Me convertí en bloguero hace muchos años, a raíz de mi divorcio. El compartir con otros los mensajes y chistes que me enviaban mis amigos, me hacía sentir mejor y lo tomé como una «Blogoterapia» que me ayudó muchísimo a levantarme de nuevo.
Luego, pasé al siguiente nivel y empecé a escribir mis propios artículos y a compartir mis vivencias, experiencias y aprendizajes a lo largo del transitar de mis años. Hasta que me tocó partir al exilio y separarme de mi país. Dejé de escribir y sólo compartía las noticias que me parecían relevantes desde algún punto de vista y las publicaba en algunas de las categorías que he establecido en la página.
Han sido casi 2 años fuera de mi país, del cual salí no porque quise, sino obligado por las circunstancias, y sin oportunidad de regresar mientras la situación no cambie.
Hasta ese momento, había vivido una vida plena en el campo profesional, con una reconocida trayectoria en la enseñanza en la educación Superior y reconocimiento por parte de superiores, compañeros y subalternos en el medio militar, en Venezuela. Nunca había tenido que buscar trabajo, ya que los trabajos me buscaban.
Pero, literalmente, tuve que meter mi vida en dos maletas, y salir de mi país.
Reconozco que no quería irme, y era del pensar que debía quedarme hasta el final, trabajando en pro de mi país y pensando en cómo ayudar en su reconstrucción. Váyanse que aquí me quedo.
Una de las cosas que vivimos los que salimos de nuestro país hacia otras latitudes, es que, como me decía un conocido, muchas veces la reputación es como una cuenta en moneda nacional. Los bolívares (hasta los momentos), sólo son válidos en Venezuela, y sólo pueden ser usados dentro del país. Para muchos de nosotros, esa reputación sólo nos sirve en nuestro país. Al salir, los bolívares no valen y hay que abrir otra cuenta en otra moneda. Así mismo, al salir, debemos comenzar a construir de nuevo nuestra reputación en nuestro país anfitrión.
No es fácil, especialmente porque ya no tengo la juventud y fuerza de antes, pero no es una tarea imposible. Difícil, pero posible.
Hubiese preferido irme de mi país con un trabajo ya negociado, o a estudiar un postgrado, pero las cosas no siempre son como queremos que sean. Y una vez que estamos montados en el burro, lo que queda es arrearlo.
Entonces, aquí estamos. Vivo y con salud, y lo más importante: en libertad y con calidad de vida, que seguramente no pudiese tener ninguna de ellas en Venezuela de haberme quedado.
Lo importante es no quedarse en el camino. Es seguir caminando hacia adelante. Poco a poco, pero hacia adelante. Quizás no estamos en nuestra zona de confort, de la cual no queríamos salir. Pero nos toca construirnos otra zona de confort y comenzar a construir nuestra reputación de nuevo. No debemos perder la esperanza ni dejarnos arrastrar por el pesimismo.
El venezolano ha demostrado ser del tamaño del compromiso que se le presenta, y llevo ese gentilicio bien puesto.
Ya les iré contando acerca de mis vivencias como parte de la mayor diáspora de los últimos tiempos en el mundo entero…
Luis R Castellanos
Precioso!
Mucho ánimo y un abrazo fuerte desde España -para lo que pueda necesitar, los españoles somos un pueblo acogedor.
Belén
Muchas gracias por tus palabras, Belén! Muchos saludos…