
Por Manuel Gómez Sabogal
Acababa de ser nombrado director de comunicaciones en la Universidad La Gran Colombia en Armenia. Septiembre de 2006. Tendría a mi cargo 14 personas. Hice un recorrido por las diferentes dependencias, porque deseaba conocer a compañeros de labores en la institución.
Cuando llegué a la oficina de publicaciones en la Universidad La Gran Colombia y conversé con cada uno, decidí detenerme a averiguar por el periódico que se publicaba mensualmente.
Sin embargo, la primera pregunta que escuché por parte de Johann, uno de los empleados de esa oficina fue si había trabajado en la Universidad del Quindío. Me causó sorpresa y curiosidad. Pero me llamó la atención cuando me dijo que su abuelo hablaba mucho sobre mí y me quería. ¿Quién era? Le pregunté. – Abdul Grisales, fue su respuesta.
Inmediatamente, la película se me regresó y esos bellos recuerdos hicieron mella. Abdul, esa persona que para mi fue siempre un gran hombre. A quien miré con respeto y a quien, en muchas ocasiones saludaba con un abrazo, pues significó mucho para mí. Era un portero, un vigilante en la Universidad del Quindío. Para mí, era alguien mucho más que un portero o un vigilante.
Así saludaba a los porteros o vigilantes y a las señoras del aseo, personas demasiado importantes para mi.
Abdul era un soñador. Era una persona amable, agradable, sincera y muy honesta. Las cosas buenas se reflejaban en él. Su humildad y sencillez escondían grandes cualidades. Como si no quisiera mostrarlas.
Allá, en el edificio Catalina, donde funcionaba Bienestar Universitario, él era el portero. Allí lo conocí. Tuve la bella oportunidad de saber quién y cómo era. Y allí, una de las mejores anécdotas en la vida en la universidad.
Un lunes, en agosto de 1984, Abdul se quedó a mediodía, como de costumbre, cuidando nuestro lugar de trabajo. Nos fuimos a almorzar.
Al regreso, a las dos de la tarde, vi que la puerta estaba abierta, entré tranquilamente y me senté a trabajar. Minutos más tarde, apareció sudoroso, fatigado y algo nervioso, mi querido Abdul.
Con palabras entrecortadas me dijo: “profesor, se robaron la puerta”. Le contesté: “¿La puerta? ¿Cuál puerta?”
“¡Pues la de la entrada al edificio Catalina!”. Yo no podía creer lo que me decía, porque ingresé sin problema. La puerta estaba abierta. Salimos de la oficina, bajamos y, efectivamente, no había puerta, es decir, faltaba la mitad. Recuerdo que toqué su hombro, lo miré y empecé a reírme. No podía parar de la risa. Volví a mi oficina, me senté y Abdul, entristecido y ya, un poco enojado, me miró y me dijo: “profesor, ¡eso es muy serio. ¡Se robaron la puerta, me pueden despedir y usted se ríe!”. Le dije que se tranquilizara, que nada le iba a pasar y que de pronto, aparecería, porque apenas se habían llevado media puerta. Era muy pesada y me extrañaba que alguien hubiese cargado con ella.
Momentos en los cuales lo vi escribir cuando podía hacerlo. Escribía un libro. Recordar a alguien tan especial, sentir de nuevo a esa persona, siempre hará que mi alma se ilumine, porque son recuerdos hermosos. Por eso, le doy gracias a Dios.
Años después, 2006, encuentro a uno de sus nietos. Me habló de él y sentí un estremecimiento grande. Conversamos un rato sobre Abdul. Le conté algunas anécdotas, entre ellas la de la puerta del edificio Catalina, nos reímos y recordamos a una gran persona.
Hay personas que se van para siempre, pero sus recuerdos son siempre imborrables. Y Abdul Grisales significa mucho para mí.
Abdul residía cerca a la Universidad del Quindío.
Otro a quien recuerdo es a Carlitos, “cedido” por el seminario Menor San Pío X a la Universidad del Quindío. Era vigilante, pero se convirtió en dulcero y los últimos años se hacía cerca las escalas del primer piso en el bloque antiguo. Allí, vendía sus dulces. Luego, enfermó y falleció en un hospital en Montenegro.
Y antes de terminar esta nota, seguí frente al computador, rebobinando la película y recordando nombres de algunos docentes, vigilantes, señoras del aseo, secretarias y personas maravillosas que no se pueden olvidar. Aquí, algunos: Elvirita, Beatriz, María Eugenia, Miriam, Álvaro Bolívar, Pedrito Alarcón, Dignora, Mirtha, Yaneth, Carlos Julio, Martha Elena Martínez, Darío Álvarez Mejía, Edilma, Dorian, Nancy, Samuel, Gloria Sofía, Gloria Inés, Rubiela García, Jaime González, Álvaro Jaramillo, Guillermo Mejía, Mario Ramírez, Ariel Ramírez, Alberto Chamat, Magdalena Gómez, Luis Eduardo Álvarez Henao, Edelberto Arias, Jacob Aranha, Ermanno Parodi, Mario Aparicio Castañeda, Luis Eduardo Téllez, Julio César Mejía, Víctor Villa, Julio César Morales, Oakley Forbes, Jorge Ramos, Yesid Jiménez, Eduardo Palacios Acero, Gil Cenón Jiménez, Aura Cenzato, Augusto Ospina, Carlos Alberto Castrillón, Zahira Camargo, Armando Rico, Girleza Agudelo, César Agudelo, Nodier Botero Jiménez, Alba Duque, Carlos Molina, Darío González, Johnny Rico, Lalo, Fabio, Luz Amparo, Freddy Corchuelo, Hugo Mario Aldana, Javier, Edith, Yolanda García, Amanda Quiceno, Orlando Vélez, José Iván Méndez, Débora Ciro, Mario Grisales, Diego Hernán Prieto, Augusto Misse, Hernán Henao, Fabio Cagua, Gloria Inés Murillo, Johan Orozco, Esther Orrego, Martha L Marín, Carlos Alberto Latorre…
Y hay más…Son tantas, tantas…que las llevo siempre conmigo. Gracias, mil gracias…