Por Andrés Macías Samboni
Los conflictos en Colombia, al igual que en todo el mundo, siempre han estado presentes. En la década de los cincuenta, en nuestro país, el pueblo se debatía a muerte por pertenecer a uno de los dos partidos políticos: conservador y liberal. En el universo literario, estos y otros problemas han sido la cortina que envuelve el contexto histórico de muchas historias escritas por los “magos de la pluma”.
Hernando Téllez (1908-1966), por ejemplo, escribió una antología de cuentos titulada: Cenizas para el viento y otras historias, publicada en1950, en la que hace una denuncia sobre los acontecimientos violentos que ocurrían en esa época y que hoy son vigentes, a pesar de haber firmado un pacto de paz que le apunta, con este gobierno, a una “paz total”.
“Cenizas para el viento” fue escrito en la época en la que Colombia trasegaba una guerra entre conservadores y liberales. Época en la que la violencia tuvo protagonismo y, entre otras cosas, los campesinos conservadores tenían la autoridad en las zonas rurales y quienes tuviesen una ideología diferente merecían la muerte. Esta situación la encarnaron los personajes protagonistas del cuento en mención: Juan y su esposa fueron amenazados por el alcalde, los guardias y Arévalo para que abandonaran sus terrenos, ya que habían sido denunciados como revolucionarios.
Nuestra realidad en la actualidad no ha cambiado tanto, de ahí que los desplazados engrosen las listas cada vez más en la Unidad para las Víctimas (UARIV). El Centro Nacional de Memoria Histórica (2023) (CNMH) afirma que más de seis millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares, sus tierras, sus bienes y costumbres para desplazarse dentro y fuera del territorio nacional. Esta cifra, según lo señala la misma entidad gubernamental, posiciona a Colombia, después de Siria, como el segundo país a nivel mundial con la mayor cantidad de desplazados internos.
El fenómeno del desplazamiento forzado tiene distintos enfoques y generan una problemática mayor en las ciudades grandes del país, así como en otros países de América Latina, EE.UU., Europa y otros continentes a los que emigran los colombianos, solicitando refugio. También es cierto que muchas personas se escudan bajo este “pretexto” para recibir las migajas que el Estado ofrece o beneficiarse de proyectos que se reducen para quienes lo requieren de verdad.
Una de las propuestas que posicionó al presidente Petro en la casa de Nariño fue reestablecer el campo con una reforma agraria que permitiera tres componentes: primero, convertir la producción de alimentos en el motor de la economía para mitigar los efectos de la inflación y el alza de precios y así, no depender de la compra de alimentos importados (la denominada soberanía alimentaria); segundo, entregar las tierras que sean productivas a campesinos capaces de trabajarlas y; tercero, frenar la deforestación.
Los avances frente a lo anterior no han tenido celeridad puesto que el gobierno está enfocado en las reformas de salud, pensional y laboral. En suma, la paciencia se está agotando porque lo único que se reforma es el gabinete de ministros que no le apuntan a una solución concreta; pero seguiremos atentos porque este es un tema que ilusiona a muchos colombianos, pues el costo de vida no tiene frenos y cada vez asciende más.
Finalmente, estoy seguro que si Hernando Téllez estuviera vivo escribiría otro cuento semejante a “Espuma y nada más”, no para mostrar el carácter de los personajes en un cuento, sino para dejar claro que los partidos políticos en Colombia lo único que logran es afeitar las vicisitudes de quienes conforman los estrados; pero jamás arrancar de raíz los conflictos del pueblo. A estos últimos les corresponde huir o morir quemados en sus ranchos como Juan y su esposa, los personajes de Cenizas para el viento.