Diez minutos de ejercicio leve, casi letárgico, pueden alterar de manera inmediata cómo ciertas partes del cerebro se comunican y se coordinan entre sí, así como mejorar el funcionamiento de la memoria, según un nuevo estudio neurológico. Los hallazgos sugieren que el ejercicio no tiene que ser prolongado ni intenso para beneficiar al cerebro, y que los efectos pueden empezar a notarse muy pronto.
Ya se sabe que el ejercicio puede cambiar nuestros cerebros y nuestras mentes. Las pruebas son extensas y siguen en aumento.
Varios estudios realizados con ratones y ratas han revelado que cuando los animales corren en ruedas o caminadoras, desarrollan más células cerebrales de las que generarían si fuesen sedentarios. Muchas de las nuevas células se agrupan en el hipocampo, una porción del cerebro que es fundamental para la creación y el almacenamiento de la memoria.
Los animales activos también tienen un mejor desempeño en las pruebas de aprendizaje y memoria.
No es posible realizar experimentos similares para examinar el tejido cerebral de las personas. Sin embargo, algunos estudios anteriores han demostrado que las personas que se ejercitan regularmente suelen tener hipocampos más grandes y saludables que aquellas que no lo hacen, en especial conforme envejecen. Las investigaciones sugieren que incluso un periodo breve de ejercicio puede ayudar a la mayoría de nosotros a concentrarnos y aprender mejor que si solo nos quedáramos quietos.
No obstante, estos estudios normalmente suponen un ejercicio moderado o vigoroso, como trotar o caminar rápido, a menudo en plazos de semanas o meses.
Así que, para el nuevo estudio, publicado en septiembre en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, científicos de la Universidad de California y la Universidad de Tsukuba en Japón se enfocaron en un grupo de estudiantes universitarios jóvenes y saludables.
Los científicos invitaron a 36 de los estudiantes al laboratorio y les pidieron que se quedaran sentados tranquilamente en una bicicleta estática durante diez minutos o, en una visita distinta, que pedalearan la bicicleta a un ritmo tan ligero que apenas elevara su ritmo cardiaco.
El ejercicio se realizó a cerca de un 30 por ciento de la frecuencia cardiaca más alta de cada voluntario. En contraste, una caminata rápida debe elevar la frecuencia cardiaca de una persona a casi un 50 por ciento de su punto máximo.
Por lo tanto, este ejercicio fue muy fácil. También fue breve porque solo duró diez minutos.
Inmediatamente después de cada sesión en la que se sentaron o pedalearon con lentitud, los estudiantes realizaron una prueba de memoria por computadora en la que veían brevemente una foto de, por ejemplo, un árbol, seguida de una variedad de otras imágenes y luego una nueva foto, del mismo árbol o de uno parecido.
Los estudiantes debían presionar botones para expresar si creían que cada imagen era nueva o igual a otra que habían visto antes.
La prueba es difícil, pues muchas imágenes son muy parecidas entre sí. Es necesario retener los recuerdos recientes con rapidez y habilidad para decidir si una imagen es nueva o conocida.
En la siguiente etapa, los científicos hicieron que cada estudiante repitiera esta secuencia: andar o sentarse en la bicicleta durante diez minutos, y realizar la prueba de memoria, pero ahora la prueba se haría dentro de una máquina de resonancia magnética que escaneaba los cerebros de las personas mientras reaccionaban a las imágenes.
Los efectos del ejercicio, a pesar de lo poco exigente que fue, eran evidentes. Los jóvenes mejoraron su capacidad para recordar las imágenes luego de andar en la bicicleta, especialmente cuando las imágenes se parecían mucho entre sí. En otras palabras, mientras más debían esforzar su memoria, mejor era su desempeño luego de ejercitarse.
Sus cerebros también funcionaban distinto tras andar en bicicleta. Las resonancias magnéticas mostraron que ciertas porciones del hipocampo de cada estudiante se iluminaron sincrónicamente con las partes del cerebro que se relacionan con el aprendizaje, lo cual indica que estas partes físicamente separadas del cerebro estaban más conectadas ahora que cuando los estudiantes no se habían ejercitado primero.
“Fue emocionante ver que esos efectos se dieron tan rápido y después de tan poco ejercicio”, dijo Michael Yassa, director del Centro para la Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria de la Universidad de California, y uno de los autores principales del nuevo estudio, junto con Hideaki Soya de la Universidad de Tsukuba.
Los hallazgos muestran que el ejercicio puede cambiar de inmediato el cerebro y la mente de la gente, dice, sin la necesidad de semanas de ejercicio. Lo que es mejor, el esfuerzo que se requiere es tan leve que casi cualquiera puede hacerlo, incluso quienes estén fuera de forma o posiblemente discapacitados.
“No estamos hablando de maratones”, afirma. “Al parecer las personas pueden mejorar su memoria con una breve caminata o una sesión sencilla de algo como yoga o taichí”.
Vía New York Times