En las evaluaciones, encuestas y entrevistas que hemos hecho a más de mil líderes destacaron muchos comentarios, pero el que hizo el CEO de Volkswagen Audi Retail en España, Javier Pladevall, fue especialmente estimulante: «El liderazgo de hoy en día se basa en desaprender conceptos de gestión para volver a aprender a ser humano«.
Con estas palabras, Pladevall se refiere a que el poder del liderazgo radica en nuestra capacidad para formar vínculos personales e importantes con las personas a las que lideramos. Tiene razón: los millennials se están convirtiendo en la fuerza de trabajo de la mayoría de compañías. Esta generación ya no se conforma con un cheque a fin de mes y alguna bonificación extra. Quieren que su puesto de trabajo les aporte algún significado, ser felices y conectar emocionalmente con sus compañeros.
El problema es que aproximadamente el 70% de los líderes se califica a sí mismo como inspirador y motivador, de la misma forma que todos nosotros creemos que somos buenos conductores, aunque no sea cierto. Sin embargo, estas puntuaciones contrastan con cómo los empleados perciben a sus líderes. Una encuesta publicada por Forbes demostró que el 65% de los empleados renunciaría a un aumento de sueldo si a cambio su jefe era despedido. Otra encuesta realizada por Gallup en 2016 encontró que el 82% de los empleados considera a sus líderes poco inspiradores. En nuestra opinión, ambos elementos están estrechamente relacionados.
Hay grandes beneficios que deberían llevar a apostar por un buen liderazgo. Como muestran los datos de McKinsey & Company, si los empleados están motivados, aumentan su compromiso un 32%, tienen un 46% más de satisfacción en su trabajo y rinden un 16% más.
Necesidades básicas como tener una meta en la vida, ser felices, conectar emocionalmente y el deseo de contribuir con algo positivo a la sociedad son factores que nos motivan como persona. Los líderes que verdaderamente entienden estas necesidades y dirigen de manera que permiten que estas motivaciones se apliquen tienen la clave de la lealtad, el compromiso y el rendimiento de sus empleados. Por tanto, como líderes, debemos ser humanos antes que jefes.
Nuestra investigación ha demostrado que se está produciendo un movimiento global entre los ejecutivos de nivel C de miles de organizaciones como Accenture, Marriott, Starbucks, Microsoft y LinkedIn. Los líderes de estas organizaciones se hacen esta pregunta: «¿Cómo podemos crear un liderazgo más humano y una cultura más centrada en las personas donde los empleados y los líderes estén más satisfechos y comprometidos?»
Estos son algunos consejos para lograrlo en base a lo que hemos descubierto en nuestro trabajo:
Tómeselo de forma personal
El CEO de Barry Wehmiller, compañía de fabricación global, y autor de Everybody Matters, Bob Chapman, ha hecho todo lo posible para inculcar un liderazgo verdaderamente humano en su empresa. Siempre que tiene que tomar una decisión que tendrá algún impacto en sus empleados se pregunta si su hijo, su padre o un buen amigo estaría de acuerdo. De esta manera, asume cada decisión directiva como una cuestión personal. Lo traslada del dominio táctico al dominio emocional, para asegurarse de que su estado y poder no le ciega. Haga lo mismo cuando tome decisiones que afecten a su plantilla: póngase en la piel de sus empleados e imagine que son familiares o amigos.
Conózcase a sí mismo
El pionero del liderazgo Peter Drucker dijo: «No puede dirigir a otras personas a menos que sepa gestionarse a usted mismo primero». En un reciente artículo, mostramos cómo un CEO mejoró enormemente la participación y la eficacia de los equipos de su banco al entenderse mejor a sí mismo. Este ejemplo muestra cómo el liderazgo empieza con la comprensión y el liderazgo sobre uno mismo. Cuando sabe lo que uno quiere, es capaz de comprender y empatizar mejor con las personas a las que lidera. El buen liderazgo comienza con el autoconocimiento y este se puede mejorar mucho a través de la práctica de la mindfulness.
Sea altruista
El director ejecutivo global de McKinsey & Company, Dominic Barton, opina que el altruismo es la base del buen liderazgo. El liderazgo no trata solo de usted, sino de las personas y de la organización que lidera. De manera altruista, podría considerar eliminarse a usted mismo de la ecuación si eso aumenta los beneficios a largo plazo de los demás. El altruismo no significa convertirse en un felpudo para los demás y negarse a mantenerse firme, sino que surge de la autoconfianza y el autocuidado. Una manera simple de comprobar si su liderazgo es altruista es revisar qué le motiva cuando toma decisiones: ¿lo está haciendo para beneficiarse a usted o para beneficiar a los demás?
Sea compasivo
La compasión es la intención de hacer feliz a los demás. Si alguna vez ha tenido un líder compasivo, conocerá la sensación. Esa persona le cubre las espaldas y tiene siempre en mente su interés. Como consecuencia, usted se siente seguro, confía en él, es fiel y se compromete. Cuando se trata de liderazgo, nada supera a la compasión. Es un lenguaje universal que entiende cualquier persona en cualquier lugar. Si desea que su liderazgo sea más compasivo, asuma un hábito cada vez que se relacione con alguien: pregúntese cómo puede ayudar a esa persona a tener un día mejor.