El cine es una de las pasiones de Isabella. Le encantan los muñequitos y heredé ese gusto. Como todos los abuelos. Porque cada vez que un niño desea ir al cine, el abuelo es el invitado a pagar película, crispetas y gaseosa.
Antes del cine y como este comienza dos horas más tarde, ella prefiere entrar a una sala grande donde hay diferentes juegos, los cuales disfruta como todos los niños que allí hay. Encuentra los carroso chocones y me debo subir a uno, ella a otro, porque es feliz chocando mi carro. Ríe con ganas cada vez que lo hace.
Después, jugar en el futbolín para ganar el partido. No pierde. Sabe cómo jugar y enredarme con una sonrisa para quedar 7 – 3 o en el peor de los casos, 7 – 0-
Terminada esa hora y media de diversión, vamos al cine. No hay por donde pasar. Dos inmensas colas nos impiden llegar a parte alguna, pues una va a la taquilla y otra a la entrada.
Me mira como diciendo: – ¿Qué hacemos? Y yo reviso, busco un amigo, pero nada. No hay cómo llegar a la taquilla.
De pronto, se me ilumina la mente y leo, allá al fondo: “Taquilla prioritaria. Mayores de 60 años, embarazadas”.
Le tomo la mano y le digo con disimulo que vamos a llegar más rápido que todos. Una niña muy cortés nos atiende.
- Buenas tardes.
- Por favor, dos boletas.
- Con mucho gusto.
Ahí entra Isabella a preguntar:
- Perdón, señorita, ¿Por qué a mi abuelo lo atiende por aquí?
- Porque esta es una taquilla para personas como su abuelito.
- Abuelo, a veces es bueno andar con un viejito
Y nos entramos al cine
Manuel Gómez Sabogal