Es fácil decirle a un amigo: “no tengo tiempo”, “más tarde nos vemos”, “estoy muy ocupado”, “la otra semana” y un sinnúmero de disculpas que nunca deberíamos dar.
Si vamos a un matrimonio, nos invitan a una fiesta, nos preparamos para un evento, organizamos todo, calculamos momentos, revisamos agendas y nos preparamos.
En muchas ocasiones, antes de una gran fiesta, reunión o evento, vemos las peluquerías completamente llenas. Señoras, jovencitas y niñas haciéndose cepillar el cabello, organizando sus uñas, incluyendo colores y diseños especiales.
Para esos casos, son dos o tres horas en la peluquería, o más, si se requiere, pero no hay afán. La señora, jovencita o niña disponen de todo el tiempo del mundo para sus arreglos, pues deben quedar más que presentables. Además, no pueden ir a la fiesta mal presentadas.
En la peluquería, no hay afán alguno. En los almuerzos especiales o restaurantes, tampoco. Siempre hay tiempo.
Los afanes, van con nosotros, cuando no tenemos una reunión social o familiar. No hay afán, tenemos la tarde e incluso la noche para disfrutar en lo que se nos presente. Es fácil aceptar invitaciones, aceptarlas y saber que no hay afán alguno. Que disponemos del tiempo que sea, del que nos digan.
He escuchado expresiones como: “no hay problema. No tengo afán”
El domingo, asistí a una celebración eucarística en la cual habría un bautizo. Se bautizaría una niña. Papás y padrinos estaban felices y toda la familia había llegado temprano a la iglesia.
Tan pronto como se iba a iniciar la celebración eucarística, el sacerdote dijo: “Levante la mano quien esté de afán y prefiera que el bautismo se haga después de la celebración eucarística”
Mire a todos lados y de pronto, como por arte de magia, varias personas levantaron la mano. No podía creerlo. Era imposible pensar que eso era cierto. No podía comprender por qué varias personas levantaron sus manos para dar a entender que estaban de afán, si acababan de llegar a una celebración eucarística y era domingo.
¿A qué vinieron? Me preguntaba. No puede ser que vengan a una misa un domingo, cada domingo, una vez a la semana y digan que están de afán, que no tienen tiempo. Que hay algo más importante que los espera en casa, un paseo, un almuerzo, una visita.
No entiendo ni voy a comprender a esas personas. Católicos de afán. ¿En qué estamos? ¿Dios es importante solamente para que los vean llegar a la misa y salir tan rápido como llegaron?
Esta es una reflexión para algunos católicos que ni conocen la Biblia o se dicen así porque los bautizaron, hicieron la confirmación, la primera comunión, se casaron por la iglesia y han pertenecido a la Iglesia católica desde tiempos de sus bisabuelos.
Pero católicos por convicción, no creo que sean. No creo en aquellos que tienen afán cuando van a una celebración eucarística una vez a la semana. No me gustan los católicos de apariencia. No vayan, no asistan, porque no le deben robar tiempo a Dios…
Dios espera que si se asiste a una celebración eucarística, haya tiempo para Él. Porque Él tiene tiempo. Su tiempo es perfecto. La gente siempre está apurada, Él no.
Manuel Gómez Sabogal