Por Manuel Gómez Sabogal
Corrían los años y me animaba a hacer más locuras. Porque había momentos de poca lucidez, entonces me daba por reunirme con gente maravillosa a quienes les proponía hacer algo diferente, pero necesario para promover la cultura en Armenia.
Y qué mejor que encontrar personas como Alberto Gómez Mejía, Álvaro Nieto Cárdenas, Amalia Arango de Aristizábal, Gabriel Echeverri González, Gloria Tobón Gómez, Julián Aristizábal Gaviria, Luz Amparo Palacios Mejía y Nodier Botero Jiménez para conformar el Cine Club Cámara 2000.
Unas reuniones, unos planes, búsqueda de sitio y películas. Un folleto informativo para todos los asistentes y una locura más, llena de expectativas.
El objetivo del Cine Club: “Impulsar el desarrollo cultural del Quindío, basándonos en las mejores proyecciones y promoviendo la participación del espectador por medio de foros, mesas redondas, conferencias.
Se hicieron contactos con la Cinemateca Distrital en Bogotá e inmediatamente nos inscribimos. El costo fue de 2000 pesos el año.
Para buscar el sitio para las películas, el grupo me encargó de la tarea. Y pedir una cita con el propietario del Teatro Yuldana para intentar que allí se presentaran las diferentes proyecciones.
En la cita, Hernando Rico Villegas me atendió muy formal y yo parecía novato en todo sentido, pues no sabía cómo explicarle lo que quería el grupo y qué era un Cine Club, pues imagino que, en su vida, había escuchado esas dos palabras.
Un diálogo que más o menos, fue así:
- Buenas tardes.
- Buenas tardes, bienvenido a esta oficina.
- Gracias. ¿Cómo va todo?
- Muy bien, como siempre. No me quejo. ¿A qué debo la visita?
- Pues verá… queremos hacer un Cine Club y esperamos contar con usted.
- Me parece muy bien. Y de qué trata todo. ¿Cómo es el negocio?
- ¿Negocio? Mire Hernando, la idea es traer películas que no son comerciales, es decir, cine diferente, cultural y haremos algo distinto…
- Pero ¿cuál es el negocio?
- Bueno, soy sincero si le digo que nos preste el teatro.
- ¿Así no más?
- Pues sí… A usted lo mencionaremos siempre como la persona que le está brindando un espacio a la cultura, pero bueno, cobramos la entrada y es para usted…
- ¿Cuánto van a cobrar y cuándo quieren empezar?
- Vamos a cobrar 100 pesos por persona. Lo más rápido. Pedimos las películas a la Cinemateca Distrital en Bogotá, ellos las envían al teatro y nosotros las proyectamos. Empezaríamos con “Valentino” de Ken Russel, la cual se hallaba en la Cinemateca.
Hicimos el pacto. Aceptó la propuesta descabellada y comenzamos la tarea.
Nos volvimos a reunir para comenzar a hacer un listado de películas, revisar todo y comenzar. Las proyecciones serían los sábados cada 15 días, a las 10 de la mañana.
Iniciamos la publicidad para la primera presentación, a la cual asistieron 200 personas, grupo inmenso, teniendo en cuenta que era un Cine Club, pero la novedad era grande. A la entrada, repartimos una reseña de la película, su director, actores y al final de la misma, Luz Amparo Palacios Mejía, quien era una ducha en cine, abrió la charla sobre “Valentino”.
Hernando Rico Villegas se sintió satisfecho, quedó contento y se dio cuenta que valía la pena. Luego, presentamos “New York, New York” de Martin Scorsese y así, continuamos con una serie interesante, incluyendo “Dos extraños amantes” de Woody Allen, “Equus” de Sidney Lumet, “Yellow submarine” de George Dunning, “Buscando al señor Goodbar” de Richard Brooks y otras más que hicieron del Cine Club algo grande en Armenia.
La persona de la taquilla recibía el dinero, entregábamos la reseña a la entrada y al final de la película, Luz Amparo Palacios Mejía iniciaba el respectivo foro con quienes se quedaban a discutir
Solo estuvimos activos en 1977. Luego, ha habido otros “cine clubes” que luchan contra la corriente, porque hacer cultura es difícil, aunque el lema sea “Impulsamos el desarrollo cultural del Quindío”