El poeta Heinrich von Kleist escribió en 1799 que la felicidad no se puede demostrar como un teorema matemático. Hay que sentirla para saber que está ahí. Y es que este escurridizo término es complejo en su definición y más complejo aún es alcanzarlo.
No se trata de que ganemos la lotería, nos compremos una casa más grande o consigamos un ascenso en el trabajo. Ese tipo de acontecimientos nos pueden aportar alegría y hacernos momentáneamente felices, pero no implican felicidad a largo plazo. Sin embargo, la ciencia sí tiene claro que hay ciertas cosas que podemos hacer para ser más felices, y todas están en nuestro día a día.
1 Incorporar activamente emociones positivas a tu vida
Según el psicólogo estadounidense Martin Seligman, la psicología positiva es “el estudio científico de las experiencias positivas, los rasgos individuales positivos, las instituciones que facilitan su desarrollo y los programas que ayudan a mejorar la calidad de vida de los individuos, mientras previene o reduce la incidencia de la psicopatología”.
Según Barbara Fredrickson Lee, psicóloga social creadora del modelo ampliación-construcción de las emociones positivas, las emociones positivas generan cambios cognitivos en el cerebro. Afirma que las emociones positivas (placer, inspiración, gratitud, amor, asombro, interés, orgullo, alegría, serenidad y esperanza) nos ayudan a “ampliar, transformar y construir”. El pensamiento optimista y las emociones positivas ayudan a acelerar la recuperación de las emociones negativas según la experta, aunque todas tienen que coexistir. No se trata de enterrar las mal llamadas emociones negativas, sino aprender a gestionar todas ellas. Lo que Fredrickson sostiene en su teoría, es que cuando podemos autogenerar una emoción o perspectiva positiva, eso les permite recuperarse.
Pero ¿cómo ponerlo en práctica? Buscando emociones positivas a corto plazo y en el día a día. Por ejemplo, podemos escribir en el journaling no solo lo que nos duele, sino qué ha sido lo mejor de nuestro día. Qué nos ha pasado hoy que nos ha hecho sentir bien. Reconocer esos pequeños momentos de felicidad que tenemos a diario y centrar la mirada en ellos. Y no hace falta que sea algo enorme. Como explica la escritora Lola Mayenco en su libro ‘Algo que celebrar’, la felicidad está en saber apreciar la grandeza de las cosas más pequeñas. Puede ser una llamada de teléfono, un abrazo, un momento en el sofá leyendo un libro.
Según este estudio, valorar las experiencias de la vida, es decir, la apreciación experiencial, nos hace más felices. Esto abraza también la teoría de que buscar la felicidad como objetivo es uno de esos hábitos que nos empeñamos en seguir y que tienen un efecto contrario al esperado. Según un estudio de las universidades de Yale y Denver y la Universidad Hebrea de Jerusalén, «buscar la felicidad como objetivo» puede generar frustración. Es mucho mejor llenar nuestra vida de pequeños momentos felices para poder tener una percepción mayor del bienestar en nuestra vida.
2 Disfrutar de las relaciones que tenemos
Harvard lleva desde 1930 tratando de averiguar qué nos hace felices y la conclusión es más que clara: las relaciones interpersonales. No hace falta que nos veamos a diario, pero sí podemos cuidar esas relaciones que nos hacen felices de una forma más sencilla de la que pensamos. Con una llamada de teléfono, con un mensaje de whatsapp y también dedicando parte de nuestro tiempo a compartirlo con ellos.
3 Conocernos, pero de verdad
Otro consejo para experimentar más felicidad es centrarse en sus propias fortalezas según Dorothee Salchow, coach formada en psicología y miembro de la Sociedad Alemana de Psicología Positiva. Dedicar tiempo a descubrir quiénes somos y mirarnos de una forma tan amable como la que usamos cuando miramos a otros.
Preguntarnos en qué somos realmente buenos y cómo abordamos la vida puede ser un buen comienzo. No se trata de decir “soy buena cocinando”, sino de decir “tengo perseverancia y por eso he aprendido a cocinar”. “A largo plazo, nos sentimos mejor”, asegura la experta.
4 Pasa tiempo en la naturaleza
Te hemos hablado de la regla 3-30-300 que afirma que cada persona debería poder ver al menos 3 árboles desde su casa, tener un 30% de cobertura vegetal en su barrio y estar a 300 metros de un parque decente.
El motivo es que vivir cerca de árboles y zonas verdes se asocia con una mejor salud mental, pasear por la naturaleza disminuye el nivel de cortisol y afecta positivamente a la memoria y la creatividad y hasta consigue reducir el estrés. La naturaleza nos hace felices, mejora nuestro estado de ánimo y hasta aumenta la autoestima.
5 Tener objetivos y propósitos
Según el psiquiatra estadounidense y profesor de la Universidad de Harvard Robert Waldinger, la felicidad se divide en dos categorías. Existe el sentimiento hedonista de bienestar que significa «lo estoy pasando bien ahora mismo». Y está el sentido eudaimónico de bienestar, “el sentimiento de la propia vida como significativa y fundamentalmente buena” como explica en ‘Una buena vida’, un libro coescrito con Marc Schulz, director asociado de The Harvard Study of Adult Development
Para que el sentimiento de bienestar esté presente en nuestra vida, es imprescindible que tengamos un propósito vital como reza la filosofía ikigai. Encontrar un propósito impacta de forma directa en nuestro desarrollo personal, nuestra felicidad y nuestro éxito. Además, el psicólogo Frank Martela explicaba que cuando tenemos un propósito es más fácil tolerar las malas condiciones.