pasivo. Claro, hay días en que las facturas se acumulan o el coche se avería, pero la diferencia radica en si nos quedamos en la frustración o decidimos: «Lo afrontaré paso a paso».
A veces ayuda recordar tu «por qué». Tal vez estés trabajando para alcanzar una meta o estés agradecido por las lecciones que te deja un revés. Un cambio de perspectiva no se trata de ignorar los problemas; se trata de no dejar que eclipsen el resto de tu vida.
6) Crean momentos de atención plena
Cuando era más joven, si me hubieran hablado de la meditación o la atención plena, probablemente les habría restado importancia. Pero déjame decirte que prestar atención al momento presente es un hábito que puede generar mucha alegría.
No tiene por qué ser la postura del loto sobre una esterilla de yoga (a menos que sea tu estilo). A veces, simplemente se trata de hacer una pausa para cerrar los ojos, respirar hondo y observar cómo te sientes.
Las personas más felices que conozco parecen hacer esto a lo largo del día. Saborean cada sorbo de su café matutino en lugar de tomarlo de un trago. Se toman un minuto para apreciar la puesta de sol antes de apresurarse a terminar su lista de tareas.
Si eres como yo y a veces sientes que tu mente está acelerada, prueba un rápido «registro consciente». Pregúntate: «¿Qué puedo oler, sentir o ver ahora mismo?». Ese breve cambio de atención puede conectarte con la tierra y aportar más calma a tu rutina.
7) Realizan actos de servicio
Por último, pero quizás lo más importante, hay un denominador común que veo en las personas alegres: no solo se centran en sí mismas.
Encuentran maneras de ayudar a los demás, ya sea como voluntarios en un refugio local, llevando comida a un vecino o asesorando a alguien más joven. Estos pequeños actos de servicio no solo benefician al que los recibe, sino que también elevan el ánimo de quien los da.
Una vez conocí a un jubilado que dedicaba dos días a la semana a leer con niños en una escuela primaria cercana. Hablaba de esos días con entusiasmo, incluso más que de sus propias aficiones.
Cuando donamos nuestro tiempo, energía o recursos para ayudar a alguien, recordamos que la felicidad suele ser una vía de doble sentido. Proviene de ver el impacto de nuestra bondad en la vida de otra persona.
Incluso los gestos más pequeños pueden tener un efecto dominó. Un mensaje rápido a un amigo que se siente deprimido puede alegrarle el día, a la vez que te da esa cálida sensación de propósito. Donar ropa, pagarle el café a alguien o simplemente ofrecer una palabra de aliento son formas de practicar la alegría diaria.
En resumen
Si algo he aprendido, es que la verdadera felicidad no es un premio difícil de alcanzar; es el resultado de tomar decisiones constantes que fomentan tu bienestar.
Ya sea que te detengas a reconocer tus bendiciones, planees un paseo rápido al aire libre o llames a un viejo amigo, estas pequeñas acciones suman.
La clave es empezar por algún lado —quizás con una o dos de estas ideas— y ver cómo influyen en tu día. Con el tiempo, podrías convertirte en una de esas personas que irradian calidez y satisfacción.